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Tu amor yo lo comparo
a un péndulo incesante,
que a izquierda y derecha,
marcha firme y arrogante.
Un péndulo dubitativo
que no se puede detener;
así le ocurre a tu corazón
que no decide a quién querer.
Y palpita pensativo
de un lado a otro su misterio,
frunce el ceño compungido
que señala: “esto es serio”.
Al final, cansados,
cae el cuerpo, acaba la cuerda,
el corazón que ya no siente,
la manija que ya no lerda.