Todos ellos se dirigieron hasta la entrada de la hacienda. Ya Santiago estaba por irse, cuando su hijo le contuvo y convenció de quedarse hasta mañana. Santiago aceptó. “Menos mal, porque ya te tenía un cuarto preparado”, sonrió alegre don Rodolfo y pasaron dentro de la casa.
Una vez en la sala, Rodolfo se despidió de su hermano y su sobrino y se fue con Constanza a dormir. Jacinta guió a Santiago y Lucho hasta su habitación y les deseó buenas noches. “Buenas noches”, dijo Santiago a su hijo una vez que estuvo dentro de su cama.
En la otra cama de la habitación, Lucho no podía dormir pensando en las palabras de Constanza. Finalmente lo venció el sueño y sólo se percató de la mañana cuando sintió unos rayos de sol entrando por la ventana alta. Miró a su diestra pero su padre ya no estaba en la otra cama.
A la carrera, el joven se cambió de ropa y se dirigió al comedor. Sólo encontró a Jacinta, quien le indicó la entrada de la hacienda: alcanzó a su padre y su tío que ya esperaban el bus interprovincial. “No te preocupes hijo, veré al médico y volveré en unas semanas”, lo calmó Santiago y lo abrazó con una honda emoción, antes de subir al bus.