(viene del capítulo anterior)
Jorge se sintió con mayor confianza para poder invitar a salir más seguido a Roberto. No importaba si sólo era ir al cine a ver una película algo aburrida o sentarse en un café a leer uno de esos soporíferos libros de ensayos. Disfruta mucho la compañía de esa persona que, siendo tan parecido a él, es tan genuino y distinto.
Pero un paso importante le hacía falta: darle un beso. Aunque Roberto se lo insinuo en un par de ocasiones, a Jorge le había costado aceptar esa situación. Y a pesar de haberle dejalo abrazarlo y recibir ósculos furtivos en su mejilla, se mostraba sutilmente reacio a emprender dicho avance. Hasta que no pudo esperar más.
“Habíamos quedado en encontrarnos en el parque. Llevo esperando a Roberto más de media hora, y los pensamientos se atoran en mi cabeza. Otra vez la sensación de decirle la verdad de mi plan, me estruja el cerebro y me golpea en lo más hondo; y sólo me queda disimular mirando en dirección a la gente que pasa de un lado a otro por la acera.
De pronto, él se aparece y se acerca. Se disculpa por el retraso, me cuenta que un imprevisto en su casa lo obligó a demorarse. Yo le perdono. Le tomo de la mano y caminamos de la mano por el parque hasta que me detengo. Roberto me pregunta por qué paramos, pero yo sólo me apresto a acariciarlo.
Para cuando se da cuenta, acerco mis labios a los suyos y le robo un beso. Él se quedó gratamente sorprendido, me sonríe y no se queda atrás. Me roba un beso… Empatados uno a uno”.
(continúa)