(viene del capítulo anterior)
El pobre Gonzalo no sabe qué hacer. Cómo es posible que otro esté hablándole de la forma en que lo hace él. “No… tiene que haber una explicación”, exige despechado por lo que está viendo y decide caminar más rápido.
El ímpetu le gana y sus piernas empiezan a correr más deprisa, al darse cuenta que Lidia se despide de su amigo con un beso demasiado apasionado, y se dispone a subir en el bus que la lleva a su casa. Gonzalo se esfuerza al máximo por llegar cuando el bus arranca.
Lidia había conseguido un cómodo asiento y, cuando saca su cuaderno para leer unas anotaciones, escucha un ruidoso golpe que estremece a todos los pasajeros. Nadie entiende lo que ha pasado hasta que ella mira a la puerta de subida: Gonzalo se ha arrojado sobre la escalinata y, de a poco, se salvó de morir arrollado.
(continuará)