(viene del capítulo anterior)
Como quedó prometido, Alfredo condujo a su madre hasta la casa de Lorena. Por el camino ambos reían de todos los recuerdos que tenían de su anfitriona. Luego de manejar por cerca de una hora, Alfredo llegó hasta la entrada de una elegante cochera. Bajó para cerciorarse de que sea la dirección correcta y tocó el timbre de la puerta a lado de la cochera.
“¡Qué bueno verlos!”, se emocionó Lorena al verlos llegar. Abrazó a Alfredo y alzó su mano para saludar a Arminia. Luego Alfredo ayudó a su madre a bajar del auto y la acompañó dentro de la casa. Madre e hijo se adentraron por la sala hasta que llegaron al comedor, donde su anfitriona había dispuesto los cubiertos para al almuerzo.
Un agradable olor provenía de la cocina. “¡Huele tan bien!”, expresó Arminia ya entusiasmada por los platillos que ha de probar. En tanto, Alfredo se fijó que en la mesa había cuatro pares de cubiertos. Preguntó curioso si estaban esperando a alguien más. “Mi hija, Nicole, está por bajar de su habitación”, señaló Lorena con una sonrisa. En ese momento unos pasos se escucharon bajando por la escalera que da hacia la sala.
(continuará)