(viene del capítulo anterior)
A la semana siguiente, Jorge se apareció por la universidad con una actitud desconcertante para sus amigos. La ropa demasiado limpia, los gestos delicados y la mirada algo coqueta eran su nuevo sello distintivo. Y si bien sus antiguos amigos no lo entendieron, empezó a llamar la atención de otros muchachos.
Al principio sólo fueron ojos curiosos observándolo por los pasillos o pedirle cierta indicación sobre un lugar. Nada realmente importante había pasado hasta que llegó ese momento después de la pichanga. Era una de las pocas actividades que aún disfruta hacer después de su episodio depresivo.
Entro a las duchas y empezó a mojarse con el agua cayendo por todo su cuerpo. Dos minutos más tarde sintió que alguien lo estaba mirando. Volteó y vio al muchacho que había entrado a las duchas. “¿Puedes prestarme tu jabón?”, preguntó el desconocido con cierto temor. Más fresco que de costumbre, Jorge se lo pasó con su mano.
El otro muchacho estiró el brazo. Su mano rozó con la de Jorge y realizó una caricia solapada mientras recibía el jabón. Jorge tomó la iniciativa y lo besó en los labios. Y aunque terminó bañándose por separado, al muchacho le gustó el beso. Cuando salieron de allí, él le alcanzó un papel donde había anotado su número telefónico.
(continúa)