Los amigos que gané

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En Jauja, Lima y Trujillo

Trujillo Perú
Equipo estudiantil de la Facultad de Letras de la UNT (año 1963) en el Estadio Mansiche de Trujillo

Darío A. Núñez Sovero

Complejo es el proceso de socialización de la persona. No sólo eso: es complejo, amplio y riquísimo. Hemos aprendido que nuestra primera relación con el género humano se da con nuestra madre, con la que interrelacionamos de niños. Nuestro radio social se irá ampliando cuando vamos a la escuela y nuevos rostros iremos conociendo así como también adquiriendo patrones de comportamiento que, como resultado de esas relaciones, se van incorporando a nuestra personalidad. Este mismo radio social se amplió más todavía cuando en plena adolescencia nos tocó ir al colegio, de resultas que nuestras relaciones fueron fluidas y amplias.

Finalmente, en la universidad y mas tarde en el trabajo, nuestro proceso socializador está casi consolidado. Para entonces, tenemos perfecta claridad de quienes son nuestros compañeros y quiénes son nuestros amigos. Comúnmente se dice que a los hermanos te los imponen pero a los amigos tú los eliges. Y yendo de una vez al trigo, debo decir que, desde esta mi ventana otoñal, me precio de haber acompañado mi vida con grandes amigos, amigos a quiénes llevo dentro de mi cerebro y mi corazón con singular estima y vivo recuerdo, Con quienes recogí valiosas experiencias, entre severas y mundanas, que el lector las adivinará como especiales.

Revisando el baúl de los recuerdos traducidos en infinidad de fotografías, que el común de los mortales suele cuidadosamente guardar, encuentro algunas que me mueven a acogedores recuerdos. De muchacho, acompañado de los amigos que aparecen al pie de la foto que sigue, solíamos apostarnos al frente de los colegios de “El Carmen” y “San Vicente”, para desde allí, en una forma atrevida y groseramente “romántica”, lanzar algunos silbidos a las chicas de nuestra simpatía, justo a la hora de la salida de clases sin saber si, en retorno, merecíamos la callada complacencia de la aludida. Con ellos mismo armábamos paseos por los contornos de nuestra campiña y, a veces solíamos ir, discretamente, a jugar una partida al billar del “loco” Prado o de “Coco” Saavedra, pues en el “Doria” no éramos admitidos por la brevedad de nuestros años.

Es, de resultas, de estás gratas compañías que muchos, como el desposado Luis Ramírez Chamorro de la foto que aludo, fuimos consolidando nuestro futuro conyugal:

Matrimonio en Jauja
Matrimonio de Luis Ramírez Chamorro (Jauja, octubre de 1968). De pie:Roberto Mellado, Darío Núñez, Ivonne Sedano, Luis Ramírez Chamorro (+), Orlando Calderón (+), Moisés Gamarra (+) y José Aguero. En cuclillas: Ernesto Núñez (+), Miguel Pérez, “cura” Vivanco y Paco Ramírez

La vida nos dispersó con el avance de los años y, como debería ser, urgidos por consolidar un porvenir en nuestras vidas llegamos a la Universidad Nacional de Trujillo, donde nuevos compañeros y mejores amigos marcarían nuestros rumbos. Los apremios académicos y las agobiantes evaluaciones hacían de nuestra existencia verdaderos hurgadores de bibliotecas y continuas consultas bibliográficas. Debo admitir que, en ese afán, la presencia de dos amigos delinearon mi rumbo estudiantil. Ernesto Otiniano Vitery y Carlos Martínez Oré. Ellos fueron dos inigualables compañías. Lo digo con voz trémula cuando recuerdo que, muy pronto, dejaron este mundo dejando dolidas a sus respectivas familias. En todo caso mi reminiscencia aspira a ser un tardío homenaje a tan nobles momentos vividos. El primero trujillano y el segundo huantino, cuando de brindarnos un apoyo mutuo se trataba no escatimábamos ningún esfuerzo y ello colma mi gratitud hacia ellos.

Mansiche Trujillo

Darío Núñez, Carlos Martínez (de pie) y Jorge Otiniano en la grama del Mansiche

En la vida laboral, muchas personas más formaron parte de nuestro entorno social. Algunas veces, amigos entrañables como el desaparecido Pedro Infantes Mandujano, me reclamaban del por qué olvidaba mencionarlos en nuestros post. No es que los olvido, los tengo muy presentes, Ocurre que los espacios siempre son mezquinos y, felizmente, habrá algún momento en que a ellos igual los recordemos con especial deferencia. Lo digo con simpleza y sin altiveces, mientras tanto quiero terminar mostrando una fotografía que me llega desde California donde mi querido y grato amigo de adolescencia “Picapiedra” Pedro Pablo López Vera, me recuerda el matrimonio de su hijo mayor. A ellos mis parabienes y mis deseos de que Dios les prodigue larga vida.

Matrimonio en Jauja
Los jaujinos César Gutiérrez, Rina Cuba Vda. de Calderón, Violeta Galarza de Gutiérrez, René Flores de López, Pedro Pablo López Vera, los contrayentes, una amiga, Roberto Mellado, Miguel Pérez y Orlando Calderón(+)

Justo es en este momento que debo citar a nuestro romántico sevillano Gustavo Adolfo Becquer cuando nos dice con una proverbial sabiduría y belleza:

“……………………………………..
Oh, primavera juventud del año.
Oh, juventud, primavera de la vida…”

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