(viene del capítulo anterior)
Ambos empezaron a caminar hacia la avenida. Alberto no decía más nada, tan sólo estaba concentrado en tomar pronto un taxi. Marisela, sin embargo, no se quedó tranquila y se le puso a insistir qué había hecho mal.
“¿Por qué no confiaste en mí desde el comienzo?¿Por qué?”, fue como respondió él, sintiendo que se desespera de forma incontenible, de forma amarga. Marisela no supo ni qué decir. Nunca antes lo había visto tan enojado.
“Si sólo me lo hubieras dicho desde un inicio, seguiría confiando en ti”, terminó de argumentar el joven. En ese momento, pasó un taxi y él le dio una dirección al taxista. Le pidió a Marisela que subiera, que ese carro la llevaría hasta su casa.
Viendo que él no subía al auto, ella se sintió aún peor y le preguntó por qué. “Ya no puedo seguir contigo. Esto es un adiós”, dijo él sintiéndose derrotado y cerró la puerta. Marisela quiso decir algo, pero el taxi arrancó antes que pudiera hablar nada. Sólo sus ojos se manifestaron en gruesas lágrimas una vez que se alejó de allí.