El encapuchado no se movió y uno de los sicarios se apresuró en revelar su rostro: no era Jano. Ninguno de ellos sabía explicarse cómo un joven cualquiera había sido confundido con su mayor enemigo. “Lo perdimos”, comunicó otro por radio.
“Prepárense para el plan total”, ordenó la voz al otro lado. Algo alejado de ahí, Jano y sus amigos llegaban al inicio de la Ruta de las Lágrimas. “Tengo que volver”, dijo Quinto. En su rostro se veía la mirada de quien ya no va a regresar.
Se despidió por última vez de su viejo compañero de aventuras y volvió hacia la ciudad. Los tres empezaron a avanzar por el camino, cuando Mirella se percató de un ruido en el aire. “Aviones”, murmuró Neto al ver hacia el cielo. “Corran”, les advirtió Jano ante el inminente peligro.