Siempre me entusiasmó la idea y el gesto de ser solidario. No sólo como un concepto teórico sino como una conducta de identificación y desprendimiento incondicional para con el prójimo. Con la experiencia acumulada a través del tiempo admito que entiendo la solidaridad como una idea diametralmente opuesta al egoísmo, al individualismo y que se encuentra muy lejos y ajena a la vanidad. Quién se precia de acumular y tener es, probablemente, muy poco solidario, distante del drama humano diario e insensible a los apremios que viven nuestros vecinos y connacionales. Cito, sólo por lo que se me ocurre, dos casos: en una carta famosa de la década del 60, redactada por Pablo Neruda y dirigida a la juventud de América, cuenta que antes de partir hacia Cuba a un entrenamiento guerrillero, nuestro Javier Heraud convocó a todos sus amigos a su casa y les pidió que se lleven los libros de su biblioteca que quisieran aduciendo que “los libros se han hecho para leer”. Otro: Pedro Monge, antes de fallecer llamó a su albacea, don Miguel Martínez Saravia, a quién pidió que al morir su casa y su valiosa biblioteca fuesen entregados al municipio de Jauja, en calidad de donación, para que sirviesen de lugar de esforzada y provechosa lectura entre los jóvenes y estudiosos de Jauja. Ambos casos son, en mi recuerdo, vívidas experiencias de solidaridad.
La palabra solidaridad llegó a mis oídos desde el colegio y las aulas universitarias cuando en las clases de Deontología o Ética nuestros Maestros nos hablaban, con inusitada vocación, sobre los valores. Luego, cuando se conversaría sobre la jerarquización de los valores y surgirían las discrepancias más acaloradas por el valor más alto y sublime de la conducta humana: los políticos dirían que es la libertad, los abogados apostarían por la justicia, los economistas por la crematística, los psicólogos por la autorrealización humana, etc. Ningún profesional, desde su óptica, creería en la Solidaridad entendida como un valor que compete a la generalidad de los seres humanos y que, felizmente, es el valor que más se practica, especialmente en estos tiempos.
Desde que tengo entendimiento he visto numerosos gestos solidarios a todo nivel. Ejemplos a nivel mundial, fueron los gestos de apoyo internacional cuando ocurrió el terremoto de 1970 en Huaraz o más recientemente cuando el 15 de agosto de 2007 ocurrió el terremoto en Ica y Pisco. El célebre clérigo brasileño Monseñor Hélder Cámara decía: “si no estás con el oprimido, estás con el opresor”, esto en tiempos de la Guerra de las Malvinas; y yo no sé, si bajo esa inspiración el gobierno peruano tuvo un gesto solidario con el pueblo argentino en la desigual guerra que sostuvo con Inglaterra, en la década del 70 del siglo pasado, cuando acudió en su apoyo facilitándole material logístico. Está fresco, no hace poco, el recuerdo de la gran movilización nacional solidaria del país frente al azote del friaje de la zona sur. En fin, es bello advertir que en el planeta existe este sentimiento grandioso de la solidaridad y más bello todavía ver que, a nivel local, nuestra colectividad se mueve permanentemente para demostrarlo. No dejan de ser plausibles, entre otros, gestos de la “Asociación Pro Jauja” que anualmente hace actividades para estimular el rendimiento de los mejores estudiantes de la provincia, o ese otro gran gesto de la “Asociación Santa Fe de Hatun Xauxa” de cambiar el piso de nuestra Iglesia Matriz y enlucirla totalmente, ni qué decir de las campañas solidarias que cotidianamente vemos a través de los medios radiales y escritos del departamento a favor de personas y pueblos que tienen desgracias personales y telúricas.
Este es el momento cuando el ataúd de mi querida madre, se despide de su casa en la cuadra 8 del jirón Grau, Barrio La Libertad en Jauja; la misma que fue su residencia por más de 87 años (sábado, 11 de julio de 2009)
Por todo eso, cuando se habla de solidaridad, sólo de escucharlo se me arrebuja el alma y me conmuevo hondamente; especialmente, cuando compruebo que en mi adorada Jauja este sentimiento tiene un vigor insospechado, una fuerza que ennoblece a sus habitantes. Lo he advertido en numerosas ocasiones, especialmente en momentos dramáticos para un pueblo como son los momentos en que se enfrenta a la muerte. No recuerdo, por eso, sepelios más concurridos cuando transcurría el año 1990, el futbolista del Club Asociación Independiente Estudiantil de Jauja, Mario Bravo Malache, apareció cruelmente asesinado en las riberas de la Laguna de Paca y el pueblo conmovido lo acompañó hasta su última morada en nuestro Cementerio General. O esas otras demostraciones de dolor cuando en idénticos sepelios el pueblo, apesadumbrado y callado, dijo adiós a Luis Balvín Martínez y después a su primo Edilberto Balvín Povis, éste último muerto trágicamente en las festividades de carnavales en su barrio. Los jaujinos lloran, sin hipérboles y con mucho sentimiento cuando sus hijos parten al más allá, lloran sin mezquindades, muertes de hijos valiosos como Teófilo Jorge Aliaga Osorio, Hugo Orellana Bonilla, Juan Bolívar Crespo, Pedro Monge Córdova, Miguel Martínez Saravia, Pedro Adrián Infantes Mandujano, Maruja Martínez Castilla, Adelaida Bolívar Arteaga, y tantos otros que escapan a nuestro recuerdo.
Misa del primer mes en la Capilla El Carmen en la Plaza de Jauja (sábado, 08 de agosto de de 2009). Agradezco a todas las personas que nos acompañaron en estos momentos de dolor, su solidaridad sirvió para compensar esta tristeza por la partida de una madre.
Esa conmovedora solidaridad de nuestra comunidad es la que me obliga a resaltarla, especialmente cuando, como dije en una breve y agradecida alocución frente al ataúd de mi madre, uno constata que quién parte a la eternidad estaba adentrado en el corazón del pueblo, en el meollo del sentimiento Xauxa. Ese olor a multitud es el más grato de los aromas y el mejor homenaje que podríamos rendir a nuestros muertos, la gratitud que se expresa ante la pérdida de una vida fecunda, el incienso en el que se evapora una existencia santa. ¡He ahí, la valiosa y atípica solidaridad jaujina ante la que me hinco reverentemente!
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