El hombre en la capucha: Que Dios te perdone, Ciudad Tejeda

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Un desierto se alza ante ellos. Neto, Mirella y, sobretodo, Jano han caminado durante varias horas, pero la ruta del costado sólo les muestra el inclemente asfalto de la sinuosa carretera y la vegetación seca bajo el calor agobiante de un sol renacido. Huyeron con dirección al norte, en busca de un escondite seguro.

Pero la sensación de persecución implacable, los mantuvo despiertos esa aciaga noche anterior. El temor de ser reconocidos movió a Jano a alejarse de los centros poblados y continuar por la ruta agreste y algo abandonada de La Silente, aún cuando fuere la más larga hasta Ciudad Tejeda, su verdadero destino.

De forma difícil pero exitosa, los jóvenes avanzaron por la silente poco más de la mitad del recorrido cuando, sea el cansancio, el calor o ambos, Mirella dio un mal paso y su cuerpo maltratado se derrumbó sobre las pequeñas piedras en la tierra. Jano volteó la mirada ante el ruido y corrió a auxiliarla.

(continuará)

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