(viene del capítulo anterior)
Un auto espera estacionado en medio de la noche. Adentro, tres personas que vigilan todos los movimientos que se suscitan en medio de la oscuridad. Casi son las diez cuando aparece una persona por la acera. Se acerca despacio hasta que llega hasta la puerta del copiloto. Se trata de Torres, vestido de civil, quien viene con un archivo en sus manos.
Dos de los hombres bajan y Torres entra a conversar con el taita. “¿Qué es lo que tienes para mí?”, prguntó el taita con cara de pocos amigos. Torres le alcanza el archivo y proceden a revisarlo juntos. Hay fotografías de Toño y uno que otro documento policial. Pero al taita no le basta con esto. Quiere saber si ya lo ubicaron.
“Sigo investigando a sus conexiones, de hecho, hay algunos que lo vieron recientemente”, comentó Torres ya medio nervioso. “No puedo creer que esté haciendo tu trabajo”, respondió molesto el taita y le sugirió que buscara al sur de la ciudad, en un barrio conocido como La Huella.
“Bien… allá iré mañana”, respondió escuetamente Torres y bajó de auto, comenzando a caminar otra vez con mucho sigilo. Mientras se alejaba, él pensaba cómo había hecho el taita para averiguarlo tan rápido. La respuesta yacía dentro de la maletera del auto: el cuerpo de José, que aún espera su sitio de entierro.
(continúa)