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El culto a la Virgen del Rosario: Los orígenes de la tradición

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Virgen del Rosario, Patrona de Jauja
Carlos H. Hurtado Ames

Todo lo que se ha escrito sobre el origen del culto a la Virgen del Rosario de Jauja está equivocado. Después de revisar lo poco que se ha publicado sobre el particular, casi todos del dominio de la fantasía y la ficción, e incluso sin haber encontrado un documento que acredite el tiempo de llegada de la imagen, es posible llegar a esta conclusión.

Por ejemplo, se ha asumido que en 1994 se han cumplido cuatrocientos años de presencia de la Virgen en nuestra región, o sea que habría llegado a Jauja en 1594; también se dice que la imagen fue donada por Carlos V para la catedral del Cuzco en 1544 o en una fecha no determinada hasta antes de 1556, cuando el hijo de Juana la Loca y Felipe el Hermoso abdicaría al trono; otra versión señala que el busto llegó a la ciudad por los años 1670 a 1680.

Es imposible saber de dónde salió el año de 1594 como fecha de llegada de la Virgen a Jauja o a qué fantaseador se le ocurrió. El único dato que se aproxima son las ambiguas afirmaciones de Alejandro Contreras Sosa (1992). Este autor, en un trabajo publicado a comienzos de la década de los noventas del siglo pasado, dice que la Virgen del Rosario de Jauja es un obsequio de los Reyes de España y que fue entregada a misioneros dominicos que venían al Perú. Agrega que estos frailes dominicos vendieron la efigie, como ocurrió con la imagen, la capilla y el retablo de la Virgen del Rosario de los españoles en Lima, según una escritura del 7 de mayo de 1595, por ante Sebastián de Núñez de la Vega, aunque ambiguamente no aclara que se trata de un documento referente a esta Virgen. Sin embargo, este dato ha sido vinculado a la imagen que se venera en Jauja, tal como se aprecia en algunos folletos de enternecedora ingenuidad que circulan en la ciudad.

Aunque con cierta cautela, y enfatizando que es una deducción, Clodoaldo Espinosa Bravo propuso que el culto a la Virgen del Rosario de Jauja debió comenzar en 1544, ya que en ese mismo año habría comenzado a florecer en Lima la veneración a la imagen de la misma advocación que se venera en el templo de Santo Domingo, agregando que la imagen era un obsequio de los Reyes de España a los dominicos del Cuzco. Espinosa Bravo fue el primero en mostrar un interés por la historia de la Virgen (su artículo se publicó en 1942, reeditado luego en 1964 en su Jauja Antigua), aunque al parecer existía, en aquel momento, relatos orales entre la colectividad jaujina que señalaban que la Virgen fue un regalo de Carlos V. Ello se muestra con claridad en la alocución radial que hiciera Teobaldo Ibarra en 1954, publicado luego como artículo, donde, al parecer, el principal sustento de lo que se dice es, precisamente, la imaginaria y la historia oral.

La versión de que la imagen de la Virgen llegó entre los años de 1670 y 1680 es presentada por Pedro Rodríguez Meza, en un artículo aparecido también en 1954, donde indica, además, que la imagen tenía como destino final Ayacucho. Lamentablemente, este autor no indica la fuente de donde obtuvo este dato. Sin embargo, es posible que también se trate de una recopilación oral vigente en ese momento.

Como se puede observar, no hay unicidad en los pareceres ni un real sustento de lo que se dice. Lo que más bien se aprecia es que casi todas las afirmaciones se sustentan en tradiciones orales que han debido irse tejiendo desde finales del periodo colonial. Se entiende esta situación, además, en razón de la nula investigación documental que ha habido sobre la historia de Jauja en general, siendo que la mayor parte de lo que se ha dicho de la misma está sustentado en la oralidad. Una investigación acuciosa en archivos de la región y de la capital es el único camino que podría indicar una fecha relativamente precisa de la llegada de la Virgen a la ciudad; la que debería ser complementada con un estudio detallado de la imagen desde la perspectiva de la historia del arte, que daría más luces sobre su origen y antigüedad. Mientras tanto, por el momento, conviene olvidarse de todas las fechas mostradas hasta este punto.

Sin embargo, ateniéndonos al hecho histórico, es indudable que la imagen de la Virgen que ahora se venera en la Iglesia debió llegar en algún momento del siglo XVI, y que debió ser traída por los dominicos, orden misionera que fomentaba el culto a la Virgen del Rosario dentro de la piedad mariana. Imágenes de María, de tanta celebridad, como las del Rosario de Chiquinquirá en Colombia, la de Lima, Córdova y Puebla, fueron traídas por ellos. También es probable que fuera un obsequio de los Reyes de España, ya que ellos tenían por estilo enriquecer las iglesias que se iban fundando en sus dominios, como sucedió con la imagen de la Virgen del Rosario que se venera en Lima, la misma a la que en 1541, ya se le tributaba culto en su iglesia.

Al igual que la famosa efigie de Lima, la imagen de la Virgen del Rosario de Jauja es de tamaño natural y muy hermosa, en su rostro parece que se aúnan y dan la mano la majestad de la Reina y la dulzura de la madre. El niño, a quien sostiene en el brazo izquierdo, es también obra perfecta. Que es una imagen muy antigua dentro del coloniaje lo acredita el mismo estilo de la efigie, en el que se advierte el influjo del Renacimiento Italiano.

Ahora bien, es conocido el relato mítico que explica las causas por las que la Virgen se queda en Jauja, el que a su vez ha sido recogido por Clodoaldo Espinosa Bravo. Según éste, la imagen debía ser conducida al Cuzco, pero al hacer pascana en Jauja se desató una fuerte tormenta de granizo, lo que fue interpretado por la feligresía como una expresión del anhelo de la Virgen de quedarse en Jauja. Una variante de este relato, y que ha sido recogido por Pedro Rodríguez Meza, indica que la Virgen se dirigía a Ayacucho, y que tras una parada de rutina en Jauja, fue imposible alzar el cajón en el que se la transportaba. Demostrado y comprobado antes numerosos vecinos la imposibilidad de tal conducción, los consignatarios resolvieron dejar el valioso objeto en la ciudad, porque el hecho demostraría que un designio superior así lo disponía.

Si bien se trata de un relato común a varias regiones del Perú sobre el origen de algunas devociones, es interesante observar como en Jauja desde una época temprana, el culto a la Virgen del Rosario adquiere importancia, no sólo en el aspecto religioso, sino sobre todo en la social y cultural, dándole una particularidad que difiere a los demás cultos marianos en el antiguo valle de Jauja, ahora valle del Mantaro. En su origen mítico, ninguna otra Virgen de las que se veneran en el valle, tiene esta connotación

No se tiene informaciones de cómo se desarrollaban las festividades y el culto en honor a la Virgen del Rosario durante la colonia. Sin embargo, sabemos por documentación existente en diversos archivos, que existía una cofradía del Rosario en Jauja, a la que la elite, ya sea indígena o española, entregaba diversos tipos de donaciones, principalmente tierras de pan llevar. La importancia de la veneración y devoción rosariana en Jauja se comprueba al ver que en los testamentos otorgados en aquella época, además de pedirse en gran mayoría como intercesora a la Virgen María, se pedía explícitamente ser enterrados a los pies del altar de la Virgen del Rosario de Jauja.

Un ejemplo de ello es el testamento de doña Sebastiana Astocuri Apoalaya, una noble india de Jauja, donde dejaba en claro que deseaba ser enterrada en la capilla de “Nuestra Señora del Rosario”. La señora también establecía que todos los años se diga una misa cantada el día de Nuestra Señora del Rosario en su capilla y pagándose la limosna de sus bienes, y que una imagen de dicha advocación que ella tenía (heredado de su madre, según se refiere), se trasladase cada vez que se dijeran estas misas. O sea que debajo del altar de la Virgen, debe existir una considerable cantidad de entierros que ahora han quedado en el olvido.

Ahora, que un bulto de la Virgen se trasladase a la capilla, que suponemos es la misma donde hoy se encuentra, sugiere un clima de fuerte efervescencia religiosa que no sorprende. Sin embargo, lo importante de este documento es que muestra la fuerte presencia que tenía la veneración rosariana en Jauja en un contexto colonial. Al menos queda claro que, durante el siglo XVIII, ya estaba bastante difundida. El hecho de que sea precisamente en este siglo cuando se construya el retablo en el cual se rinde culto a la imagen de la Patrona de Jauja, es significativo.

Efectivamente, el retablo de la Virgen del Rosario de Jauja se comenzó a construir en la década de los veintes del siglo en cuestión, concretamente en 1722. Ello queda corroborado a la luz de un documento existente en el Archivo Regional de Junín. Según el mismo, el retablo se construyó en el lapso de dos años y fue realizado por los maestros Esteban y Severino Pérez. El hecho muestra, en resumidas cuentas, que el culto de la imagen las connotaciones de devoción que la acompañarán incluso hasta hoy. Hay algunas informaciones que señalan que, a fines del periodo colonial, la fastuosidad tan aclamada en ciertos relatos, ya estaba presente. Sin embargo, ello es parte de un proceso histórico distinto a los límites del presente ensayo.

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LA ELITE INDIA DE JAUJA A MEDIADOS DEL SIGLO XVIII

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Centro Cultural de la Universidad Continental

Tunanmarca

PONENTE: Carlos H. Hurtado Ames

El Centro Cultural de la Universidad Continental, invita al público en general a la Cátedra Libre: “La élite de Jauja a mediados del siglo XVIII”, dictada por el historiador Carlos H. Hurtado Ames; la cual será comentada por los investigadores e intelectuales Manuel Perales Munguía y Víctor Solier. La cita es este jueves 27 de agosto, a las 7:00 pm. en la Sede Central, Calle Real 125 Huancayo. El ingreso es libre.

La élite india de Jauja a mediado del siglo XVIII

Este trabajo tiene por fin estudiar a ese grupo elusivo y complejo que fue la élite india en el virreinato peruano a partir de los elementos de juicio e interpretación histórica y antropológica. Concretamente nos centraremos en la estructura del poder y la organización política de los diversos niveles de autoridad nativa que se observan en un espacio y momentos específicos, esto es el antiguo valle de Jauja a mediados del siglo XVIII. Partiremos de la evidencia de que en este momento, esta élite se encontraba en una situación distinta, tanto en lo social, económico y político, a la de otras regiones del virreinato peruano.

El aspecto en el cual centraremos la exposición es la discursividad histórica “diferente” que encontramos entre los mismos repartimientos o curacazgos que conforman el valle (Hanan Huanca, Lurin Huanca y hatun Xauxa). Esta diferencia, a nuestro juicio y entendimiento, es parte de una larga duración, que se observa desde antes de la llegada de los incas a la zona, tal cual es la distinción fundamental, entre Xauxa y Huanca (grupos étnicos del lugar), que también se observará en la colonia y hasta en la época actual. En el siglo XVIII esto se traduce en diferentes conflictos entre los curacas asociados a Hanan y Lurin Huanca, con los de Hatun Xauxa, que, planteamos, se tratan de situaciones, sobre todo, de alteridad. Mediante esto, pretendemos desarrollar, en el caso de Jauja, la propuesta que hiciera Marshall Sahlins sobre como la historia es ordenada por la cultura, siendo que a diferentes culturas diferentes historicidades. Es decir, a pesar de encontrarse en un mismo espacio regional con aparente unidad, hay distinciones culturales muy claras.

CARLOS H. HURTADO AMES:

Historiador por la UNMSM; estudios de Maestría en Antropología en la PUCP y en Historia en la UNMSM; estudios de Doctorado en Historia en El Colegio de México.

Ha publicado Curacas, industria y revuelta en el valle del Mantaro (Concytec, 2006); Fuentes para la historia colonial de la sierra central del Perú. Testamentos inéditos de los curacas del valle del Mantaro (siglo XVII–XVIII) (UNCP, 2003) (en colaboración con Víctor Solier Ochoa); y editado La Fiesta del Rosario. El culto a la Virgen del Rosario Patrona de Jauja (ed.) (Halckon Editores, 2005) (en colaboración con JC. Dávila-Mendiola W.)

Ha ejercido la docencia en la Universidad Nacional del Centro del Perú y la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga. Ha recibido becas del Consorcio de Universidades de la Comunidad Francesa de Bélgica; la Secretaría de Relaciones Exteriores de México y El Colegio de México.

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EL BARRIO DE LA LIBERTAD DE JAUJA Y SUS CARNAVALES

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La Libertad de Jauja

Carlos H. Hurtado Ames

El carnaval jaujino es el antiguo y señorial baile de nuestros padres y ancestros: figura principal en nuestra infancia y que, a la postre, se hizo parte fundamental en nuestras vidas. Así es, esencia viva de los de La Libertad y los jaujinos en general.

En el presente artículo haremos una presentación del barrio de La Libertad de Jauja y de cómo desarrolla sus fiestas de carnaval. El mencionado barrio es el más antiguo de la ciudad en cuanto a fundación, ya que data de 1871 y, dentro del proceso celebratorio de todo el carnaval jaujino, es uno de los más tradicionales, importantes y de mayor concurrencia.

LAS INSTITUCIONES BARRIALES EN JAUJA

En la sierra central del Perú, y particularmente en el valle del Mantaro, a comienzos del siglo XIX surge la figura de la asociación, que toma las funciones de la antigua cofradía que por este periodo entra en crisis. La “asociación” era una especie de círculo de afiliados dedicado a la devoción de santos específicos y dependía principalmente de la contribución de sus miembros. Al igual que ahora, muchos de estos cargos tenían responsabilidades específicas en la fiesta y supuestamente debía costear algunas ceremonias o la misa. Muchas de estas sociedades compraron tierras (muchas de ellas, también, las perdieron más adelante), que eran administradas por la autoridad más elevada: el mayordomo.

En el caso de la ciudad de Jauja, las asociaciones más importantes fueron realizadas por personas que vivían en un lugar común que delimitaba el barrio, y que tenían por eje articulador la adoración a la llamada Cruz del Barrio. La Asociación más antigua es precisamente la del barrio de La Libertad, que se fundó en 1871 con el nombre de “Asociación Fraternal del Barrio de La Libertad”; le siguen en antigüedad la del barrio de Huarancayo, que se fundó en 1928 con el nombre de “Asociación Fraternal Huarancayo” y la de la Samaritana, que data de 1934, esto último de acuerdo a lo que informa Pedro Monge en Estampas de Jauja (1980). En el caso de La Libertad y Huarancayo, existen libros de Actas que certifican esta información.

Precisamente ha sido Pedro S. Monge quien, de manera fina y elegante, ha enfatizado la importancia de los barrios en Jauja, sobretodo en cuanto a su participación en la fiesta de la ciudad, verbigracia, el carnaval jaujino: “En Jauja puede decirse que los Carnavales se han hecho para los barrios y que los barrios son obra de los carnavales. Cada barrio ha surgido bajo el signo de la alegría, de la música y la danza, con su capilla, su “monte” y su “pandilla”. Y barrio que no celebra este acontecimiento del año no tiene razón de existir”. Pedro Monge también observó que en el vocabulario local la palabra “barrio” significa algo más que en su acepción general y conocida. Designa, señala, no sólo a cada una de las partes en que se divide la ciudad, sino, sobre todo, a una asociación de vecinos, especie de hermanos, organizada, con obligaciones religiosas y sociales para los tiempos de Carnaval. Cada barrio tiene su junta directiva, con su presidente y sus funcionarios de fiesta, devotos del Señor de la capilla y devotísimos del “cortamonte”. Por eso, para Pedro Monge, al decir los “barrios de Jauja”, se designa en realidad a estos conjuntos organizados, verdaderos resortes de voluntas colectiva, capaces de acciones más grandes que la simple celebración de un carnaval.

Como vemos, una de las principales funciones del barrio es la organización de la celebración de la fiesta del carnaval: el cortamonte. Pero la función de la asociación no se limita sólo a esto, se observa que también realiza actividades en pro del desarrollo del barrio. Este aspecto no será desarrollado en este artículo, que se centra en el barrio como ente organizador y que asegura del éxito de la fiesta.

EL BARRIO DE LA LIBERTAD: ORIGEN DE LA MEMORIA

Plaza Santa Isabel del Barrio La Libertad
Histórica fotografía de la Plazuela de La Libertad en Jauja. Foto Recopilada en el Concurso de Fotografías Antiguas “Jauja Recuerdos en Blanco y Negro”, participante: Pio Peña Cairampoma
www.xauxatiempoycamino.org

El emplazamiento del barrio de La Libertad es el que corresponde prácticamente al ahora llamado Centro Histórico, el damero o la cuadrícula, considerado como zona de resguardo arquitectónico por el Instituto Nacional de Cultura. Esto porque el barrio esta comprendido en la zona central de la ciudad y ha sido así desde los tiempos más antiguos. Los límites del barrio aceptados por el consenso, aunque imprecisos, son desde el jirón Junín, entre los jirones Tarapacá y Manco Cápac; del jirón Manco Cápac hasta el jirón Arica y del jirón Tarapacá hasta el jirón Acolla. El lugar más representativo del barrio los constituyen la Plaza Santa Isabel y la Alameda que va al cementerio, donde termina el límite.

Se trata de un barrio lleno de historia. En efecto, desde los primeros tiempos, La Libertad ha estado presente en toda la historia de Jauja, ya sea en la decisiva participación en las luchas por la independencia o las acciones con Cáceres durante la infausta Guerra del Pacífico. Precisamente, la historia de la institución se remonta a las últimas décadas del siglo XIX, que, como ya señalamos, es lo que nos muestran los valiosos documentos históricos que tiene la Asociación. De acuerdo a esta información, se sabe que el barrio se fundó en 1871 y tiene, por lo tanto, 136 años de existencia, aunque es obvio que el proceso histórico es más amplio. En el respaldo de la primera Cruz del barrio aparecen los nombres de los cobarrianos: Manuel Monge Rivero, Gabriel Vargas Valenzuela, Carlos Vargas Monge, Valeriano Monge, Pablo Bonilla Gutierrez, Francisco Abanto Monge, Manuel Velazco Hurtado, José Ampuero Núñez, Manuel Landa Pacheco, Justo Villanes, Alejandro Osorio, Humberto Lizarraga, Germán García, Juan Ames Galarza, Santiago Solís, Rosendo Solís, Cesar Lira, Rosendo Bravo, Pelegrino Loli, Pedro José Núñez, Cesario Villanes, José Saravia. Pedro H. Prado, Erasmo Posadas, Rolando Colareta, Luis Bardales, Arturo Vásquez, Manuel del Valle, Vicente Caballero, Fortunato López y otros distinguidos cobarrianos que no se han podido obtener sus nombres.

En aquella época, se fundó la Asociación con el nombre de “Santa Isabel”, el que sería reemplazada por el de “La Libertad” a raíz del centenario de la independencia en 1921 y la construcción del peculiar monumento con águila encima en la plaza del barrio. Esta plaza, así como la Alameda que va al Cementerio, fueron realizados en 1859 por el Batallón “Paucarpata”. Esta plaza tiene mucha historia, ya que aquí se realizaban sonadas corridas de toros y fue el sitio primigenio donde surgió el “jalapato”, al igual que la tunantada, como lo viene demostrando la investigación científica objetiva y no el empirismo subjetivo que es poco lo que aporta. La Alameda ha sido y es un espacio público de tertulia, donde han nacido muchos romances, siendo de recuerdo las parejitas y su “amor de tísicos” que inspiraron muchos relatos y poemas. El Arco, que es prácticamente un símbolo del barrio, es un diseño del artista Wenceslao Hinostroza ya en el siglo XX y que reemplazó a las antiguas rejas similares a la de la Alameda de los Descalzos de Lima que antes había.

Edgardo Rivera Martínez, vecino notable del barrio, ha plasmado en varias de sus obras, esta geografía urbana que venimos mencionando.

CARNAVAL: ENSOÑACIÓN Y MAGIA

Jaujinas
Lindas jaujinas en pleno carnaval

Sin embargo, lo que más caracteriza al barrio de La Libertad son los famosos carnavales que aquí se organizan. En principio este barrio es el único de entre todos que conserva celosamente la tradición de plantar y tumbar alisos en sus tradicionales cortamontes. Curiosamente, las pepitas del aliso comienzan a madurar por la época de carnavales en Jauja.

Para la organización de la fiesta de carnavales, antes existían dos juntas directivas, una para el monte que se tumba el día viernes, el más antiguo, y otro para el que se tumba el día martes, el llamado de “la juventud”. Posteriormente, estas juntas se unieron, y a partir de 1983, se consiguió la personería jurídica del barrio para los trámites legales respectivos de diferente índole. El origen del monte del día viernes no ha sido determinado con claridad, aunque es posible que sea parte de la expansión de la fiesta de cortamontes en Jauja que se dio, al parecer, entre la segunda y tercera década del siglo XX. En este momento inicial, tanto la llamada traída y el cortamonte propiamente dicho, eran en un solo día, situación que cambio al hacerse más compleja la fiesta. El monte de la “juventud” se remonta a épocas más recientes, a la década de los sesenta del siglo pasado. Este monte es el más concurrido de toda la provincia de Jauja y seguramente de toda la sierra central del Perú. El martes de la juventud no alcanza la vista para ver las cuadras y cuadras de bailantes. Se trata de un espectáculo simplemente impresionante. La jaujina liberteña con su atuendo típico innumerable, abarca una dimensión más alta de la que aquí podemos mostrar.

Todo jaujino que se precie ha bailado o desea bailar en La Libertad y cada vez son más las parejas de bailantes y seguramente se irán incrementando con el devenir del tiempo. En este sentido, la construcción de la plaza folclórica del barrio por la anterior junta directiva es una cosa digna del aplauso (me refiero a la integrada por las profesoras Mary Velasco, Marina Ames y Antonieta Olivera). Mediante ello aseguramos la conservación y permanencia de uno de las expresiones folclóricas más importantes de Jauja, pero sobre todo de nuestra identidad. Por su parte, la actual junta ha puesto más énfasis en la construcción de la Capilla barrial con la participación de casi todos los cobarrianos, que a la vez es un anhelo en el que se ha venido trabajando desde hace muchos años.

Hay magia en el carnaval, quienes esperamos todo el año para ataviarnos de jaujinidad en estos días, lo sabemos. Un milagro secreto, unánime, que se renueva y revitaliza. Tantas sensaciones mezcladas en la traída y en el baile, alegría, euforia, ensoñación, un no sé qué, amor tal vez. Eso que nos hace decir felizmente somos jaujinos, felizmente nacimos aquí. ¿Cuántos sueños, cuántas vivencias, cuánta razón de vivir? Carnaval en La Libertad, así como ese nido que abriga la esperanza; la ilusión que nos convence del milagro de la vida.

Por todas estas razones, hablar del carnaval jaujino es hablar del barrio de La Libertad, y hablar del barrio de La Libertad es hablar de la historia de Jauja. Efectivamente, para comprobar esta verdad tan fundamental, basta con darse una vuelta por las calles del barrio tan llenas de esta historia, o ejecutar el maravilloso baile del carnaval jaujino, elegante por sobre todas las cosas, infinito, lleno de vida y de tiempo.

Huamanga, febrero del 2007.

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LA TUNANTADA

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Trascendencia histórica de la cultura popular jaujina

Tunantada

Carlos H. Hurtado Ames
El Colegio de México


Dentro de las diversas manifestaciones de la cultura viva en la sierra central peruana, la Tunantada ocupa un lugar de particular importancia y trascendencia. Si bien es una festividad que se desarrolla en diversos distritos de la provincia de Jauja en varias fechas, es en el Distrito Metropolitano de Yauyos donde toma ribetes de fastuosidad sin igual, en el llamado “20 de Enero”.

Se trata de una fiesta sumamente compleja que involucra muchas cosas: desde la representación del baile; la transformación con las máscaras; las diversas formas de resistencia cultural presentes en la música que ejecutan las Orquesta típicas; hasta los múltiples debates por la búsqueda de una “autenticidad” en la ejecución del baile y en la vestimenta; y la negociación y reafirmación de identidades. Básicamente, la Tunantada está inmersa en lo más profundo de la manera de entender la vida y de afrontar el tiempo en los jaujinos y, sobre todo, en los yauyinos. Por lo mismo, va más allá de la hastiante frase que la identifica como “maravilloso baile”, que se suele escuchar en ciertos encuentros, mesas redondas y congresos que no aportan nada nuevo, fuera de ciertos lugares comunes como es la descripción de la vestimenta y el baile. Se la puede definir, en líneas generales, como una expresión simbólica de cultura popular, relacionada, en forma relativa, con la naturaleza social y la posición estructural de los individuos en un presente, y con su pasado histórico y cultural.

En varias crónicas que hemos localizado en el antiguo periódico jaujino El Porvenir de la primera y segunda década del siglo XX, sólo aparecen referencias a dos cuadrillas de bailantes de la danza, ambas de Jauja y una de ellas dirigida por los hermanos Suárez. El lugar donde se realizaba la festividad no está claro en estas fuentes, pero hay otras informaciones, sobre todo de carácter oral, que señalan que ésta se desarrollaba en ciertos puntos de la ciudad, por ejemplo la antigua plazuela de Santa Isabel, hoy La Libertad. Las páginas de El Porvenir, también muestran que la Tunantada era una fiesta secundaria o accesoria del “Jalapato”, que era el principal atractivo y celebración del momento.

El hecho que ahora la Tunantada sea la principal festividad –ganándole espacio e importancia al “Jalapato”–, así como la existencia de algo de veinte instituciones tunanteras y que la fiesta se desarrolle en el distrito de Yauyos, anexo a la ciudad, sugiere varias cosas. En principio, es una muestra del proceso de complejidad del que ha sido parte, y como la festividad se acomodó a un espacio favorable a su desarrollo. Esto se explica por el hecho de que las fiestas son procesos históricos y, por lo mismo, dinámicas y cambiantes. Por ejemplo, hay varias evidencias que muestran que antes en la ciudad de Jauja se bailaba no sólo la Tunantada, sino la Huayligía y el Corcovado; al menos de acuerdo a lo que recogió el viajero alemán Von Tshudi a finales del siglo XIX. Actualmente, estas fiestas han sido desplazadas a los distritos de la provincia y la que se ha impuesto es el Carnaval Jaujino, siendo la única y principal fiesta de la ciudad (fuera de la fiesta patronal en homenaje a la Virgen del Rosario que es parte de otro proceso, que ciertos aficionados a la sociología no conocen ni menos entienden). Es decir, el baile del carnaval jaujino estableció un mecanismo que fue más exitoso al momento de aglutinar y negociar identidades en la población jaujina, ante lo cual las otras danzas dieron un paso al costado, Calistrada incluida (antiguo componente del carnaval).

Esto quiere decir que la Tunantada se bailaba en la ciudad y de ahí se desplazó al distrito de Yauyos. El hecho de que actualmente las dos instituciones tunanteras más antiguas sean de Jauja –el “Centro Jauja” y el “Hatun Xauxa”–, no hace sino confirmar esta suposición (las instituciones más antiguas de Yauyos son posteriores a la mitad del siglo XX). Esto no significa, lógicamente, que el origen de dicho baile sea propio de la ciudad. Esclarecer ello ameritaría una investigación acuciosa, en desmedro de las múltiples fantasías e inventivas que se suelen decir sobre la aparición de la danza. Por ejemplo, los supuestos entendidos repiten casi mecánicamente y sin mayor reflexión que la Tunantada es de origen colonial; o sea que se originó en las ferias dominicales virreinales donde convergían gentes de diferentes geografías, los que al final de las ventas, se ponían a bailar. Así se explicaría la presencia de personajes tales como el argentino, el boliviano, la cusqueña, la chupaquina, la huanca, etc. Sin embargo, a pesar que suena bonito, esto no se puede demostrar verídicamente, y es difícil que se pueda hacer además, por lo que se puede pensar se trate de un relato mítico –es decir, uno que recrea un pasado de acuerdo a las necesidades explicativas del presente–, y que hoy en día los folclorólogos lo han asumido ingenuamente como verdad. En todo caso, una discusión de esta naturaleza es anecdótica. Desde nuestra perspectiva, más importante es dilucidar los conceptos de proceso, cambio y acomodamiento ligados a un evento de esta naturaleza.

Ahora bien, se puede plantear que esta fiesta tuvo un proceso similar al del Carnaval en la ciudad una vez ya en Yauyos; es decir estableció mecanismos que permitieron a los actores sociales –jaujinos, pero principalmente yauyinos– reafirmar una identidad local. De esta manera, desplazaría en importancia a otras manifestaciones ahí presentes, por ejemplo el Jerga Kumu, hasta llegar a convertirse en lo que actualmente es. La frase que propugna la Municipalidad de “Paraíso y capital de la Tunantada”, y el hecho de que las autoridades ediles de dicho distrito, de un tiempo a esta parte, se retraten con el tongo del “chuto” –uno de los personajes más representativos de la fiesta–, muestran que ésta a permeado todos los ámbitos de la vida social y se ha establecido en un símbolo parte de la cotidianeidad; es decir en el principal elemento de la identidad de este espacio local.

Es claro que hay un proceso histórico que involucra diversos elementos para una situación de esta naturaleza. En principio, el crecimiento de la fiesta ha ido a la par con el cambio musical que se ha dado en la región desde finales del siglo XIX y principios del XX, sobre todo con la aparición de la “Orquesta típica” (antes de la misma existía el llamado “Conjunto musical”, que se constituía básicamente por guitarras y quenas), y la introducción de instrumentos tales como el clarinete y el saxofón al repertorio musical serrano. En resumidas cuentas, la Orquesta típica permitió el crecimiento y masificación de este tipo de manifestaciones en la región, mediante lo que conceptualmente se denomina como mestizaje cultural. Como han probado las investigaciones de Raúl Romero, en la generación de una vigorosa soberanía cultural regional –hablando en un plano lato–, la presencia de la música es vital. Es decir, el proceso por el cual la Tunantada se hizo compleja y comenzó a tener mayor presencia en la dinámica cultural y social, es propio del siglo XX.

Una muestra de ello es el también cambio y adaptación presente en los personajes que danzan en las cuadrillas. Así, el “payaso”, el “doctor” o el “chuncho”, han desaparecido o tienden a desaparecer; mientras que otros se hacen exitosos y complejos, como el “príncipe”, el “chuto” o la “huanquita”, contándose hasta más de once pasos en la ejecución del baile de alguno de ellos. Se puede suponer que en el futuro, los personajes evolucionaran aún más, sin desligarse, por supuesto, de los debates sobre autenticidad que caracterizan este tipo de manifestaciones.

Otro aspecto que es de suma importancia en esta danza, es la transformación mediante el uso de la máscara y careta. En realidad esto es lo que define a la fiesta, esa cierta mudanza que permite el uso de un adminículo de esta naturaleza, el transformarse por unos cuantos días. Esto, sumado al hecho de que la fiesta dura cinco días, y siguiendo los postulados de la teoría semiótica de la fiesta (aquella que plantea que los fenómenos culturales son fenómenos de comunicación, es decir, sistemas de signos), permite plantear que la Tunantada es una fiesta, sobre todo, de inversión. Es decir, hay una vuelta del orden, una interrupción de las actividades normales por la fiesta en los actores sociales involucrados en ella, y principalmente, una transformación. Esto funciona así por que hay todo un año de observancia ritual que permite esta suerte de desfogue, y por los pocos días en que ésta se lleva a cabo. Se agrega el hecho de que en Jauja y Yauyos no hay otra fiesta que tenga esta connotación de rompimiento del orden. En este sentido, el carnaval jaujino tiene una connotación diferente.

Más Datos:

La Tristeza del Tunantero

Jauja y sus Productos Bandera I

Nueva Junta Directiva en la “Asociación de Tunanteros del 20 de Enero, Jauja – Yauyos”

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La web de la Municipalidad Provincial de Jauja: Un comentario

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Pagina Web de la Municipalidad de Jauja

Carlos H. Hurtado Ames

Me parece que es un antropólogo americano quién señalaba que la modernidad actual es el descubrimiento del mundo como imagen. Es un planteamiento que se sustenta en la fuerza que ha tomado la inmediatez de los acontecimientos ocurridos en cualquier parte del orbe, los que pueden ser aprendidos y conocidos rápidamente por la masificación de los medios de comunicación.

Dentro de los mismos, sin duda alguna, es internet el que desde hace buen tiempo ocupa un lugar trascendente y fundamental. Por lo mismo, es impresionante la manera como uno puede comunicarse, aprender y conocer de otras realidades mediante la red de redes. De esta manera, podemos enterarnos de muchas cosas de determinados espacios a través de una página web. En el caso de los ámbitos locales: de su patrimonio, de su historia, de sus recursos y diversas potencialidades; lo que son, en definitiva.

Esto viene a colación a propósito de la imagen institucional de Jauja presente en la web de la Municipalidad Provincial. Si bien es entendible que el principal fin sea el destacar ciertas actividades realizadas por el Alcalde y compañía, no se entiende porque no hay mayor información de ningún tipo sobre Jauja. Por ejemplo, aparte del diseño, que no es de los más óptimos que digamos, no hay mayor información sobre su historia; sobre su patrimonio material, ya sea el arqueológico o el monumental; su patrimonio vivo o de algún calendario festivo; ni de sus intelectuales ni de la gran producción literaria y artística que la caracteriza. Huelga decir que tampoco hay información turística, ni cosa parecida. Nada de nada. El asunto es muy delicado, porque se trata de la imagen que se transmite de Jauja al mundo. Verla es llorar, aunque parezca increíble. Tantas cosas que se podría hacer y decir a través de este medio. Que diferencia con lo que viene haciendo la Municipalidad de Concepción en este sentido, que utiliza las tecnologías de la información para destacar y transmitir su patrimonio, con el fin de captar la mayor cantidad de turistas que recalan en nuestro valle, con la ingeniosa frase “Capital del valle del Mantaro”, y la permanente actualización de sus actividades culturales.

Creo que, principalmente, la presencia de Jauja en internet debe constituirse en un espacio que tenga por fin el acercamiento a una reflexión sobre ella y los jaujinos que la constituimos como tal. Una reflexión que conlleve a poner sobre el tapete, en primer lugar, los aspectos más importantes, tanto en lo social, económico y cultural, de las principales problemáticas de la ciudad y la provincia. En segundo lugar, que difunda los aspectos más importantes de la realidad jaujina en su ámbito cultural y humanista; además de su patrimonio múltiple. Una aproximación de esta naturaleza, aunque acotada y parcialmente, la podemos ver en la página web del Sr. Domingo Martínez y en la del Sr. Manuel Rojas; y más recientemente el blog del Sr. Sergio Núñez. Sin embargo, hay muchas cosas que faltan, por lo que la correcta participación de la autoridad política, en esta situación, es imperativa.

Lógicamente no es suficiente con las buenas intenciones, que, en el mejor de los casos, es la característica de la actual gestión edil. Si bien no estamos inmersos directamente en el proceso que se vive dentro de la Municipalidad, es claro que uno de sus grandes problemas –ahora al igual que antes–, son las clientelas y favores políticos, por las cuales ciertas personas, en mérito a casi nada, “encuentran trabajo” en la misma en cada nuevo periodo edil. No es necesario ser taumaturgo ni nigromante para inferir que quienes están detrás de la elaboración y construcción del espacio virtual municipal, son parte de ello. Creo que el día que se haga un filtro mediante concurso público para las diversas “oficinas” municipales, donde no prime una filiación política que, por supuesto, no garantiza calidad ni eficiencia, la situación –Jauja en general– mejorará.

Ahora, si el espíritu que trasunta la página web en cuestión, es el mismo de los que actualmente gobiernan la provincia, pudiéramos pensar que las cosas no son para nada positivas. Por lo mismo, preocupa mucho que las principales obras de esta gestión edil sean la donación de “kids deportivos”, al menos como se puede desprender de la información que se publica en la misma web. Por lo pronto, y para ser honestos, no se aprecia una obra realmente trascendente. Esperemos, pues, que no se defraude las expectativas que tenían algunos pocos conciudadanos en esta gestión edil y que, sobre todo, no sea una más de las tan nefastas que han pasado por Jauja; esas que habían visto a la política como una manera de ganarse la vida, y a la Municipalidad como un botín. Esperemos que no.

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Tres versiones de Jauja: A propósito de los desencantos de la más temprana generación

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Tunanmarka

Carlos H. Hurtado Ames*
El Colegio de México

Jauja es un asunto complejo. Más compleja aún es la visión que de ella tenemos, la manera como la percibimos y pensamos su realidad y su problemática. Ésta involucra la visión personal que cada uno tiene de ella y que tiene que ver con lo que somos como personas. ¿Qué es lo que pensamos que es Jauja? En definitiva, es un asunto que involucra la percepción de la ciudad y la provincia como un ser social en construcción, una construcción que tiene que ver con lo que somos como sociedad, con nuestra historia y nuestra cultura. ¿Hay relación entre lo que somos (o pensamos que somos) como personas y lo que somos como cultura?

Hay muchas maneras de percibir a Jauja porque no es una cosa integrada, es decir, hay muchos tipos de jaujinos (me refiero a la manera como cada actor social se reclama como jaujino). Así, hay varias versiones de Jauja, aunque parezca extraño. Pero cada versión tiene sentido dentro de una lógica interna propia. Son pocos los que son concientes de la grandeza de Jauja, de lo grande de su historia y su cultura, de su entorno geográfico y de su propia realidad social, por lo mismo del verdadero sentido de su potencial futuro. Mayoritariamente existe la visión de lo inmediato y material, es decir la de una ciudad desordenada, de calles sucias y en mal estado, de autoridades mediocres y corruptas, que se traduce en aquellas frases nefastas de “mientras Jauja danza, Huancayo avanza” o “Jauja es una aldea”.

Me pregunto si con esta visión llegaremos a algún sitio. ¿Es posible pensar en un proyecto de desarrollo con esta “ideología”? El asunto preocupa, y mucho, porque esta manera de ver las cosas está bastante difundida en la más temprana juventud, lamentablemente. Una juventud desencantada de su realidad presente y que tampoco tiene muchas expectativas en el futuro y para los cuales “todo esta mal”. No es el caso de decir ahora porque una visión de esta naturaleza está equivocada. A mí jamás en la vida se me ocurriría compararme con un huancaíno, por ejemplo (sin atisbo de encono hacía nuestros buenos vecinos); no es que seamos mejores ni peores, simplemente somos diferentes. Al menos para mi está claro que los jaujinos tienen una sensibilidad social más que nada reflexiva, artística, intelectual; contraria a la de los huancaínos que es netamente mercantil y comercial. En el fondo es un problema educativo y de medios de comunicación. Me explicaré.

Esta juventud a la que hice referencia, es hija de una generación que ha sido gobernada por dos sujetos que han tenido, puedo estar seguro, las peores gestiones en cuanto a gobierno edil en la historia de Jauja, sobre todo uno de apellido Balvín. Exactamente es eso, el crear sentido de identidad en una realidad local pasa por una decisión política. Me refiero a conocer lo que es Jauja. Esta visión que he comentado tiene como único fundamento la ignorancia. La ignorancia que es la peor de todas las pobrezas. No se sabe lo que es Jauja. ¿La situación está cambiando? Me parece que no, y sospecho que con este gobierno edil ello no va suceder. Podrán tener buenas intenciones, pero, seamos honestos, nada más. Las serias acusaciones sobre actos de corrupción en el Concejo Provincial que han surgido últimamente, que muestran vulgares falsificaciones de boletas para obtener unos cuantos soles, reafirman esta suposición.

El otro aspecto son los medios de comunicación existentes en Jauja. No todos, pero en su gran mayoría se trata de gente increíblemente inculta. Hasta donde tengo entendido, verbigracia, el periodismo es un constante ejercicio de honestidad y cultura. Al menos yo, no observo esto. Veo, más bien, acomodamiento de acuerdo a las circunstancias, pésimo manejo del lenguaje y, por supuesto, nada parecido a “cultura”. El asunto es que son los principales difusores de esta “visión” de Jauja. Ganaríamos mucho si abandonáramos a gente más preparada y capacitada la tarea de “abrir la boca” sobre los diferentes aspectos de la problemática nuestra. Esto es un cáncer que hace mucho daño y destruye el imaginario de las generaciones que comienzan a ver la vida social. Enferman el alma.

Hablamos siempre de la educación como la panacea que va solucionar todos nuestros males. Pero en realidad ello tiene mucho de razón. Nadie puede hacer nada por que lo que no conoce, ni menos por lo que no quiere. Esto es la identidad. Y esto se puede observar desde lo más mínimos aspectos. Trabajar en la forja de un sólido jaujinismo es la meta, donde se explique lo que hemos sido, lo que somos y lo que seremos.

Hace años, revisando los archivos de El Porvenir, el mítico periódico jaujino que se editó desde principios de siglo y por mas de sesenta años, leí un artículo de Víctor Modesto Villavicencio y que, entre otras cosas, decía algo que memoricé de inmediato: “Jauja es la creación de un artista de la inmensidad”. En uno de los tantos recorridos que hiciéramos por alguno de los distritos de Jauja en sus maravillosas fiestas, mi gran amigo Julio Dávila me dijo una frase sobre Jauja cargada de tanto lirismo que aún ahora después de tanto tiempo me emociona al evocarla: “Ser jaujino es saber como piensan las estrellas”. Otra vez, mientras contemplábamos el cielo infinito de Jauja por la noche con varios amigos jaujinos, Karim Flores, otra gran amiga, dijo “¡Mira!, ¿ves?/a lo lejos…aquella estrella,/no importa si no logras verla/ahí voy a llegar … ¡eso es Jauja!/”; y así hay muchos ejemplos más. Qué cosa es lo que hay dentro de ellos para ver cosas que mayoritariamente nadie ve, me pregunto. Cuál es la esencia de su versión de Jauja. No creo que sea el sueño ni la fantasía, ni menos el distanciamiento de la realidad. Creo que básicamente es la unión de lo que somos como personas y lo que Jauja es como cultura e historia, como filosofía y entendimiento de la vida. Hay un dicho antiguo que dice que uno no ve las cosas como son, sino como uno es. ¿Qué somos los jaujinos? Siempre he creído que no somos lo que dicen esa cafíla de infelices que comparan a Jauja con una aldea. Somos mucho más, y creo que eso lo que esencialmente falta por dar a conocer a todos; pero particularmente a los jaujinos de esta circunstancia y este tiempo.

Entrada a Jauja
Fantástico y vistoso cielo jaujino en la entrada a Jauja (altura del Puente Mariscal Cáceres, donde antes se encontraba el Puente Stuart)

En un contexto general donde un grupo de políticos locos pretenden implantar su propia versión de la supremacía mundial, de los efectos de una globalización que acentúa las disparidades y la preeminencia de la mediocridad de un pensamiento único que nos invade. En estas circunstancias, mirar en el fondo de lo que somos, de explorar y pensar correctamente nuestra “particularidad” es la mejor alternativa. Conocernos en suma.

*Historiador, graduado en la UNMSM; con estudios concluídos de Maestría en Antropología en la Pontificia Universidad Católica del Perú con una beca especial del Consorcio de Universidades de la Comunidad Francesa de Bélgica; con estudios en Maestría en Historia en la UNMSM; ex-Catedrático de la Universidad Nacional del Centro del Perú y la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga; ex-Director del INC de Jauja. Actualmente viene estudiando el Doctorado en Historia en el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México con una beca de la Secretaría de Relaciones Exteriores del mismo país.

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El llamado “Escudo Huanca”

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Escudo Usurpado

Por: Carlos H. Hurtado Ames

La ciudad y la provincia de Huancayo en la sierra central del Perú, ha asumido de manera oficial, desde hace no mucho tiempo, un escudo de armas, el mismo que se le denomina como “Escudo Huanca”. Si bien se trata de una circunstancia que principalmente obedece a intereses políticos, el hecho es parte de un proceso más amplio y que debe ser mirado con cuidado.

En este pequeño ensayo me interesa discutir, en principio, la validez histórica del mismo escudo como símbolo de un proceso y que resume o aglutina una cierta identidad. En segunda instancia quiero resaltar, a través de este caso, un hecho característico a ciertos espacios regionales como el que ahora nos ocupa, y es la readaptación, acomodamiento o incluso invención del pasado en función de las necesidades presentes.

Historia de un escudo

La historia del escudo que ahora nos ocupa, se remonta al siglo XVI, cuando el 18 de marzo de 1564, el rey Felipe II, mediante Real Cédula, concedió un Escudo de Armas a don Felipe Guacrapaucar, noble indígena de la principal familia curacal del repartimiento de Lurin Huanca durante el periodo colonial.

Este escudo se le concedió como uno de los tantos privilegios que dio el Rey Felipe II al mencionado don Felipe, quien había viajado a España solicitando mercedes en virtud de los servicios que, afirmaba, habían brindado los curacas de los tres repartimientos del valle de Jauja, Hanan Huanca, Lurin Huanca y Hatun Xauxa, en diferentes momentos a los españoles, durante los primeros años de la conquista. Para demostrar ello, el curaca llevó consigo unos Memoriales e Informaciones donde se detallaban estos servicios con precisión matemática, ya que eran transcripciones de quipus. Estos Memoriales e Informaciones, fueron publicados en 1971 por Waldemar Espinoza Soriano (“Los huancas aliados de la conquista”), quien a la vez les hizo un amplio estudio introductorio donde planteó su conocida tesis de que el grupo étnico que generaliza como “huancas”, se habrían aliado con los españoles para la destrucción del Tahuantinsuyo (sobre este punto volveré más adelante).

Ahora bien, el caso del escudo para el curaca de Lurin Huanca no es el único ni mucho menos. Desde un principio la Corona reconoció la nobleza indígena y procuró reproducir dentro de la república de indios una sociedad jerarquizada acorde a la visión estamental del mundo medieval y moderno. Para ello mantuvo ciertos privilegios y atributos tradicionales de la sociedad indígena siempre que no fuesen contrarios al rey, ni al cristianismo, y otorgó también nuevos privilegios propios de la tradición occidental. El concepto de nobleza en España estaba asociado al ideal de guerrero, quien luchaba en defensa de la religión, de su rey y de los más débiles. La nobleza se adquiría por linaje, mérito o sabiduría. A los indígenas se les reconoció su linaje antiguo, pero quizás más importante fue la concesión de nuevos privilegios con base en sus méritos. Desde fechas tempranas se concedieron numerosos escudos de armas, blasones distintivos de la nobleza. Este privilegio fue dado a aquellos naturales que acompañaron y colaboraron con los españoles en la conquista, pacificación y evangelización de otros pueblos.

El blasón era privativo de un linaje y servía para identificar a la persona y su condición, por lo cual estos emblemas no solo se llevaban en la casaca, sino que se esculpían en las casas o se reproducían en cualquier objeto personal. Esto debió ser el caso del escudo de los Guacrapaucar y fue como se pudo haber transmitido hasta que fue registrado en el siglo XIX.

De esta manera, la Real Cédula donde se le concedía el Escudo de Armas a don Felipe Guacrapaucar, inicialmente fue publicada por el español Paz y Melia en 1892 en su trabajo Nobiliario de Conquistadores de Indias. Paz y Melia, fue también el primero en haber coloreado y dibujado el Escudo, de acuerdo a las instrucciones dadas en la Real Cédula, el mismo que fue incluido en su citado trabajo. En 1925, Rómulo Cúneo Vidal volvió a publicar la Real Cédula, aunque aparentemente desconocía la publicación de Paz y Melia. Finalmente, difusión amplia en nuestro medio, le dio Waldemar Espinoza, en su citado trabajo.

Precisamente ha sido Espinoza Soriano, quien ha identificado el escudo de armas de don Felipe Guacrapaucar como escudo Huanca: “¡Un escudo de armas para Felipe Guacrapaucar y para la saya de Lurinhuanca! Pero nosotros, en realidad, consideramos el Escudo de toda la Nación huanca porque allí está bien resumida y brillantemente representada la alianza y la confederación hispano-huanca”; sobre este concepto, Espinoza Soriano adjudica una serie de interpretaciones a los figurines del Escudo, según el cual se resume lo que él denomina como alianza: el broquel representaría al escudo de cuero con que los huancas defendieron con sus cuerpos en su lucha contra los Incas de Quito y Cusco. La porra significa el arma poderosa con la que los huancas defendieron a los españoles. Las tres cabezas pertenecen a los tres orejones cusqueños que fueron muertos en las batallas contra Manco Inca. El color verde significa la más pura fidelidad profesada por los huancas a los Españoles. El castillo de plata perenniza la confederación con el Reino de Castilla. El brazo desnudo no es más que uno de los miles de brazos huancas que arrojaron armas a diestra y siniestra contra los enemigos de los aliados. Y finalmente, los jaguares en pleno salto y pelea representa el enfrentamiento valiente y decisivo de los huancas contra los enemigos del Rey: Quisquis, Manco Inca, Almagro el Mozo, Gonzalo Pizarro y Hernández Girón.

Al menos está claro que la interpretación de Espinoza es más cercana al dominio de la fantasía y la ficción que a la objetividad histórica.

La mitificación de la historia

En este mismo texto (que fue publicado con el nombre de La Destrucción del Imperio de los Incas (1973 y otras ediciones más) y es la base de buena parte de Enciclopedia Departamental de Junín (1973) del mismo autor), Espinoza Soriano realizó, además, una serie de afirmaciones que han sido asumidas a pie juntillas en la región desde esa época hasta la actualidad. Entre ellas, la más importantes, por las repercusiones que tuvo en la manera de pensar la historia o el proceso histórico en la región a partir de ese momento, es el hecho considerar la existencia de un solo grupo étnico, en este caso los huancas, que tendrían unidad cultural y política traducida en un reino, el “reino huanca”, cuya capital habría sido, afirma, Siquillapucara o Siqllapampa (Tunanmarca) y que abarcó el territorio que comprende las actuales provincias de Huancayo, Chupaca, Concepción y Jauja.

Sin embargo, casi todas las evidencias que hay tanto en el plano arqueológico, lingüístico, antropológico e histórico, llevan a refutar categóricamente estas afirmaciones. No hay ninguna señal de la existencia de este “reino” fuera de la cabeza de Espinoza Soriano. Las fuentes hablan más bien de diversos grupos étnicos en constante pugna, entre los que destacan los Xauxa y los Huanca, que es el origen de una cierta dicotomía que hasta ahora existe y que es posible de ser percibida en diferencias dialectales de la variante del quechua que existió en el valle y de muchas formas de comportamiento social. En muchos sentidos, lo “huanca” tal como lo postuló Espinoza Soriano y como lo entienden la mayoría de huancaínos no existe (por ejemplo baste con decir que ningún jaujino se siente “huanca”). Por lo mismo, desde esta perspectiva, la misma categoría de “Escudo Huanca” es una falacia.

Pero este es solo una arista del asunto. La tesis de alianza hispano huanca es también muy discutible. Además del aspecto ya señalado en el párrafo anterior, el problema de la interpretación de Espinoza Soriano reside en que ignora en su trabajo la norma redistributiva que era la característica de los grupos integrados al Tahuantinsuyo de los Incas. Es decir, la pauta que normaba las relaciones de éste con los grupos étnicos. De acuerdo a esto, si los curacas del valle de Jauja pusieron a disposición de los españoles cierta cantidad de gente y mantenimientos, es porque esperaban a cambio una situación similar a la mantenida durante el Tahuantinsuyo: la condición de mediador entre la gente y el nuevo poder.

Lo que hasta aquí vengo señalando es una evidencia de lo mucho que hay por investigar sobre el proceso histórico de la región, y que muchas de las ideas que se tienen por ciertas no lo son. Más bien se trata de situaciones que se han ido repitiendo a lo largo de unas tres décadas aproximadamente, pero sin someterlas a ningún tipo de análisis ni revisión crítica. Esto ha repercutido en la necesidad de una construcción de una memoria histórica que tienen ciertos espacios en la región y que se traducen en la perfecta adecuación de los postulados de Espinoza Soriano y que se traducen en la frase “Construyendo el futuro de la nación Huanca” o en el mismo hecho de la transformación del escudo de los Guacrapáucar de Lurin Huanca a un “Escudo de la nación Huanca”.

La invención del pasado

El presentismo actual en el que vivimos tiende a despreciar el pasado y el futuro, y vive enfocado en el presente. Sin embargo, la importancia y el peso del pasado esta presente en todos los aspectos de nuestras vidas. Esto aún es más importante en el plano de las colectividades que necesitan de la reafirmación de un pasado para reafirmar una cierta identidad.

Como he tratado de mostrar en estas breves líneas, el llamado “escudo Huanca” es básicamente una invención y una apropiación y es un símbolo que, estrictamente hablando, no le corresponde a la ciudad ni la provincia de Huancayo. Sin embargo, este asunto debe ser resuelto entre los mismos huancaínos, lógicamente. Lo importante en todo caso, es que no prime la politiquería barata que lo impuso como símbolo de la provincia, sino una correcta lectura de la historia

Este último aspecto es de suma importancia de resaltarlo. Hay una gran responsabilidad cuando se habla del pasado. En resumidas cuentas, pienso que la historia que quiere construir Huancayo, y en la cual basa su identidad y legitimidad, no tiene fundamentos reales y esta llena de mitos e irrealidades, que no hacen otra cosa que crear sentimientos de chauvinismo y revancha, extremadamente peligrosos en un contexto como el que ahora vivimos.

En efecto, hay una urgencia por saber lo que hemos sido, y por lo tanto de lo que somos. Esto no sólo es privativo de Huancayo o Jauja, es una realidad presente en muchos espacios regionales no sólo del Perú. La correcta lectura de la historia que mencionamos líneas arriba solo puede establecerse con fundamentos sólidos basados en la investigación rigurosa y objetiva. Esta sería la tarea pendiente. (Ciudad de México, junio del 2008)

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Un nuevo libro para un valle de Leyenda…

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Por: Julio C. Dávila-Mendiola W.
e-mail: elhalckon@gmail.com

Carlos Hurtado

Curacas, industria y revuelta en el valle del Mantaro (Siglo XVIII):

Este es el título del nuevo libro del historiador Carlos H. Hurtado Ames, un intenso trabajo de investigación del periodo colonial en el siglo XVIII y que fue premiado en el Concurso Nacional de Subvenciones del Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Concytec), aventura editorial compartida con Halckon Editores, sello editorial que tuvo a su cargo la edición e impresión.

Dicho libro contiene valiosa información fruto de una tenaz investigación en diferentes archivos tanto particulares como estatales, así como también de la mano de una valiosa y sustancial bibliografía, y por varios años. A partir de su lectura podemos establecer con claridad un importante panorama del periodo colonial, exactamente del siglo XVIII, vemos aquí la compleja relación de los obrajes y chorrillos, instalaciones dedicadas a la manufactura textil, es decir a la producción de telas, con la nobleza indígena, esta élite vigorizaba su poder político, económico y social, comprando, administrando y vendiendo los obrajes y chorrillos, todos ellos establecidos geográficamente en el antiguo valle de Jauja.

Veamos lo que Francisco Quiroz Chueca, Magister y profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y candidato a PhD. en la City University of New York , expresa con singular entusiasmo en el prólogo al libro; sobre el contenido y su valioso aporte a la historia colonial del valle de Jauja:

“ (…) Carlos Hurtado es parte de la saga de estudiosos de la economía que tienen en la sociedad una variable enriquecedora del análisis histórico. El estudio tiene en la dinámica social un factor que le permite un mejor acercamiento a la realidad económica de la historia de la Sierra Central en el siglo XVIII, durante el apogeo de la producción textil de las comunidades, instituciones y particulares en el Valle del Mantaro. Hurtado presenta las características de la producción obrajera íntimamente relacionada a la nobleza indígena. Muestra cómo la nobleza indígena basaba su poderío en los obrajes y chorrillos de su propiedad y cómo competía con éxito con los advenedizos (instituciones religiosas y particulares) en el manejo de la producción y el mercado. En este campo, el trabajo de Hurtado continúa la tradición de los estudios de Miriam Salas para Huamanga, Neus Escandell-Tur para el Cusco y es paralelo al de Miguel León para Huánuco. Discute con ellos las coincidencias y diferencias que encuentra en el Valle del Mantaro colonial.”

Por otro lado, sobre su condición académica como Historiador:

“Este libro es el resultado de un gran esfuerzo personal de un novel historiador jaujino, Carlos Hurtado Ames, quien ha sabido superar las innumerables restricciones que en nuestro medio hay para el ejercicio de la investigación histórica, acumulando una enorme cantidad de información documental y sintetizándola en este estudio que es un importante aporte a la historiografía peruana actual. El profesor Hurtado ha combinado la labor de erudición con la del analista social para brindarnos un libro que innova en el tema y en su planteamiento.
He sido testigo de excepción de la forma de trabajo de Carlos Hurtado en sus etapas iniciales, cuando fui el asesor de su tesis de Licenciatura en Historia en la Universidad de San Marcos; tesis que es la base de este libro. A su capacidad de trabajo, Carlos Hurtado añade el entusiasmo y el orgullo de quien está trabajando a gusto sabiendo que su esfuerzo será de gran utilidad y aceptación en su “patria chica”, Jauja y el Valle del Mantaro y en general en todo el mundo académico. En efecto, su dedicación de años se ve hoy compensada por un estudio que ha de recibir la aceptación de la comunidad académica al igual que de la población de la Sierra Central a la que va dedicado.”

Sobre una contribución particular:

“ (…) Un aporte especial del trabajo de Hurtado es el estudio, en base a nueva información documental, de la “revuelta” de Nicolás Dávila Astocuri de 1781. Si bien es cierto se trató de una manifestación social de dimensiones limitadas por su composición social, duración y trascendencia territorial, el “movimiento” fue liderado por un miembro de las familias curacales más representativas del valle y se realiza durante la gran rebelión de 1780-1783, que afectó a todo el sur andino en el mayor intento separatista luego de las guerras civiles luego de la conquista.”

En palabras del mismo Carlos Hurtado este suceso requiere de mayor atención, como también de un exhaustivo estudio aparte. El “insurgente” Nicolás Dávila Astocuri, fue hijo de don Francisco de Dávila Cancho Huamán, corregidor de la provincia de Huarochirí y de doña Josepha Astocuri Apoalaya, ella fue hija de don Blas Astocuri de Apoalaya, quien regentaba el poder de los tres curacazgos y de doña Josepha Gabriela Limaylla. Los Apoalaya son descendientes por linea directa de Carlos de Apoalaya, último curaca titulado del repartimiento de Hanan Huanca (1657-1698). Según un comentario del antropólogo José Luis Álvarez Ramos, dicho análisis de la revuelta de Nicolás Dávila Astocuri, rompe con la imagen de una sociedad jaujina apacible que fue construída por la historiografía tradicional.

Finalmente, aquí en el prólogo hay algo que considero de suma importancia y que Francisco Quiroz deja contundentemente asentado, y es sobre algo que ya se escuchaba a media voz y que nadie tenía la valentía de expresarlo por escrito; Quiroz lo hace con mucho orgullo en la antesala de este vital libro:

“ (…) Ya no se trata hoy en día de romper la tendencia limeño-centrista de la historiografía, como esto era una tarea real hasta unas décadas atrás. Acaso, en medio de un verdadero auge de los estudios regionales y locales, la tarea hoy consiste en dejar de pensar que un estudio sobre Lima es “nacional” mientras que otro sobre el Cusco, Trujillo, Arequipa o Jauja es “local” o, cuando más, “regional”. Los estudios de los últimos años han demostrado la importancia de las regiones en el devenir histórico nacional peruano al mostrar que los hechos y procesos provincianos han incidido en el desenvolvimiento del país. Esto es más evidente cuando vemos que hasta mediados del siglo XIX Lima era, hasta cierto punto, “periférica” en el contexto peruano y el enorme, rico y poblado sur andino el verdadero centro del país.”

Y es este libro el que cierra con broche de oro el año 2006 la actividad editorial de HALCKON EDITORES, creemos firmemente que la edición tiene un futuro brillante, estimulante y repleto de impulsos para avanzar. O miremos a los alemanes y su poderosa industria editorial, son los primeros a nivel global, no porque exportan a todo el mundo, sino que en un 97% ellos mismos leen lo que producen; y que no darían por tener un idioma tan potente y feroz con infinitas posibilidades como el nuestro. Indudablemente es una lengua que contiene una gran civilización. Evidentemente, editar es avanzar. Es forjar ciudadanos más conscientes, críticos, autónomos, sensibles y libres. En suma editar es una gran tarea con alta dosis de responsabilidad social. (28 de diciembre del año 2006)

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