Paulo Freire, gran pedagogo y pensador brasileño, en su obra Pedagogía del Oprimido sostenía que “… nadie educa a nadie, todos nos educamos”. Desde esa posición, todos somos educadores y de modo alguno merecemos un reconocimiento. El Día del Maestro fue instituido en nuestro país para hacer un reconocimiento a la importante e insustituible labor que desempeña el docente de aula, aquel hombre que con su ejemplo y su ciencia se constituye, en palabras de Harry Stack Sullivan, en una personalidad eidética, en otras palabras: un modelo a seguir. Alguna vez, hablando del Maestro josefino Pedro Monge, sostuve que él era muchas cosas a la vez: un sembrador de simientes feraces, un revolucionario que renegaba del statu quo, visionario de la moderna pedagogía, voraz e incansable lector, intelectual y creador, en fin, un hombre cuya vida era digna de seguir. El conceptuó al maestro como el hombre que desafiaba las tinieblas de la ignorancia, como aquel faro que guiaba al educando por los mares tempestuosos de la inseguridad y la ambivalencia. Gran Maestro don Pedrito Monge.
Creo que este magisterio ha rendido sus frutos, no se ha perdido en la nada. Y esa es la contribución de él a la sociedad: forjar generaciones útiles a si misma y al entorno social, entendida como la familia y la patria. Es que todos somos un producto de los maestros que hemos tenido: gobernantes, religiosos, militares, civiles, etc. Detrás de nosotros está la mano de nuestros maestros. Por ello, en esta ocasión de recordar el Día del Maestro y en retribución al esfuerzo de ellos quiero resaltar dos ejemplos de gratitud que he hallado, entre miles de casos relevantes, en ex alumnos del centenario Colegio “San José” de Jauja.
El primero de ellos viene de ex alumnos egresados el ano de 1918 quienes 26 anos después, en 1944, colocaron una lapida, en el Cementerio General de Jauja, a don Francisco Ramos García Calderón, en mérito a haber sido su Director del Colegio, gesto que los muestra como pertenecientes a una generación que sabe reconocer a su maestro, mas allá de los tiempos.
El segundo ejemplo lo ha dado recientemente la Promoción 1960 “Félix Ingaroca Chuquin”, cuyos integrantes y 50 años después, han colocado una lápida en el mismo cementerio a su Maestro, con ocasión de celebrar sus Bodas de Oro de egresados.
Este maestro josefino, en su tiempo, era reconocido como un gran matemático, pertenecía a la Sociedad de Matemáticos del Perú y su labor dejo una honda huella en cada uno de sus discípulos. Falleció en un aula, en plena labor, el año de 1961 y actualmente los ex alumnos cuya promoción lleva su nombre le dan una misa de honras cada ano. Esta actitud conmueve nuestra sensibilidad y hace honor a sus autores.
En las personas de estos tres maestros josefinos que he citado, en esta feliz oportunidad quiero decirle a los maestros del Perú y en especial a los de Jauja: Feliz día Maestro!