Cuando, desde las esquinas del Jr. Grau y San Martín en Jauja, veo un tanto desalentado la casa en la que vivió Edgardo Rivera Martínez por lo descuidada en que se halla, un velo de impotencia me asalta y me obliga, por lo menos, a escribir este post para compartirlo con mis paisanos. Inmediatamente después empiezo a recordar la lucidez y gratitud con la que, en otras partes, se honra a quienes han dado lustro a la historia de sus pueblos, tarea primaria que debe corresponder a quienes se ungen como autoridades.
Es en este sentido que viene a mi memoria la forma tan acomedida con la que el pueblo de Santiago de Chuco ha restaurado la casa donde nació el gran vate universal César Abraham Vallejo. Hoy en día, los turistas que visitan el Departamento de La Libertad no sólo van a conocer las ruinas (así todavía la llaman) de Chan Chan o las Huacas del Sol y La Luna, sino que van a Santiago de Chuco para tomarse unas fotos en la misma casa donde nació nuestro poeta.
Alonso Cueto, conocido escritor peruano, en una columna periodística última, nos narra que ha visitado recientemente, junto a otros escritores, la casa de Pablo Neruda en Isla Negra en Chile. Por él me entero que esta casa, diseñada primorosamente por el nóbel chileno no está en isla alguna sino frente al mar. La fundación que lleva su nombre se encarga de mantenerla y en ella se pueden ver los jardines que inspiraban al poeta, la sala (“donde navegan inmóviles los mascarones de proa imágenes de mujeres que han dirigido barcos de todos los mares…aspectos variados de un universo barroco, lujoso, desbordado”), el comedor, el altillo, el dormitorio donde está una larga foto de Machu Picchu (“Fue allí donde escribió su famoso poema, con los andenes del monumento peruano llevándolo al cielo”), el bar en cuyo techo Neruda fue colocando a pulso el nombre de sus amigos muertos, etc. El tema es que esta casa famosa se ha convertido en polo de atracción para el visitante y evidencia una alta estima y especial reconocimiento por quién fue, junto con Gabriela Mistral, uno de los más altos exponentes de referencia del vecino país.
En nuestra andina Jauja no estamos lejos de lo expresado. Este 9 de Setiembre próximo nuestro gran escritor y novelista Edgardo Rivera Martínez cumplirá 80 años. Decurso en el cual el Perú y el mundo ha leído su copiosa y laureada producción cuyos máximos exponentes son sus novelas “País de Jauja” (finalista del Premio Rómulo Gallegos y considerada como la mejor novela de la década del 90), “A la luz del amanecer”, “Diario de Santa María, “Azurita”, etc. Y, considero, que el mejor homenaje que el pueblo de Jauja le puede hacer es restaurando su casa del Jirón San Martín, para que sea, con el consentimiento del nuestro gran autor, un centro de atracción turística. En ella podrían estar, entre otras cosas, el piano en el que una dama jaujina le enseñó el arte musical, los libros que ha leído y que según propia confesión eran de su abuelo materno y su hermano Miguel, el escritorio donde destejió múltiples horas escribiendo el prodigio de su obra, su vieja máquina Remington que siempre lo acompañó, la Macintosh en la cual escribió “País de Jauja”, la casa llena de jardines y la habitación personal de grandes ventanales desde donde le gustaba desayunar admirando los andes, etc. Debo terminar diciendo que estos objetos han sido trasladados a Lima, donde actualmente reside, y exhibidos recientemente en la Casa de la Literatura Peruana, como un homenaje a los veinte años de la publicación de su novela “País de Jauja”.
Edgardo Rivera es uno de los artífices en la construcción de la identidad de los jaujinos. Lo que en vida hagamos por él será poco en retribución a haber puesto a nuestra tierra en el pináculo del interés mundial. Nuestras autoridades y organizaciones vigentes tienen la palabra. El jaujino universal largamente lo merece.