Bruno G despierta luego de un rato. El golpe ha sido tal que la cabeza le duele horrores. Aún sigue sorprendido de verse con ropas tan fichas y la carta de amor que, a pesar de tener su letra, él no escribió; así que tarda en darse cuenta que el celular suena en su bolsillo. “Oye, ¿dónde andas? ¿por qué demoras?”, se escucha la voz de una joven. “Ya voy”, contesta simplemente, sin entender bien del todo.
Está bajando del cuarto hacia el primer piso por la escalera cuando otra vez suena el aparato. “Hey man, ¿por qué no recogiste las flores?…”, Bruno G abre la puerta, “estoy abajo”, termina César de decir, cara a cara con su amigo. “Me quedé dormido, sorry”, es lo único que atina a pronunciar. César le pregunta si se siente bien. “Bien, como siempre”, responde Bruno. “Qué bueno, porque me pareció que estás algo pálido”, dijo el otro.
Bruno pregunta por qué las flores. “Ya veo, estás nervioso”, afirmó el amigo, “son para Leslie… y no te olvides, te espera en el 621, la casa verde”. “Ya man, tampoco me olvido de todo”, trató Bruno de ocultar su ignorancia. Sin mucha convicción, tomó las flores y empezó a correr un par de cuadras antes de darse cuenta que “¿y por qué corro?”. En su mundo no había tenido ninguna enamorada y ahora se desesperaba por una desconocida. Caminó tres cuadras más y vio la entrada. “621”, leyó mientras tocaba el timbre. Unos segundos después, la puerta se abrió…