(viene del capítulo anterior)
Carlos continuó corriendo como si alguien lo persiguiera. Cada minuto voltea hacia atrás sintiendo que están por alcanzarlo. Es así que, en una de sus distracciones, cae de forma durísima sobre la acera.
Se quedó quejándose en el piso por un par de minutos, hasta que miró una banca cercana. Se acercó hasta allí caminando con dificultad y se sentó. Revisó su pantalón: está raspado y sangrando profusamente.
“Será que tengo que quedarme aquí”, dijo Carlos en medio de su borrachera, sintiendo el frío que congela, la sangre que emana. Parece estar listo para lo que viene, hasta que alguien se le acerca y comienza a curar su herida.
“Gracias por ayudarme”, respondió Carlos al desconocido que lo auxilia. “En realidad, quiero que sepas que esto no es gratis”, señaló el desconocido al terminar de curarlo.
(continuará)