Rodrigo intentó comunicarse con Emilia durante los finales pero su celular no contestó. Pues bien: tan sólo le quedaba estudiar por él y no por ambos. Pero se le hizo difícil: cual mágico encantamiento, cada palabra de cada libro hacía lo posible por recordarle a ella.
“No sé qué hacer”, se decía así mismo al salir de cada examen y ver que ella salía antes sin decirle nada. Al final, para cuando recogió sus calificaciones, se dio con la ingrata sorpresa que casi desaprobó todas las materias.
Su propio padre lo recriminó cuando se enteró por boca de su hijo de lo ocurrido. “Tú nunca trajiste tan bajas notas. ¿Qué te ocurre?”, preguntó él esperando una respuesta. “Es por mi amiga, no me habla y eso me desconcentra”, confesó el joven haciendo una mueca de tristeza.
El padre se mostró comprensivo pero firme al mismo tiempo: “Te entiendo, no es fácil decirle los sentimientos a una persona que quieres… pero no quiero que eso interfiera con tus estudios, ¿entendido?”. Rodrigo asintió con la cabeza. Su padre lo abrazó y le dijo que se fuera a dormir.
l joven subió a su cuarto. No tenía ganas de dormirse aún, así que prendió su computadora y abrió su correo electrónico. Tenía varios mensajes nuevos, pero sólo uno le llamó la atención: era del correo electrónico de Emilia.
Emocionado, Rodrigo abrió el mensaje. Su entusiasmo se diluyó mientras lo leía:
“Dear Rodri…
Sorry por no despedirme de ti… pero necesito tiempo lejos de ti… mi familia decidió viajar el verano a Europa… creo que será lo mejor…
Cuídate mucho Rodri… bye”.