La cueva del duende (capítulo once)

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(viene del capítulo anterior)

Una vez en la salida, Arturo pidió a sus amigos, que habían vuelto del campamento con varias cosas, que le pasaran su mochila. “¿Hay algo allí para ayudar a Jorge?”, preguntó Rosa con aire esperanzado.

La expresión de su rostro cambió de golpe cuando se dio cuenta que lo que traía dentro de dicha mochila no era otra cosa que explosivos. “Lo siento, encerrarlo es la única forma de detenerlo”, dijo resignado el escalador.

Rosa quiso oponerse y le pidió que no hiciera eso. Los otros escaladores tuvieron que contenerla y llevársela de allí para que no impidiera la explosión. Arturo preparó la trampa con los explosivos y espero que Jorge llegara a la boca de la cueva.

“¿Qué haces aquí, amigo?”, preguntó el duende al tener cerca a Arturo. “No dejaré que salgas a atormentar a nadie más”, advirtió el escalador con actitud desafiante. La respuesta enfureció a Jorge, quien se abalanzó hacia la entrada. Arturo presionó el detonador en su mano y cerró los ojos.

(continúa)

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