(viene del capítulo anterior)
“Venimos de parte del rey a proponer una tregua”, se adelantó Petreos para que no los dañaran, pero fue en vano. Otros guardias aparecieron en escena y los tomaron prisioneros. La comitiva fue llevada dentro del bosque hasta que los hicieron arrodillarse frente a una alta carpa. Los prisioneros esperaron con incertidumbre hasta que un hombre salió desde adentro.
Era Azul quien salió y se dirigió hacia ellos. El líder de los rebeldes les preguntó qué hacían en sus dominios. Otra vez Petreos se adelantó y repitió su proposición de tregua. Con un ademán de Azul, dos soldados llevaron a Petreos toscamente hasta dentro de la carpa. Durante cerca de media hora, los dos hombres estuvieron discutiendo la propuesta del rey Rojo.
Sintiendo que la demora era por demás exagerada, el consejero del rey se quejaba con sus captores. “¿No saben que acaso el rey puede arrasar con esta comarca?”, gritó encolerizado el prisionero viendo con enojo a los guardias. Ellos tan sólo atinaban a burlarse y reirse de él. En ese momento, la entrada de la carpa se abrió y salieron los dos hombres.
“He escuchado atentamente su propuesta y he tomado una decisión”, comenzó por decir Azul ante los cautivos. “¿Y qué es lo que has decidido?”, preguntó ya colérico el consejero. Irritado por su actitud, Azul desenvainó su espada y le cortó la garganta al fastidiado hombre, quien se derrumbó sobre el suelo, manchando de rojo la tierra bajo su cuerpo. “No aceptamos la tregua”, fue la escueta respuesta del rebelde.
(continúa)