(viene del capítulo anterior)
Azul se alejó pronto de las celebraciones y fue a recluirse a su carpa. No se siente bien pues, más que la guerra en sí, lo más difícil fue tener que tomar la vida de su gemelo. Se quedó llorando durante varios minutos hasta que Petreos entró en su aposento.
El príncipe se enfureció y le pidió que se fuera, pero Petreos no había llegado para irse así de simple. “Entiendo que estés triste, pero hoy ya no puedes quebrarte: hay un reino que espera por su rey”, dijo el líder por voz tranquila pero firme. Azul dejó de llorar y le pidió que lo acompañara en el camino de regreso.
A la mañana siguiente, la guardia de caballeros está formada alrededor de él. Azul cabalgó de regreso hacia el castillo, aquel que no veía desde hace más de cinco años. Su sentimiento era ponerse a la defensiva, así que se sorprendió al escuchar una sonora ovación.
La gente está alegre de verlo llegar. No sabe bien si porque es rey o si porque lo confunden con su gemelo. “No importa tanto el motivo, importan tus acciones”, afirmó Petreos sabiamente. Azul agradeció la confianza y desmontó, acercándose a la gente para recuperar esa sensación de calor humano que había olvidado.