El monstruo de Huarumarca (capítulo seis)

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(viene del capítulo anterior)

Pasaron así varios días aciagos en que el pueblo intentó recuperarse de la tragedia: a excepción de Higinio y su esposa, que guardaron su luto todo el día en su casa, la comunidad cumplió con el respetar el funeral durante dos días y luego volvieron a sus actividades.

Tomás, por su parte, cambió un tanto su rutina: regresó al monte a seguir cortando leña pero culminaba su faena más temprano. Y es que la enfermedad de Alberto, sumada a la suciedad de su casa, lo tenía bien preocupado.

Pasó por su casa varias veces a ver cómo seguía, pero Alberto le negó la entrada. Decía que ya venía Carlos a ayudarlo, y así era: como accionado por un resorte, el zapatero del pueblo aparecía por el sendero, lo saludaba con sequedad y entraba en auxilio del enfermo.

Un buen día se cansó del rechazo de Alberto y decidió trabajar hasta noche en su faena. Regresando por el camino de entrada, vio gente reunida en su casa. Empezó a correr desesperado y miró a los huarumarquinos: caras largas lo recibían.

Entró y abrazó a su esposa que llora desconsolada. “Entró por la ventana del cuarto… ¡se lo llevó!”, gritó horriblemente mientras Lila aparecía en escena. “¿Qué haces? ¿A dónde vas?”, dijo ella viendo que su esposo cogía la escopeta y salía enojado por la puerta.

(continúa)

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