Con gloria y sin olvido: Dos años del viaje sin retorno de Pedro Infantes Mandujano(*)

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Pedro Adrián Infantes Mandujano

Por Darío A. Núñez Sovero

Es difícil, casi imposible, decir algo cuando un amigo se va a la eternidad, así de pronto, sin presagiar nada de aquella fatal partida. Son dos años y meses que se fue a la gloria un amigo. Se fue sin avisarnos previamente que era su postrer viaje, de ese modo nos evitó, dolorosamente, despedidas que no debieron darse jamás, tratándose de una persona que estaba en la lozanía de su vida, en su cenit existencial, en el mismo tiempo en que los halagos y respetos afloraban como inagotables manantiales por donde él discurría y que eran recíprocamente correspondidos, tratándose de alguien que sabía que la sencillez y la simpleza son caudales que nacen de una educación prolija, como es la que tuvo Pedro.

Silencié por tiempo esta deuda que tenía con Pedro, hablar de sus virtudes sería más que inútil, porque él era un raro arquetipo que sabía brindar lo que hoy casi no se cultiva: la amistad sin barreras y el acendrado amor por su familia y su Jauja nativa. Jauja está en deuda con Pedro, no lo despidió como se merecía pero creo que aún hay tiempo para ello, quizá alguna calle o una plaza pueda llevar su nombre más adelante.

El adiós es una constante en la vida humana. Todo lo que nos rodea nos dice cotidianamente adiós. Así, adiós nos dice el día cuando cae aplomadamente la noche, adiós nos dicen las olas cuando terminan gimebundas en las arenas de las playas, adiós nos dicen las flores cuando cierran sus pétalos al caer las sombras. Adiós nos dice la persona amada cuando tenemos que partir a lejanos exilios, adiós nos dicen los años cuando las arrugas van surcando nuestros rostros. Yo, Pedro, no pude decirte adiós porque la multitud que desesperada y a la vez contrita despedía tus despojos me impedía acercarme a tu ataúd para verte por última vez. Eso es lo que está pendiente en mí y en muchos que desde lejanas estancias no pudieron acompañarte por vez última.

Siempre lo digo, evocando las palabras de nuestro desaparecido Pedrito Monge, que cuando muere una persona no estamos ante la muerte de quién está yerto, los muertos somos los que hemos compartido contigo tantas aventuras, porque, en este caso, contigo se fueron los años vividos intensamente y sin darle tregua al descanso, contigo se fueron todas aquellas experiencias y sueños forjados para ver a nuestra Jauja con la óptica del desarrollo y progreso. Contigo se fueron las secretas cuitas que nos confesábamos sin que oigan vecinos ávidos de generar rumores sin sentido. Nuestro César Vallejo tiene un verso que dice: “qué poco he muerto hoy”. Si, morimos diariamente pero la tuya, que fue definitiva, nos arrancó muchos años y nos quitó al amigo a quién confiadamente acudíamos en busca de compresión y consejo. Tu ejemplo, que debería conocerse con más amplitud, nos enseñó a ser humildes en toda circunstancia. No te llenó de vanidad la alta magistratura que ocupabas pues para tus amigos siempre estabas atento. Eso es algo que no podremos olvidar.

Nos enseñaste a amar a nuestra Jauja, a quererla sin mezquinarle afectos. Desde donde te encontrabas siempre tenías tiempo para visitar la tierra, el barrio, los amigos. No te importaba el juicio ajeno porque para ti más importante era compartir con los que te apreciábamos. Más de una vez demostraste cómo se debe trabajar por Jauja, los memoriosos todavía lo recuerdan. Pero yo te recuerdo a ti con esa sonrisa cantarina con que sabías expresar tus alegrías, con esa espontaneidad con que afloraban los recuerdos de aquella juventud que compartimos en nuestra Jauja. Con esa gravedad con que solías saludar a los ancianos. Te recuerdo, con esa preocupación que demostrabas por los problemas que acometías con éxito.

En muchos recordatorios In Memorian leo esta frase: “no estoy muerto, sólo estoy dormido, moriré cuando me olviden”. Pues bien, tú no estás muerto porque no te hemos olvidado, estás vivo en cada uno de nuestros actos. Estamos como buscándonos en medio de un gentío con la esperanza de volvernos a encontrarnos, pero esta vez para siempre.

La muerte, esa pasajera macabra del país ignoto, esta vez triunfó. Te llevó sin ninguna contemplación, nos privó de ti inmisericordemente. Pero lo que no pudo esa muerte es quitarnos la alegría de tu recuerdo, arrebatarnos el ejemplo que nos sembraste. Tu nombre crece “como crece la sombra cuando el sol declina”. Pedro: descansa en paz.

(*) Pedro Adrián Infantes Mandujano, jaujino, ex Presidente de la Corte Superior de Lima, falleció prematuramente en enero de 2006 en Lima, de un infarto al corazón. Fue el gestor de la construcción del Módulo de Justicia de Jauja, autor de textos especializados de Derecho Civil y Procesal Civil.

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3 pensamientos en “Con gloria y sin olvido: Dos años del viaje sin retorno de Pedro Infantes Mandujano(*)

  1. SANTOS PASQUAL SANCHEZ ESQUEN

    Muy contento al saber que lo recuerdan a un querido amigo, pocas son las palabras que puedo decir sobre este excelente parrafo vertido por el sr. Núñez, pues tiene mucho de poético y sincera realidad así como las aguas claras que corren por los bosques… así era Pedrito Infantes

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  2. Jorge Mandujano Estrada

    Cuando por primera vez escuche el nombre de Pedro Infantes Mandujano, tuve deseos de conocerlo personalmente, sin embargo por el alto cargo que ocupaba, me era dificil hacerlo;y al leer las apreciacianos anteriores hacerca de su persona; me doy cuenta que perdi la oportunidad de conocer en persona a un gran hombre: mi respeto y admiracion a Pedro Infantes Mandujano.

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  3. Javier Carrillo

    Apreciado Darío, no soy Jaujino y tampoco conocí a Pedro Infantes, pero mi aprecio por ese paraíso Jaujino y las casualidades de la internet me trajeron a este su post. El recuerdo que usted hace de Pedro Infantes y especialmente las palabras expresadas me llevan a reconocer en usted el mas noble y apreciado de los sentimientos, LA AMISTAD. Me permito felicitar a Don Pedro por tenerlo a usted como amigo, repito tenerlo, porque usted no lo ha olvidado.

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