Treinta días

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Tras meditarlo por mucho tiempo, Alberto tomó la decisión que esa noche es la noche. Termina de guardar sus cosas en las gavetas de su escritorio y sólo lleva un par de hojas en su mochila. Y aunque son las seis y media, está segura que Marisela lo aguarda unos minutos más.

Sale de la oficina y se dirige hacia la esquina. Ella ya lo está esperando y él apresura el paso para darle el alcance. Marisela lo recibe con una sonrisa y lo saluda con alegría. Alberto devolvió el saludo y le preguntó si había demorado mucho.

Ella se rió y dijo que sólo habían pasado dos minutos. Eso lo hizo sentir mejor y le pidió que fueran al restaurante que queda a la vuelta para comer algo. Pidieron algo de cenar y mientras esperaban, comenzaron a conversar sobre su día.

(continuará)

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