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Querida amiga,
mi amada desconocida,
cada día que empieza
me sabe suicida.
Desde aquel paseo
del invierno intenso
escuchaba voces ciertas
de un ambiente tenso.
Me miraste triste
y me contaste tu pena,
me fulminaste en el acto
como dolor de una vena.
Que esto acabó,
que no continuaremos,
y yo insistiendo por qué
si aún nos queremos.
Dijiste que era tarde
y sola te marchaste,
dejando atrás al que un día
por su amor luchaste.
Entonces comprenderás
que no fue fácil olvidarte,
como son otras cosas simples
que parecen un arte.
Y que te maté en mi recuerdo
como perverso homicida,
llamándote desde ahí
mi amada desconocida.
Porque ya olvidé el viernes etéreo
de la negra despedida
que me dejó en los labios
ésta, tu amarga partida.