(viene del capítulo anterior)
No me pareció un abrazo tan largo, pero sí lo suficiente para sentir que este era un buen comienzo. Annie me presentó a sus migas, Silvia y Melissa, a quienes las vi elegantes pero no estaba igual de interesado. Subimos por la escalera y, previo pago de tickets, entramos en la discoteca del centro comercial.
El ambiente aún no había llegado a su apogeo, así que buscamos un buen sitio donde sentarnos. Los cuatro recorrimos el camino que rodea la pista de baile oval, y encontramos un sofá semicircular con una pequeña mesa. Ordenamos unos tragos e inciamos conversa antes que más amigos se sumaran.
Luego de hablar trivialidades con las chicas, me dirigí hacia el baño. Para cuando regresé, la pachanga había comenzado. Miré hacia la izquierda: Silvia y Melissa bailaban en la pista; miré hacia la mesa: sin rastro de Annie, había quedado vacía. Molesto por mi mala suerte, decidí ir a la barra a pedir una chela.
(continúa)