Tan pronto el recuperado Eufrocio volvió con los de su ‘raza’, sus ‘compatriotas’ notaron algunas actitudes cerradas y tercas. Luego de algún tiempo, Eufrocio se recluyó dentro de su ‘hospedaje’. Dicha situación llegó a oídos de Eroldo y también de los Ancianos.
El mayor de ellos lo conminó a resolver lo más pronto la situación: le entregó una daga de honor. “Está contaminado, debe dejar de existir”, fueron las palabras que retumbaron dentro de sí, las mismas que lo llevaron, sin paradas, hasta el lugar donde Eufrocio se encontraba.
Uno de los que se encontraba cerca de aquel episodio, fue mi persona, viendo entrar al Anciano en el ‘hospedaje’. Fueron momentos de mucha tensión, hasta que, tras percibir tan sólo el silencio, Eufrocio emergió de su escondite, armado de la daga del honor.
Detrás de él apareció su hermano, haciendo un gesto de beneplácito. Alzando la daga, gritó con voz potente: “¡Rebelión!”.