Las personas, en multitud de ocasiones, utilizan expresiones que literalmente no significan lo que realmente se quiere expresar con ellas, pero su “otro significado” está tan arraigado dentro de la sociedad que se usan diariamente y de forma coloquial, y siempre representan algo. Son las conocidas como frases hechas. Pero realmente, ¿se conoce el origen de éstas y el porqué de su utilización en un contexto determinado?
Extremadura al Día ha indagado por la Red para conocer más a fondo el verdadero origen de algunas de las frases hechas más utilizadas por los españoles, para que así, de una vez por todas, “no desconozcamos aquello que con tanta normalidad empleamos, casi sin darnos cuenta”.
‘Estar en Jauja’. Con respecto a esta expresión hay que señalar que Jauja es una ciudad peruana, cuya fama que ha dado lugar a la frase hecha, se debe a sus excelentes minas que en época de los conquistadores proporcionaron a éstos una vida ociosa, relajada y desordenada. Curioso, ¿verdad?
Para llamar la atención de alguien que está despistado, normalmente se utiliza la expresión de ‘está en Babia’. Babia es una región de España a la que, durante la Edad Media, los reyes de León y de Asturias se retiraban a descansar.
¿Por qué se dice que la nobleza es de sangre azul? Esta frase hecha se debe a que al no realizar tareas en el campo, los nobles no tenían la piel morena, y a través de su blanquísima piel las venas parecían llevar sangre azul. Un significado simple, ¿no?
Cuando se sospecha de que hay algo oscuro o alguien esconde un secreto, se dice que hay ‘gato encerrado’. El origen parecer estar en la costumbre, durante la Edad Media, de llevar ocultos entre la ropa monederos fabricados en cuero de gato.
El gato también es protagonista en ‘buscarle la quinta pata al gato’, expresión utilizada cuando alguien intenta buscarle complicaciones a un asunto que de por sí no las tiene, aunque la frase correcta sería ‘buscarle tres pies al gato”. Sin embargo, la mayoría de la gente al citar el dicho menciona tanto al felino al que le falta una extremidad como al que le sobra.
Para ellos el sentido es idéntico. Y todavía están los que hacen distingo acerca de la aplicación del tres o del cinco. Los que la emplean en la primera forma sostienen que se refiere a lo fácil que resulta criticar, ya que frente a cualquier minino, sea persa o atorrante, hasta el más torpe encuentra los tres pies requeridos. En cuanto a lo de la quinta se refiere en no querer aceptar, por mala fe o ignorancia, la realidad tal cual es.
Una cuarteta anónima resume muy bien este dilema trivial: “El normal cuatro presenta, tres si le falta una sola, y cinco si quien las cuenta toma por pata la cola”, una solución salomónica, como se ve.
DEJANDO LAS COSAS CLARAS
Cuando una persona quiere dejar las cosas claras suele decir ‘vamos a poner los puntos sobre las íes’. Y es que cuando en el siglo XVI se adoptaron los caracteres góticos era fácil que dos íes se confundieran con una ‘u’. Para evitarlo, se colocaban unos acentos sobre ellas y la costumbre se extendió hasta la ‘i’ sencilla.
‘De punta en blanco’ se emplea para referirse a una persona que va toda arreglada y limpia. Pero ¿cuál es su origen? Hay que señalar que en los ejercicios para combate, los caballeros medievales empleaban armas de hierro ordinario que carecían de filo y llevaban en la punta un botón, como los floretes con que se aprende esgrima.
Recibían el nombre de armas negras, en oposición a las que se usaban en los torneos, que eran de acero filoso y tenían el extremo afilado, o como se decía entonces, la punta en blanco. En esas lizas, los contendientes se presentaban ante el árbitro o maestro de armas acompañados de sus escuderos, quienes portaban los yelmos con sus penachos y los respectivos escudos. La gran pompa de esta ceremonia con música de fanfarrias y el espectáculo de las armaduras relucientes y los estandartes al viento quedaron asociados a la frase ‘estar de punta en blanco’, que tomó el sentido de mostrarse con las mejores galas.
Por otro lado, cuando se quiere ponderar la importancia de un asunto cualquiera, con frecuencia las personas se valen de una comparación negativa y destacan que eso ‘no es moco de pavo’.
El diccionario define ‘moco de pavo’ como “apéndice carnoso eréctil que el pavo tiene sobre el pico”. Sin embargo, el dicho proviene de cuando se usaba reloj con cadena.
Ésta asomaba como una provocación para los ladrones, quienes aprovechaban las aglomeraciones para desprender el reloj y dejar la cadena que lo sujetaba. Dado el público del que salían los incautos, llamados pavos en la jerga del delito, esas cadenas eran de escaso valor, de modo que se quedaban colgando como cuelga el moco del ave.
Hoy en día ya se usan relojes de pulsera, por lo que la expresión ha perdido toda conexión con su origen. Pero basta escuchar que algo ‘no es moco de pavo’ para que en seguida todos entiendan que no se les están hablando de ninguna pavada.
OJO POR OJO…
La frase ‘Ojo por ojo, diente por diente’, que consagra la venganza como un procedimiento jurídico, figura en dos de los 282 artículos del código sancionado por Hammurabi (1792-1750 a. C.), fundador del imperio babilónico.
La menciona también el Antiguo Testamento al referirse a los actos de violencia. “Quien cometiere e delito”, dice el texto bíblico, “pagará vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano y pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida y golpe por golpe”.
Cuando el agredido prefería que se lo compensara con dinero, tenía derecho a una suma, fijada de antemano de acuerdo con la gravedad del daño. Así, según la ley del talión del derecho romano, quien recibía una cachetada podía canjear ese golpe por un monto equivalente a cinco o seis dólares de hoy.
El dicho, con frecuencia abreviado como ‘ojo por ojo’, no pasa en la actualidad de un modo de hablar. Un desahogo para el rencor. Y prueba de que la idea de devolver mal por mal es siempre tentadora. Pero ningún código moderno autoriza a desdentar o volver tuerto al ofensor.
Y finalmente, está la típica frase de ‘Si la montaña no viene a Mahoma, Mahoma irá a la montaña’. El significado está cuando Mahoma convenció a sus seguidores de que a una orden suya se le iba a acercar una montaña desde la cual predicaría. La muchedumbre se reunió, y Mahoma llamó una y otra vez a la montaña y cuando ésta no se movió de su lugar, el profeta dijo sin abochornarse: “Si la montaña no viene a Mahoma, Mahoma irá a la montaña”.
Este texto no pertenece a ningún libro religioso ni procede de Oriente. Figura en los Ensayos de Sir Francis Bacon (1561-1626), filósofo inglés y canciller del reino, quien fue precursor del método experimental en la ciencia y uno de los más firmes adversarios del conocimiento dogmático y supersticioso de la Edad Media.