(viene del capítulo anterior)
“Comprando pan para el lonche”, dije yo con algo de sorpresa ante su súbita aparición. “Ahhhh… tranquilo niño, sé que no comenzamos bien el otro día, por eso quería invitarte esto”, señaló el vago y presentó ante mi aquel cigarrillo humeante que invitaba a probarlo.
Tomé el pitillo antre mis manos y, embelesado por el humo que subía, intenté probarlo como él lo había hecho. Lo hice tan rápido, que lo dejé caer, mientras tosía con mucha fuerza pues sentía quemarse mis pulmones. El vago me sostuvo al toser y me dijo que no me preocupara.
“Siempre pasa así la primera vez”, señaló muy seguro de su respuesta y me recomendó que vaya a la casa, pero que no contara lo que había hecho. Luego de un rato sentí el aire puro refrescarme mientras caminaba. Al entrar en la quinta, volteé a mirarlo: el vago seguía en la esquina, como esperando que volviera la próxima vez.
(continúa)