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Camilo Espinoza Beas
En uno de mis frecuentes viajes a Jauja, fui invitado a una reunión, organizada por “excelentísimos” jóvenes jaujinos profesionales, donde se “debatiría” de política y cultura. Me entusiasmo mucho la invitación, revise algunos textos y apuntes referidos a lo que se debatiría, deseaba estar preparado y no hacer el ridículo, más aun tenía algunas anécdotas con escritores que deseaba comentarlas.
La reunión estaba programada para las seis de la tarde, yo estuve un cuarto para las seis, esperando, y como es costumbre, los “excelentísimos” profesionales “promesas de Jauja” llegaron pasadas las seis, muy contentos con traje y corbata y con sus “dignísimas damas que los acompañaban”. Yo estaba solo, sin traje y corbata, con un libro y unas notas bajo el brazo, lo cual me hizo sentir en desventaja antes que comenzara el debate.
Ya instalados, se inicio el debate, uno de ellos fungía de moderador y las preguntas fueron: ¿Qué esperan los jaujinos de sus políticos? ¿Somos los jóvenes los que deberíamos tomar las riendas? ¿Estamos preparados para asumir tamaña responsabilidad?, se vertieron diversas opiniones, unas más sensatas y coherentes que otras, por no decir que la mayoría eran disparates. No detallaré, en esta oportunidad lo “debatido” sobre política, eso será materia de otro comentario. Me centraré en el segundo tema de debate. El cultural.
Deseaba abordar el tema de manera directa, con la venia del moderador, pregunté: ¿A cuántos escritores Jaujinos han leído? ¿Saben por qué a Jauja le pusieron País de Jauja?, esta última pregunta pareció muy ingenua hasta digna de burla, pero lo sorprendente fue las respuestas de estos “jóvenes profesionales ilustrados” y cito una de ellas: “El nombre País de Jauja, se le ocurrió a un ex loco político porque como a Huancayo se le dice Nación Wanka, entonces era conveniente llamar asi a Jauja” quedé golpeado profundamente, no podía creer tanta ignorancia, me reincorpore y dije: “Yo creí que era por la novela de Edgardo”, entonces preguntó una de las dignísimas damas ¿Quién Edgardo?, Edgardo Rivera Martínez, dije; creo haber escuchado de él, dijo alguien por allí. Por un momento deseé salir corriendo de aquel foco de ignorancia, dirigirme a mi biblioteca, no salir de allí y escribirle una carta a Edgardo contándole lo que me acababa de suceder; en eso mi deseo se vio interrumpido con una pregunta: ¿Y tú, conoces a Edgardo?
No sabía que responder, pero respondí que NO, no conozco a Edgardo. Lo negué como Pedro a Jesús, no tres veces solo era necesario una vez. Y en aquel momento, mientras hombres y mujeres que supuestamente querían cambiar la política de Jauja y fomentar la cultura, yo silenciosamente le brindaba mis disculpas a tío Edgardo, por negarlo, y me decía para mis adentros: “Acabo de negar a uno de los más destacados narradores del Perú contemporáneo. Acabo de negar El visitante, su novela corta. Acabo de negar sus libros de cuentos, libros que confirman sus dotes de narrador. Acabo de negar País de Jauja obra con la que alcanzó el reconocimiento nacional e internacional y de la que recuerdo muchas cosas que me llevaron a identificarme con mi Jauja y a escribir todo lo vivido en aquel lugar de cielo azul incomparable y nubes blancas de algodón”.
Recordaba aquella tarde, de conversación, donde muy gentil su esposa me brindó un delicioso cheese cake de sauco, tarde en la que yo muy entusiasmado le preguntaba, todo lo que podía, sobre literatura y le pedí que leyera mis escritos, él generoso y cortés aceptó.
En esa conversación, también me contó que conoció a Mario Vargas Llosa, en la facultad de letras de la UNMSM, y compartieron un curso que entonces se llamaba Sección Doctoral. Tuvieron muchas charlas, hablaban de Camus, Sartre. Él era muy estudioso y gran lector y hasta en una ocasión, Mario le “sopló” una o dos preguntas.
Me contó también, que ambos se reencontraron en Paris en dos ocasiones, la primera en 1958, tomaron un café y charlaron muy cerca del Collège de France. Mario había ganado el Primer Premio del Concurso de Cuento convocado por la Revue Française, que incluía un viaje a París. Y la otra fue en 1963, cuando tío Edgardo, cayó con una fuerte gripe, quien acudió generosamente en su auxilio fue Mario, llevándole comida y medicinas, a ese Hotel Wetter. Y no sólo eso, sino que le prestó un ejemplar de La ciudad y los perros, que acababa de ganar el premio “Biblioteca Breve”.
Yo quedé realmente impresionado, envidioso por aquella narración, por conocer y haber compartido con un peruano ilustre como Mario Vargas Llosa. Yo no dejaba de mirarlo con admiración, estaba conmovido y creo que mis ojos brillaban. Tío Edgardo, con una sonrisa dibujada en su rostro, me dijo: “El oficio literario, se conseguía sólo a través del esfuerzo constante, con la continua construcción de tu propio estilo y el trabajo paciente de un obrero. Y es que el verdadero talento es insistir.” Y yo desde entonces, espero no desfallecer, insisto.
Edgardo Rivera Martínez, es uno de los más destacados narradores contemporáneos, al igual que Vargas Llosa, Bryce Echenique, etc. Gracias a esa obra maravillosa, País de Jauja, nos dio, a todos los jaujinos, un reconocimiento nacional e internacional. Y es lamentable que muchos desconozcan aquella novela, y es lamentable que no reconozcan a Edgardo como aquel inteligentísimo escritor que, por lo menos a mí, me inspiro a escribir, y sentir orgullo de ser jaujino y valorar mi tierra y valorar a todas aquellas personas que hicieron y hacen que Jauja sea un lugar mejor.
No olvidaré nuestra Conversación en el living de San Martín. Y nuevamente lo siento por haberte negado.
Jauja, noviembre 2009
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