Aunque Nico y Mario trataron de convencerlo, Lucho se mostró reacio a trabajar con ellos. Los amigos decidieron no hacer combi pirata por lo menos d, durante una semana. Terminado el plazo, Mario los volvió a juntarse en una cevichería.
Esta vez, Nico era el que estaba inquieto. “¿Qué te pasa? ¿Por qué tan callado?”, le preguntó Lucho mirándolo raro. Como le insistiera, Nico se molestó con su compadre y le pidió que hablaran de otra cosa. “Lo has visto, ¿verdad?”, le señaló Lucho con los ojos llenos de pavor.
Nico se derrumbó. “En el paradero, ahí estaba, ¡ahí!”, gritó el joven. Una vez que se calmó detalló que, haciendo la misma ruta con otra combi, pasó de noche por el paradero donde lo recogieron a Toño. Empezó a llamar a la gente y, de pronto, vio a alguien que lo miraba con ojos tristes.
“Era él, lo juro”, afirmó luego de contar que el espectro se desvaneció luego que volteó adentro de la combi para ver si se habían llenado los asientos. “¿Lo ves? ¡Está buscando vengarse!”, dijo Lucho asustado. “Ya basta”, les habló Mario muy contrariado y se levantó de la mesa diciendo, “ningún fantasmita nos va a asustar”.