(viene del capítulo anterior)
Alfredo recordó haber estado acostado con el peluche, así que dedujo que en algún momento lo dejó caer y se sintió tranquilo que su esposa lo recogiera. Pasado el reproche, disfutó del desayuno que le había servido su esposa y llevó al colegio a Alonso, quien lo miró con cara de asustado durante el trayecto.
“¿Qué es lo que te sucede?”, preguntó el padre al ver su miedo. “El oso me visitó anoche”, respondió el niño mirándolo con los ojos bien abiertos. Contó que, en la noche, la puerta de su habitación se abrió con cierta lentitud. Alonso abrió los ojos y pudo ver, en medio de la oscuridad, cómo el peluche asomó su cara por detrás de la puerta y lo miró con furia.
Dijo que se tapó con las sábanas, pensando que iría a buscarlo, pero pasaron unos minutos nada sucedió. Para cuando asomó otra vez la cabeza, la puerta de su cuarto estaba cerrada otra vez. Aunque impactado por el relato, Alfredo no le creyó a su hijo y pensó que sólo había tenido una pesadilla.
Lo dejó en la entrada del colegio y se despidió con una promesa: “Cuando vuelvas, buscaremos a ese oso y le diremos que te deje tranquilo”, afirmó Alfredo con una gran sonrisa.
(continúa)