(viene del capítulo anterior)
Es aburrido tener que admitir que Alisa me ha secuestrado. ¿Qué ganaría teniéndome de su rehén? ¿Acaso no sabe que puedo huir? Trato de salir por la puerta. No se puede. Un pestillo parece estar evitando que logre escapar. Hago un berrinche enorme y golpeo y pateo la puerta, esperando que ceda.
La seguridad de esta habitación, se nota, es a prueba de mi enojo. Sólo me queda echarme a descansar porque la espalda me vuelve a fastidiar. Me quedo divagando mirando hacia ese techo blanco y algo sucio que se muestra sobre mi cabeza.
“Alisa, quisiera saber qué estás tramando”, me dije interiormente mientras la mirada al techo me cansó y me quedé dormido con esa fastidiosa duda. Estoy tan cansado que no me importa estar adentro. Estoy tan cansado que no me importa llegar afuera.
(continuará)