Todo lo que se ha escrito sobre el origen del culto a la Virgen del Rosario de Jauja está equivocado. Después de revisar lo poco que se ha publicado sobre el particular, casi todos del dominio de la fantasía y la ficción, e incluso sin haber encontrado un documento que acredite el tiempo de llegada de la imagen, es posible llegar a esta conclusión.
Por ejemplo, se ha asumido que en 1994 se han cumplido cuatrocientos años de presencia de la Virgen en nuestra región, o sea que habría llegado a Jauja en 1594; también se dice que la imagen fue donada por Carlos V para la catedral del Cuzco en 1544 o en una fecha no determinada hasta antes de 1556, cuando el hijo de Juana la Loca y Felipe el Hermoso abdicaría al trono; otra versión señala que el busto llegó a la ciudad por los años 1670 a 1680.
Es imposible saber de dónde salió el año de 1594 como fecha de llegada de la Virgen a Jauja o a qué fantaseador se le ocurrió. El único dato que se aproxima son las ambiguas afirmaciones de Alejandro Contreras Sosa (1992). Este autor, en un trabajo publicado a comienzos de la década de los noventas del siglo pasado, dice que la Virgen del Rosario de Jauja es un obsequio de los Reyes de España y que fue entregada a misioneros dominicos que venían al Perú. Agrega que estos frailes dominicos vendieron la efigie, como ocurrió con la imagen, la capilla y el retablo de la Virgen del Rosario de los españoles en Lima, según una escritura del 7 de mayo de 1595, por ante Sebastián de Núñez de la Vega, aunque ambiguamente no aclara que se trata de un documento referente a esta Virgen. Sin embargo, este dato ha sido vinculado a la imagen que se venera en Jauja, tal como se aprecia en algunos folletos de enternecedora ingenuidad que circulan en la ciudad.
Aunque con cierta cautela, y enfatizando que es una deducción, Clodoaldo Espinosa Bravo propuso que el culto a la Virgen del Rosario de Jauja debió comenzar en 1544, ya que en ese mismo año habría comenzado a florecer en Lima la veneración a la imagen de la misma advocación que se venera en el templo de Santo Domingo, agregando que la imagen era un obsequio de los Reyes de España a los dominicos del Cuzco. Espinosa Bravo fue el primero en mostrar un interés por la historia de la Virgen (su artículo se publicó en 1942, reeditado luego en 1964 en su Jauja Antigua), aunque al parecer existía, en aquel momento, relatos orales entre la colectividad jaujina que señalaban que la Virgen fue un regalo de Carlos V. Ello se muestra con claridad en la alocución radial que hiciera Teobaldo Ibarra en 1954, publicado luego como artículo, donde, al parecer, el principal sustento de lo que se dice es, precisamente, la imaginaria y la historia oral.
La versión de que la imagen de la Virgen llegó entre los años de 1670 y 1680 es presentada por Pedro Rodríguez Meza, en un artículo aparecido también en 1954, donde indica, además, que la imagen tenía como destino final Ayacucho. Lamentablemente, este autor no indica la fuente de donde obtuvo este dato. Sin embargo, es posible que también se trate de una recopilación oral vigente en ese momento.
Como se puede observar, no hay unicidad en los pareceres ni un real sustento de lo que se dice. Lo que más bien se aprecia es que casi todas las afirmaciones se sustentan en tradiciones orales que han debido irse tejiendo desde finales del periodo colonial. Se entiende esta situación, además, en razón de la nula investigación documental que ha habido sobre la historia de Jauja en general, siendo que la mayor parte de lo que se ha dicho de la misma está sustentado en la oralidad. Una investigación acuciosa en archivos de la región y de la capital es el único camino que podría indicar una fecha relativamente precisa de la llegada de la Virgen a la ciudad; la que debería ser complementada con un estudio detallado de la imagen desde la perspectiva de la historia del arte, que daría más luces sobre su origen y antigüedad. Mientras tanto, por el momento, conviene olvidarse de todas las fechas mostradas hasta este punto.
Sin embargo, ateniéndonos al hecho histórico, es indudable que la imagen de la Virgen que ahora se venera en la Iglesia debió llegar en algún momento del siglo XVI, y que debió ser traída por los dominicos, orden misionera que fomentaba el culto a la Virgen del Rosario dentro de la piedad mariana. Imágenes de María, de tanta celebridad, como las del Rosario de Chiquinquirá en Colombia, la de Lima, Córdova y Puebla, fueron traídas por ellos. También es probable que fuera un obsequio de los Reyes de España, ya que ellos tenían por estilo enriquecer las iglesias que se iban fundando en sus dominios, como sucedió con la imagen de la Virgen del Rosario que se venera en Lima, la misma a la que en 1541, ya se le tributaba culto en su iglesia.
Al igual que la famosa efigie de Lima, la imagen de la Virgen del Rosario de Jauja es de tamaño natural y muy hermosa, en su rostro parece que se aúnan y dan la mano la majestad de la Reina y la dulzura de la madre. El niño, a quien sostiene en el brazo izquierdo, es también obra perfecta. Que es una imagen muy antigua dentro del coloniaje lo acredita el mismo estilo de la efigie, en el que se advierte el influjo del Renacimiento Italiano.
Ahora bien, es conocido el relato mítico que explica las causas por las que la Virgen se queda en Jauja, el que a su vez ha sido recogido por Clodoaldo Espinosa Bravo. Según éste, la imagen debía ser conducida al Cuzco, pero al hacer pascana en Jauja se desató una fuerte tormenta de granizo, lo que fue interpretado por la feligresía como una expresión del anhelo de la Virgen de quedarse en Jauja. Una variante de este relato, y que ha sido recogido por Pedro Rodríguez Meza, indica que la Virgen se dirigía a Ayacucho, y que tras una parada de rutina en Jauja, fue imposible alzar el cajón en el que se la transportaba. Demostrado y comprobado antes numerosos vecinos la imposibilidad de tal conducción, los consignatarios resolvieron dejar el valioso objeto en la ciudad, porque el hecho demostraría que un designio superior así lo disponía.
Si bien se trata de un relato común a varias regiones del Perú sobre el origen de algunas devociones, es interesante observar como en Jauja desde una época temprana, el culto a la Virgen del Rosario adquiere importancia, no sólo en el aspecto religioso, sino sobre todo en la social y cultural, dándole una particularidad que difiere a los demás cultos marianos en el antiguo valle de Jauja, ahora valle del Mantaro. En su origen mítico, ninguna otra Virgen de las que se veneran en el valle, tiene esta connotación
No se tiene informaciones de cómo se desarrollaban las festividades y el culto en honor a la Virgen del Rosario durante la colonia. Sin embargo, sabemos por documentación existente en diversos archivos, que existía una cofradía del Rosario en Jauja, a la que la elite, ya sea indígena o española, entregaba diversos tipos de donaciones, principalmente tierras de pan llevar. La importancia de la veneración y devoción rosariana en Jauja se comprueba al ver que en los testamentos otorgados en aquella época, además de pedirse en gran mayoría como intercesora a la Virgen María, se pedía explícitamente ser enterrados a los pies del altar de la Virgen del Rosario de Jauja.
Un ejemplo de ello es el testamento de doña Sebastiana Astocuri Apoalaya, una noble india de Jauja, donde dejaba en claro que deseaba ser enterrada en la capilla de “Nuestra Señora del Rosario”. La señora también establecía que todos los años se diga una misa cantada el día de Nuestra Señora del Rosario en su capilla y pagándose la limosna de sus bienes, y que una imagen de dicha advocación que ella tenía (heredado de su madre, según se refiere), se trasladase cada vez que se dijeran estas misas. O sea que debajo del altar de la Virgen, debe existir una considerable cantidad de entierros que ahora han quedado en el olvido.
Ahora, que un bulto de la Virgen se trasladase a la capilla, que suponemos es la misma donde hoy se encuentra, sugiere un clima de fuerte efervescencia religiosa que no sorprende. Sin embargo, lo importante de este documento es que muestra la fuerte presencia que tenía la veneración rosariana en Jauja en un contexto colonial. Al menos queda claro que, durante el siglo XVIII, ya estaba bastante difundida. El hecho de que sea precisamente en este siglo cuando se construya el retablo en el cual se rinde culto a la imagen de la Patrona de Jauja, es significativo.
Efectivamente, el retablo de la Virgen del Rosario de Jauja se comenzó a construir en la década de los veintes del siglo en cuestión, concretamente en 1722. Ello queda corroborado a la luz de un documento existente en el Archivo Regional de Junín. Según el mismo, el retablo se construyó en el lapso de dos años y fue realizado por los maestros Esteban y Severino Pérez. El hecho muestra, en resumidas cuentas, que el culto de la imagen las connotaciones de devoción que la acompañarán incluso hasta hoy. Hay algunas informaciones que señalan que, a fines del periodo colonial, la fastuosidad tan aclamada en ciertos relatos, ya estaba presente. Sin embargo, ello es parte de un proceso histórico distinto a los límites del presente ensayo.