“¿Cuál niño?”, preguntó José con extrañeza. “Aquella sombra en la lavandería… y ahora en el baño”, se explicó Darío entusiasmado, “vamos”. Darío caminó con su tío hasta el baño. Le señaló que el niño había estado allí y que luego se dirigió a un cuarto.
Lo llevó a José hasta el cuarto a oscuras y prendió la luz. Nada. Tan sólo una cama tendida y sin ninguna perturbación. “Pero… entró aquí”, señaló Darío con su índice hacia dentro del cuarto. Su tío, incrédulo, le recriminó: “parece que la pastilla aún no te hace efecto”.
A la mañana siguiente, Rodríguez está sentado en su escritorio. Apenas si ha dejado sus cosas y empieza a sonar el teléfono en su consultorio. Levanta de forma rutinaria el auricular y pregunta desganado el repetitivo “¿aló?”. La expresión de su rostro se asusta al saber que José y Darío van a verlo.