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EL BARRIO DE LA LIBERTAD DE JAUJA Y SUS CARNAVALES

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La Libertad de Jauja

Carlos H. Hurtado Ames

El carnaval jaujino es el antiguo y señorial baile de nuestros padres y ancestros: figura principal en nuestra infancia y que, a la postre, se hizo parte fundamental en nuestras vidas. Así es, esencia viva de los de La Libertad y los jaujinos en general.

En el presente artículo haremos una presentación del barrio de La Libertad de Jauja y de cómo desarrolla sus fiestas de carnaval. El mencionado barrio es el más antiguo de la ciudad en cuanto a fundación, ya que data de 1871 y, dentro del proceso celebratorio de todo el carnaval jaujino, es uno de los más tradicionales, importantes y de mayor concurrencia.

LAS INSTITUCIONES BARRIALES EN JAUJA

En la sierra central del Perú, y particularmente en el valle del Mantaro, a comienzos del siglo XIX surge la figura de la asociación, que toma las funciones de la antigua cofradía que por este periodo entra en crisis. La “asociación” era una especie de círculo de afiliados dedicado a la devoción de santos específicos y dependía principalmente de la contribución de sus miembros. Al igual que ahora, muchos de estos cargos tenían responsabilidades específicas en la fiesta y supuestamente debía costear algunas ceremonias o la misa. Muchas de estas sociedades compraron tierras (muchas de ellas, también, las perdieron más adelante), que eran administradas por la autoridad más elevada: el mayordomo.

En el caso de la ciudad de Jauja, las asociaciones más importantes fueron realizadas por personas que vivían en un lugar común que delimitaba el barrio, y que tenían por eje articulador la adoración a la llamada Cruz del Barrio. La Asociación más antigua es precisamente la del barrio de La Libertad, que se fundó en 1871 con el nombre de “Asociación Fraternal del Barrio de La Libertad”; le siguen en antigüedad la del barrio de Huarancayo, que se fundó en 1928 con el nombre de “Asociación Fraternal Huarancayo” y la de la Samaritana, que data de 1934, esto último de acuerdo a lo que informa Pedro Monge en Estampas de Jauja (1980). En el caso de La Libertad y Huarancayo, existen libros de Actas que certifican esta información.

Precisamente ha sido Pedro S. Monge quien, de manera fina y elegante, ha enfatizado la importancia de los barrios en Jauja, sobretodo en cuanto a su participación en la fiesta de la ciudad, verbigracia, el carnaval jaujino: “En Jauja puede decirse que los Carnavales se han hecho para los barrios y que los barrios son obra de los carnavales. Cada barrio ha surgido bajo el signo de la alegría, de la música y la danza, con su capilla, su “monte” y su “pandilla”. Y barrio que no celebra este acontecimiento del año no tiene razón de existir”. Pedro Monge también observó que en el vocabulario local la palabra “barrio” significa algo más que en su acepción general y conocida. Designa, señala, no sólo a cada una de las partes en que se divide la ciudad, sino, sobre todo, a una asociación de vecinos, especie de hermanos, organizada, con obligaciones religiosas y sociales para los tiempos de Carnaval. Cada barrio tiene su junta directiva, con su presidente y sus funcionarios de fiesta, devotos del Señor de la capilla y devotísimos del “cortamonte”. Por eso, para Pedro Monge, al decir los “barrios de Jauja”, se designa en realidad a estos conjuntos organizados, verdaderos resortes de voluntas colectiva, capaces de acciones más grandes que la simple celebración de un carnaval.

Como vemos, una de las principales funciones del barrio es la organización de la celebración de la fiesta del carnaval: el cortamonte. Pero la función de la asociación no se limita sólo a esto, se observa que también realiza actividades en pro del desarrollo del barrio. Este aspecto no será desarrollado en este artículo, que se centra en el barrio como ente organizador y que asegura del éxito de la fiesta.

EL BARRIO DE LA LIBERTAD: ORIGEN DE LA MEMORIA

Plaza Santa Isabel del Barrio La Libertad
Histórica fotografía de la Plazuela de La Libertad en Jauja. Foto Recopilada en el Concurso de Fotografías Antiguas “Jauja Recuerdos en Blanco y Negro”, participante: Pio Peña Cairampoma
www.xauxatiempoycamino.org

El emplazamiento del barrio de La Libertad es el que corresponde prácticamente al ahora llamado Centro Histórico, el damero o la cuadrícula, considerado como zona de resguardo arquitectónico por el Instituto Nacional de Cultura. Esto porque el barrio esta comprendido en la zona central de la ciudad y ha sido así desde los tiempos más antiguos. Los límites del barrio aceptados por el consenso, aunque imprecisos, son desde el jirón Junín, entre los jirones Tarapacá y Manco Cápac; del jirón Manco Cápac hasta el jirón Arica y del jirón Tarapacá hasta el jirón Acolla. El lugar más representativo del barrio los constituyen la Plaza Santa Isabel y la Alameda que va al cementerio, donde termina el límite.

Se trata de un barrio lleno de historia. En efecto, desde los primeros tiempos, La Libertad ha estado presente en toda la historia de Jauja, ya sea en la decisiva participación en las luchas por la independencia o las acciones con Cáceres durante la infausta Guerra del Pacífico. Precisamente, la historia de la institución se remonta a las últimas décadas del siglo XIX, que, como ya señalamos, es lo que nos muestran los valiosos documentos históricos que tiene la Asociación. De acuerdo a esta información, se sabe que el barrio se fundó en 1871 y tiene, por lo tanto, 136 años de existencia, aunque es obvio que el proceso histórico es más amplio. En el respaldo de la primera Cruz del barrio aparecen los nombres de los cobarrianos: Manuel Monge Rivero, Gabriel Vargas Valenzuela, Carlos Vargas Monge, Valeriano Monge, Pablo Bonilla Gutierrez, Francisco Abanto Monge, Manuel Velazco Hurtado, José Ampuero Núñez, Manuel Landa Pacheco, Justo Villanes, Alejandro Osorio, Humberto Lizarraga, Germán García, Juan Ames Galarza, Santiago Solís, Rosendo Solís, Cesar Lira, Rosendo Bravo, Pelegrino Loli, Pedro José Núñez, Cesario Villanes, José Saravia. Pedro H. Prado, Erasmo Posadas, Rolando Colareta, Luis Bardales, Arturo Vásquez, Manuel del Valle, Vicente Caballero, Fortunato López y otros distinguidos cobarrianos que no se han podido obtener sus nombres.

En aquella época, se fundó la Asociación con el nombre de “Santa Isabel”, el que sería reemplazada por el de “La Libertad” a raíz del centenario de la independencia en 1921 y la construcción del peculiar monumento con águila encima en la plaza del barrio. Esta plaza, así como la Alameda que va al Cementerio, fueron realizados en 1859 por el Batallón “Paucarpata”. Esta plaza tiene mucha historia, ya que aquí se realizaban sonadas corridas de toros y fue el sitio primigenio donde surgió el “jalapato”, al igual que la tunantada, como lo viene demostrando la investigación científica objetiva y no el empirismo subjetivo que es poco lo que aporta. La Alameda ha sido y es un espacio público de tertulia, donde han nacido muchos romances, siendo de recuerdo las parejitas y su “amor de tísicos” que inspiraron muchos relatos y poemas. El Arco, que es prácticamente un símbolo del barrio, es un diseño del artista Wenceslao Hinostroza ya en el siglo XX y que reemplazó a las antiguas rejas similares a la de la Alameda de los Descalzos de Lima que antes había.

Edgardo Rivera Martínez, vecino notable del barrio, ha plasmado en varias de sus obras, esta geografía urbana que venimos mencionando.

CARNAVAL: ENSOÑACIÓN Y MAGIA

Jaujinas
Lindas jaujinas en pleno carnaval

Sin embargo, lo que más caracteriza al barrio de La Libertad son los famosos carnavales que aquí se organizan. En principio este barrio es el único de entre todos que conserva celosamente la tradición de plantar y tumbar alisos en sus tradicionales cortamontes. Curiosamente, las pepitas del aliso comienzan a madurar por la época de carnavales en Jauja.

Para la organización de la fiesta de carnavales, antes existían dos juntas directivas, una para el monte que se tumba el día viernes, el más antiguo, y otro para el que se tumba el día martes, el llamado de “la juventud”. Posteriormente, estas juntas se unieron, y a partir de 1983, se consiguió la personería jurídica del barrio para los trámites legales respectivos de diferente índole. El origen del monte del día viernes no ha sido determinado con claridad, aunque es posible que sea parte de la expansión de la fiesta de cortamontes en Jauja que se dio, al parecer, entre la segunda y tercera década del siglo XX. En este momento inicial, tanto la llamada traída y el cortamonte propiamente dicho, eran en un solo día, situación que cambio al hacerse más compleja la fiesta. El monte de la “juventud” se remonta a épocas más recientes, a la década de los sesenta del siglo pasado. Este monte es el más concurrido de toda la provincia de Jauja y seguramente de toda la sierra central del Perú. El martes de la juventud no alcanza la vista para ver las cuadras y cuadras de bailantes. Se trata de un espectáculo simplemente impresionante. La jaujina liberteña con su atuendo típico innumerable, abarca una dimensión más alta de la que aquí podemos mostrar.

Todo jaujino que se precie ha bailado o desea bailar en La Libertad y cada vez son más las parejas de bailantes y seguramente se irán incrementando con el devenir del tiempo. En este sentido, la construcción de la plaza folclórica del barrio por la anterior junta directiva es una cosa digna del aplauso (me refiero a la integrada por las profesoras Mary Velasco, Marina Ames y Antonieta Olivera). Mediante ello aseguramos la conservación y permanencia de uno de las expresiones folclóricas más importantes de Jauja, pero sobre todo de nuestra identidad. Por su parte, la actual junta ha puesto más énfasis en la construcción de la Capilla barrial con la participación de casi todos los cobarrianos, que a la vez es un anhelo en el que se ha venido trabajando desde hace muchos años.

Hay magia en el carnaval, quienes esperamos todo el año para ataviarnos de jaujinidad en estos días, lo sabemos. Un milagro secreto, unánime, que se renueva y revitaliza. Tantas sensaciones mezcladas en la traída y en el baile, alegría, euforia, ensoñación, un no sé qué, amor tal vez. Eso que nos hace decir felizmente somos jaujinos, felizmente nacimos aquí. ¿Cuántos sueños, cuántas vivencias, cuánta razón de vivir? Carnaval en La Libertad, así como ese nido que abriga la esperanza; la ilusión que nos convence del milagro de la vida.

Por todas estas razones, hablar del carnaval jaujino es hablar del barrio de La Libertad, y hablar del barrio de La Libertad es hablar de la historia de Jauja. Efectivamente, para comprobar esta verdad tan fundamental, basta con darse una vuelta por las calles del barrio tan llenas de esta historia, o ejecutar el maravilloso baile del carnaval jaujino, elegante por sobre todas las cosas, infinito, lleno de vida y de tiempo.

Huamanga, febrero del 2007.

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La famosa Traída de Monte del Carnaval Jaujino

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Traida de monte
Hermosa foto costumbrista de nuestra traída que trata de ser desteñida por la presencia de hueleguisos o más conocidos como “cuellos” que asisten sin el atuendo de rigor

Dario A. Núñez Sovero
darionunezsovero@hotmail.com

El carnaval jaujino tiene como componente más significativo a la fiesta del cortamente que, para el coterráneo y el visitante, tiene en su contenido un conjunto de elementos que son, cada uno, más ocurrentes y originales. Iniciemos en estas líneas por describir lo que a lo largo de mis años he venido advirtiendo y que, así lo entiendo, es un legado que hemos recibido y que se pierde en la noche de los tiempos.

La fiesta empieza con el llamado montevelay que se realiza la víspera de la traída del monte y, luego con similares conductas, en la antesala del día de la cortada del árbol. Ambos momentos son reuniones de vecinos en sus respectivas capillas, para compartir un momento ante la Cruz del Señor del Barrio que culminará cuando alguna devota, en contrita actitud, haga rezar el santo rosario a la asistencia. Previamente, los alfereces de la fiesta brindan algunos bocaditos y bebidas espirituosas para “levantar el entusiasmo”. La alegría de la llegada del cortamente al barrio es enfatizada cuando sonoros y estruendosos cohetes rasgan la quietud nocturna notificando a la población que “estamos en fiesta”.

Al día siguiente, personas designadas con antelación, interrumpen la apacibilidad azulada del alba jaujina haciendo estallar los 21 camaretazos de reglamento saludando el primer día festivo. Normalmente, los cobarrianos más entusiastas se incorporan de sus tálamos con la idea fija de que hay que ir a acompañar al padrino de turno en la tarea de traer a la plazuela de la fiesta su árbol. Este, por su parte, se ha preparado para la ocasión y desde el inicio ya está en la puerta de su casa esperando a sus invitados con ansiedad y con un buen licor de Monobamba para encender los ánimos. Prácticamente desde este instante es que empiezan una serie de incidentes cada uno más jocosos. Así por ejemplo, llegan los famosos “patasqueros” que son los autoencargados de saborear la patasca, platillo preparado sobre la base de motes y carnes, y, entre dientes, ponerle una nota. Aunque no lo crean, como si fuera una asignatura escolar, la patasca, que ha hervido toda la noche anterior, tiene nota. Si hay bastante carne, un mote suave y harto perejil con cebolla y su rocoto picante tendrá nota alta y, al revés, cuando en el plato ralean unas cuantas carnecitas que flotan en un caldo aguachento, hay una desaprobación; lo gracioso de los “patasqueros” es que se dan tiempo para visitar cada uno de los domicilios de los padrinos de monte del barrio, lo que en buen romance quiere decir que ese día se comen entre tres o cuatro platos. Conocí a “patasqueros” famosos y reconocidos como Beto Suárez Marticorena y el “negro” Jorge Diaz, cuyos paladares estaban sensibilizados para percibir la buena comida, de cuyo resultado contaban con una muy buena “bodega” en el vientre. La patasca, naturalmente, es el alimento que fortifica el entusiasmo de quienes van a cargar el árbol y debe ser complementado con un aromático café y algunos panecillos de mama “toya” que si estuvieran con relleno de jamón, mejor.

Pero saborear este exquisito desayuno no es un acto mecánico, menos silencioso, está animado comúnmente por el sonido de los huajlas y tinyas que con melodías guturales, que suenan a distancia y con acompasada entonación, van convocando desde la puerta del local fiestero al gentío cada vez más numeroso que presuroso llega portando la indumentaria de rigor (sombrero de paja, harina para el juego posterior y uishcata). En el interior los comensales van animando el momento con toda clase de bromas. La chacota y frases zahirientes son el denominador común. Entre las más saltantes quiero mencionar una: todos sabemos que, gramaticalmente, los oficios tienen la desinencia ero, así al que compone zapatos se le denomina zapatero, al que corta el cabello peluquero, etc., y como quiera que al huajla en castellano se le denomina cacho el lector adivinará la denominación que recibe en la fiesta el que lo toca; los chistosos más filudos los llegan a asociar con algunos conocidos “falderos” de Jauja (escuché que al huajlero le decían, con ironía, Pocho Pagador y hasta ahora no me explico por qué a tan caro amigo ya extinto no lo dejan descansar en paz). Así van pasando los momentos, animados por los infaltables “copones” de aguardiente remojados en hierbas y otros licores que los presentes reciben y beben con regocijo y gratitud. Recientemente se ha incorporado, con acierto, el licor de muña como un complemento especial “para matar la grasa” de la rica patasca y evitar incómodas flatulencias.

Finalmente, “el alto comando” o cobarrianos notorios que dirigen la fiesta disponen que el rico desayuno ha concluido y nuevamente el pansexualismo de los fiesteros aflora casi reflejamente y entonces casi a una sola voz espetan “todos al palo”, aludiendo a que hay que ir por el árbol a algún lugar circunvecino de la siempre simpática y ubérrima campiña de Jauja.

Mientras la comitiva varonil acude a cortar el árbol para traerlo al barrio, en la casa de la madrina, las damas acompañantes van llegando y animándose al compás de la música de una buena orquesta recibiendo agasajos por doquier, aprestándose para dar alcance a los varones portando un riquísimo “shajteo” que no es sino un refrigerio a base de shajta (arvejas molida con queso untado de ají amarillo y carne seca), cancha y papa sancochada con choclo, que se sirve a todos los asistentes en algún lugar ad-hoc que generalmente es en las míticas riberas del río Yacus. Cuando este alcance se da, hay un juego de carnavales previo con harto talco perfumado y harina, que a veces es aprovechado por algunos libidinosos para “paletear” a algunas damitas de vistosa y provocativa pulpa, es en esos momentos en los que la alegría se ha generalizado y el clímax llega a su punto más alto.

Luego, los asistentes acompañan el vehículo que transporta el árbol bailando en pareja al compás de las notas de huaynos interpretados por la orquesta de rigor. Al llegar al lugar de destino, los árboles son transformados en vistosas marquesinas adornadas por toda clase de artículos y vituallas que la madrina cuelga para que sean arrancadas por la muchedumbre que asista el día de la cortada o tumbamonte. Cuando, finalmente, el árbol es plantado con la infaltable ayuda de los “vientos”, que son sogas haladas en cuatro direcciones, “tentemosos” o palos cruzados en forma de aspas donde descansa el árbol suspendido a media altura sumado al entusiasmo y fuerza de los participantes, todo es alegría incontenible, danza general y la gente se abraza y brinda por haber concluido esta tarea, mientras en la parte central los llamados “cuellos” van exigiendo a viva voz “agua” al grito de “alalau” padrino y éste, generoso, alcanza algunas cajas de cerveza en recompensa por todo el esfuerzo realizado.

Miles de jaujinos y visitantes e invitados han pasado por esta fiesta dejando su recuerdo imperecedero, por ejemplo: no recuerdo otro hombre más diestro y ágil que el famoso “zancudo” Rivera Osorio cuando era convocado para atar, en lo alto, las sogas al árbol antes que fuera derribado por primera vez para direccionar su caída. Las bromas siempre agudas de “totolo” Vargas que cuando ha..ha..ha..blaba, olvidaba su lenguaje siempre bloqueado y, parecía un experto conferencista de prensa al que todos escuchaban con rostro absorto para terminar en escandalosa carcajada. La diligencia y precaución tranquilizadoras para cualquier padrino que los contrate, que transmiten los hermanos Pahuacho cuando de plantar el monte se trate.

Rumbo al Barrio
Jolgorio de parejas que danzan acompañando al monte hacia el lugar donde será plantado

O las famosas “tomadas de pulso” que se ensayaban en los “manshus” y que no eran sino apretones a los testículos que se hacen en castigo a quiénes asisten a la fiesta sin el atuendo de estilo y se resisten a tomar el abundante trago sancionador no queriendo abrir la boca. Recuerdo un “manshu” hecho a nuestro buen amigo Orfeo Huatuco, conocido como “volvo”: ocurre que tenía todo en regla y “el alto comando” dispuso discretamente y sin que lo notara para él su castigo. Cuando, entre varios, lo echaron bruscamente a la “champa” gritaba ¡por qué!,¡si tenía todo en orden: sombrero, uishcata jaujina, había llegado a la hora citada, etc.!, entonces de un mozalbete gracioso y agudo que nunca falta recibió por respuesta: ¡por feo!

Fin de la Traida
Satisfacción general por haber concluido con la tarea del día de parar los árboles

Si quisiera decir que estamos en carnaval parafrasearía a un amigo literato cuando en un escrito perdido en algún anaquel escribió que han llegado los carnavales “con sus zapatos de agua trotamunda” y de verdad ya llegaron con sus lluvias incontenibles y sus hijos llenos de irisados colores. Con lluvia o sol, calor o frío, los jaujinos siempre seguiremos bailando. Viva Jauja.

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Los colores en la vestimenta de la mujer jaujina

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Darío A. Núñez Sovero
darionunezsovero@hotmail.com


De niño, recuerdo que las mayores solían vestirse, para bailar el cortamonte, con centros de colores graves. Las tonalidades de dichos centros eran mayormente de color negro y, en menor cuantía, verde y azul. La verdad es que hasta ahora no me explico por qué a la prenda más notoria del disfraz de jaujina le decían centro, luego entendería que se trataba de lo que todos conocemos como faldellín o pollera ancha. Quizás si viviera doña Flavia Caro, aquella matriarca del disfraz de jaujina, podría explicarme este interrogante que hasta ahora no tiene respuesta.

Cortamonte Barrio La Libertad 1987
Cortamonte Barrio La Libertad 1987. De izquierda a derecha tenemos a Alejandro Artica Sovero, Sissi Artica Gansbiller, Rudolf Artica Gansbiller, Carolina Quispe y Angel Núñez Palacios. Durante la década de los ochenta fue común el uso de colores alegres en el traje típico de la mujer jaujina.

Hoy, me pregunto por qué los colores de los centros han ido variando con el tiempo. Primero eran de tonalidades graves, luego se trastocaron en tonalidades leves y alegres. Últimamente han recobrado el brío y brillo originales con los que vi bailar a mi madre, entre otras damas de antaño.

Quiero asociarlos igual, al hecho de que los colores son importantes para expresar el ánimo colectivo de un pueblo. Jauja, ciudad de abundancias, aire puro, cielo de azul intenso, aplomado sol, copiosas fuentes de agua, arboledas por doquier y una campiña de verdor sorprendente, impregnó a sus hijos una energía vibratoria energetizante. Esta sería la explicación de por qué las mujeres jaujinas, cuando danzan, usan centros de variados colores que, en síntesis, traducen sus estados de ánimo.

Cortamonte en Jauja
Cortamonte Barrio La Libertad 1983 – Jauja. En la foto de izquierda a derecha aparecen: Licia Benites, Paco Ramírez, Ruth Gutiérrez, Moisés Gamarra, Palmira Palacios, el que escribe esta nota, Julia Contreras y el inefable Mickey Pérez

Lejos estoy de pensar que los colores del disfraz de las jaujinas responden a criterios puramente mercantilistas. En este asunto debemos olvidarnos de que se trata de publicidad, asesores de imagen o marketing. Estos son temas que podrían adjudicarse a ciudades vecinas que han transformado su identidad hacia rumbos fenicios.

La jaujina usa colores en sus centros por que quiere darle un mensaje implícito a su pueblo. Así el negro lo asocia con poder, elegancia, formalidad y fortaleza. El verde con seguridad, naturaleza y misterio. El azul es el color del cielo y del agua, por lo que se suele asociar con la estabilidad y la profundidad. El amarillo con alegría y felicidad. El rojo con fuego, con peligro y el blanco con la fe, la pureza, la frescura y la limpieza.

Milagros y Rafael
Cortamonte del Barrio Huarancayo 2007 – Jauja. Milagros Moreno Minaya y Rafael Meza. Esperamos que se mantenga la originalidad del traje típico de la mujer jaujina

El uso de estos colores no es intencional ni dirigido, simplemente es la traducción del psiquismo de la mujer jaujina para el momento de la fiesta. En toda conducta hay grandeza en la mujer jaujina, por eso es que ellas son el hálito delicado que ennoblece el corazón xauxa.

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Carnaval Jaujino 1969
Cortamonte del Barrio Huarancayo en el año 1969. De izquierda a derecha entre las damas jaujinas tenemos a: Elizabeth Navarro, Lucha Núñez, Carmen Cáceres, Olga Chang, Elsa Sedano y Betty Chávez. Entre los varones: César Morales, Ruby Mellado, el infaltable Mickey Pérez, Lucho Ramírez, Orlando Calderón y Caruso Morales. Todos los citados luciendo un esmerado atuendo típico

Dario A. Núñez Sovero
darionunezsovero@hotmail.com

Que la vida es bella, hermosa y divina, es real y no existe argumento en contra. Vivir plenamente imbuido de una filosofía “del hombre total” debe ser el lábaro que oriente los días de existencia intensa que nos toca vivir. Nada debe ser hecho a medias, hacer las cosas que nos gustan pero hacerlas bien, no mediocremente. Ese es el signo vital de nuestro tiempo, el rasgo más rotundo de nuestras fugaces vidas. Por eso es que al prosar estas líneas quiero complementarle al lector la experiencia que le falta para darle a su existencia esa totalidad que reclamo: vivir plenamente los carnavales de Jauja, “Los Carnavales de mi tierra”.

Huarancayo 2006
Cortamonte Barrio Huarancayo, año 2006. Agraciada dama jaujina, Milagros Moreno Minaya, ensayando donairoso paso de pandillada junto a su pareja, Daniel Briceño Cairampoma

Recientemente, he visto con asombro que las entidades del Estado, con la Ministra de Comercio Exterior danzando, cuando de promocionar el turismo interno del país se trata, anuncian sin aspavientos los carnavales de muchas partes del país, pero ninguno de ellos dice algo de Jauja y, en contraste, leo en Internet, acompañando un video, que una cusqueña desde Nueva York invita al mundo a visitar Jauja y gozar de “los mejores carnavales del mundo”. Como esta bella dama asume la labor de justiciera de Jauja es de justicia, también, decir su nombre: Daniela Cornejo, quién hace tres años tuvo el coraje de embarcarse como filojaujina y madrina de monte para hacer una de las fiestas más memorables en el ya legendario Barrio de La Libertad de Jauja.

Daniela Cornejo y Cesar Saciga
En la foto aparecen los padrinos del Cortamonte La Libertad 2006, Daniela Cornejo y César Zárate Sáciga junto a sus invitados.

Así como Daniela, muchas personas se autoconvocan para estar en Jauja durante sus carnavales y no resisten en caer rendidos ante la tentación de asumir compromisos para el próximo año. Por ello, en ese tiempo, no es raro apreciar en las copas de los montes a verdaderos bazares de artículos que son el premio para los niños y jóvenes que esperan ansiosamente el derribamiento del árbol para llevarse un buen recuerdo de la madrina. Así lo he visto en Jauja, Ataura, Muquiyauyo, Huamalí, Apata, Sincos, etc.

Cortamonte La Libertad Jauja 1983
Cortamonte Barrio La Libertad 1983 – Jauja. En la foto aparecen de izquierda a derecha: Palmira Palacios, quien escribe esta nota, Ruth Gutiérrez, Moisés Gamarra, Blanca Martínez y el infaltable Mickey Pérez.

De este modo es cómo la ocasión de la llegada de los carnavales es la oportunidad de reencuentros con paisanos y comprovincianos a quienes habíamos dejado de ver por buen tiempo. Las casas, como diría el desaparecido Ernesto del Valle, vuelven a retomar la lozanía que el tiempo siempre inexorable les va quitando, los jardines enseñorean sus galas para mostrarse como un vergel impactante y las calles se aprestan a ser escenario de recorridos de orquestas y bandas que van derramando quejumbrosas notas de pasacalles y huaynos. Tengo buenos recuerdos de amigos de barrio y paisanos que para este tiempo y en broma decían que ya habían hecho “solear el cuello” y lo habían frotado con “charcot” aprestándose a asistir a cuánta fiesta hubiera para engullirse los deliciosos potajes preparados por las madrinas y “chupar” cuánta cerveza hallen proporcionado por los padrinos; estos eran los famosos residentes de “collique” en alusión a su condición de cuellos que no es otra cosa de lo que los antiguos conocían como “jatipacos” (zampones, hueleguisos).

Cortamonte La Libertad 1969
Cortamonte Barrio La Libertad 1969 – Jauja. En la foto aparecen de izquierda a derecha: Coco Velasco, Moisés Gamarra, Raúl Camarena, el infaltable Mickey Pérez, Pepe Aguero, Orlando Calderón y Rubi Mellado. Entre las lindas jaujinas distinguimos a Judith López Díaz, Gloria Paredes, Olguita Chang, Noemí Fernández, Carmen López Díaz, Clara Quevedo Cárdenas, Carmen Cáceres y las hermanas Navarro.

Gerardo García, hablando de Jauja, decía que nuestra ciudad es “como una flor en el aire” aludiendo a su belleza incomparable. Para los carnavales, Jauja se convierte en un Edén en el sentido de que se transforma en un lugar ameno y delicioso donde las flores o damas jaujinas la convierten en un jardín perfumado e inmenso. Con esto quiero significar que los carnavales de Jauja y de cualquier parte del mundo serían nada sino mediara la presencia delicada y grácil de la mujer. Y no es que quiera inflarles su vanidad pero esta es una verdad y afirmación axiomáticas. Cuando la mujer jaujina aparece en el recinto del cortamente se constituye en un verdadero regalo para nuestros ojos. Su estampa, su risa siempre coqueta y la cadencia de su baile son complementos valiosos de su indumentaria siempre atractiva y brillante. Los varones, por su lado, encuentran la oportunidad de lucirse con tan grata y simpática compañía.

Cortamonte La Libertad 1971
Cortamonte La Libertad Jauja – 1971. De izquierda a derecha tenemos a: Lucha Abanto, Yvonn Sedano, Renée Flórez, Emma Ochoa, Rosita Díaz, Fanny Mattos,Margarita Onaka, Lucha Núñez,Violeta Galarza y Betty Vera. Entre los varones, tenemos a Orlando Calderón, el infaltable e inefable Mickey Pérez, Lucho Ramírez, Pedro López, Coco Velazco, Domingo Martínez Castilla, Moisés Gamarra, César Gutiérrez, Ruby Mellado y César Mellado.

Este es el recuerdo que, sólo desde el lado de la mujer, quiero recrear a estas horas de nuestro invierno y es un homenaje vigoroso a la belleza de la mujer de nuestro tiempo. A la mujer que puso su huella en mi vida y a aquellas que con su generosa amistad acompañaron el trasuntar de nuestra juventud.

Cortamonte 2009
Simbología emblemática del Carnaval Jaujino

Cuando lleguen los carnavales de Jauja, sus residentes estaremos “en fiesta”, todas las actividades estarán paralizadas y la ciudad esperará ansiosa a sus visitantes. El lector está notificado: aunque nadie nos promocione no se pierda “los mejores carnavales del mundo”.

La Libertad 2008
Cortamonte del Barrio La Libertad 2008 en Jauja – Perú. Lady Laura Salcedo Rosas y Darío Vladimiro Núñez Palacios

He desempolvado estos recuerdos animado por un homenaje pendiente a exquisitos cultores del carnaval jaujino que partieron tempranamente a la eternidad. Lucho Ramírez Chamorro, Moisés Gamarra Meza, Orlando Calderón Baldeón son, entre otros, jaujinos que dejaron ejemplar alegría y profunda huella en estas fiestas. En ese derrotero continuan nuevas promociones de jóvenes que harán que nuestro carnaval se eleve por los territorios imperecederos del tiempo, más allá de la eternidad y bajo ese límpido e intenso cielo azul de nuestra Jauja.

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Foto: Carmen Cáceres Mayor

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El cortamonte, tradición en el carnaval de Jauja

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Fiesta en esta región se inicia a fines de enero y termina en abril. Los visitantes disfrutan de danzas típicas y de rituales ancestrales

Cortamonte en Huarancayo - Jauja

La fiesta de carnavales en Jauja es cosa seria. Más allá del nutrido calendario religioso de esta región, las celebraciones del carnaval se han vuelto toda una tradición que involucra a los padrinos y madrinas de la fiesta, a las autoridades y, especialmente, al pueblo.

Todo empieza con la fiesta de Julcán, a fines de enero, y termina a mediados de abril. Casi tres meses de celebraciones, rituales y música convierten este carnaval en todo un acontecimiento para los jaujinos.

Aunque las fiestas se multiplican de acuerdo con cada barrio y cada anexo, en todos hay un denominador común, una celebración que por antigüedad y colorido es, de lejos, la más representativa. Nos referimos, claro, al cortamonte.

SUMA DE TRADICIONES

No es una fiesta cualquiera. Hombres y mujeres se visten con los trajes más elegantes (ellas, con sus vestidos de colores; ellos, con sus pañuelos de seda), sabiendo que entre la serpentina y el talco perfumado se prenderá la chispa de una celebración que puede durar hasta altas horas de la noche a pesar del frío, a pesar del sueño y a pesar de todo: total, son los carnavales.

El cortamonte se inicia con la llamada traída del monte, que incluye una serie de costumbres como el “manshu”, una especie de castigo simbólico para quienes no lleven puesta la indumentaria que exige la ocasión.

Luego viene el llamado “talipay”, un encuentro entre hombres y mujeres que forman bandos para jugar con el talco perfumado (que, por cierto, es un ingrediente indispensable de los carnavales jaujinos). En este momento, la reunión ya se vuelve más amena, aunque todos saben que la fiesta no terminará sino muchas horas después.

En medio de la fiesta se realiza el “shacteo”, que no es sino un reparador refrigerio que ofrecen las madrinas del carnaval a quienes las acompañan.

Durante toda la fiesta, eso sí, el oído atento del visitante escuchará las orquestas típicas de la región, con sus arpas, clarinetes y violines. Ellos marcan, de alguna manera, el ritmo de los acontecimientos.

Otro capítulo imperdible de esta fiesta es el carnaval marqueño, que se celebra en el distrito de Marco y que se caracteriza por sus más de diez grupos de danza. Lo que distingue el carnaval marqueño es aquel momento de la celebración en el que un grupo de divertidas mujeres revela lo que se esconde bajo sus negras faldas y una seguidilla de fustanes confeccionados todos a mano. Ahí, en un morral cuidadosamente tejido, cada una de ellas esconde un puñado de hojas de coca y cigarrillos.

Todo termina en regalos. De pronto, el olor de la hoja se mezcla con el de los cigarrillos. A eso se suma la música, y a la música se suman las voces, los cantos y la alegría de un pueblo que no deja pasar un solo año sin celebrar su carnaval.

En algunas regiones andinas, como Jauja, el carnaval no solo es una fiesta: es un patrimonio.

MÁS DATOS

De acuerdo con la cantidad de participantes, en una fiesta de cortamonte se pueden utilizar entre 5 y 15 árboles.

Los árboles son de diferentes especies nativas de la región. Por lo general, se utilizan pinos y eucaliptos.

Los cortamontes más conocidos en la región son los de los barrios de Huarancayo, La Libertad y La Salud, y, específicamente, del anexo de Huasquicha.

También destacan los de los barrios de Samaritana, El Porvenir, Motto Vivanco, Cruz de Espinas y Huacllas.

Fuente: El Comercio

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