Parado, mirando hacia el paradero, se encontraba Joel. Sobrio y sonriendo. Pero no era la visión de alguien de su edad, no: era el mismo Joel, tan joven como aquel día que lo dejó. “No puede ser”, se repitió Sofía mientras intentaba cruzar la pista.
Con mucho cuidado, dio los pasos necesarios para llegar al otro lado de la calle pero, cuando apenas los separaban un par de metros, Joel desapareció súbitamente, como si se hubiera esfumado en un recuerdo. Desconcertada, miró hacia uno y otro lado.
Sin saber qué hacer, las emociones la empezaron a dominar. Los latidos que golpeaban su corazón eran demasiado fuertes para ignorarlos, y entonces… Lo primero que vio al abrir sus ojos fue a un paramédico chequeando sus signos vitales al costado de una ambulancia. “Reaccionó rápido”, le dijo al verla levantarse.