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Maruja Martínez Castilla
“A la memoria de Imelda Blancas Bao”
En 1993, ya hace más de seis años, propuse a una serie de instituciones jaujinas la necesidad de recuperar el pasado histórico de Jauja a través de un Museo. Recién había tenido la oportunidad de contemplar maravillada la hermosa colección arqueológica, fruto del trabajo ejemplar y silencioso del Centro Estudios Histórico-Sociales “Julio Espejo Núñez”, montado en aquella vez en el local de la Sociedad Unión Artesanos.
Como muchos recordarán, desde esos tiempos lejanos estuve molestando en todas las reuniones del Club Jauja y de las ex alumnas carmelinas con tal cantaleta e incluso con algunas cartas. En Jauja, de manera igual y paralela, se agotaban todos los esfuerzos realizados en 1996-1998 por Nicolás Martínez Oviedo para obtener un local adecuado.
Ciertamente, nada de lo que diré en estas líneas es novedoso. Salvo que, de manera similar a las gotas de agua de nuestros antiguos filtros que llegan a horadar la piedra a fuerza de su porfía, ahora sí podemos atisbar la luz al final del túnel.
1. ¿Quiénes son los jaujinos?
Para nadie es un secreto el lento deterioro de nuestra ciudad, la tugurización de casonas y el destrozo constante de zaguanes y balcones para dar paso a una dudosa modernidad de aluminio y cemento, la imitación de la “estética” terrible del comercio ambulatorio limeño, con ropa colgada en la pared y desaparición de los mostradores, las pistas y veredas maltrechas. Ni siquiera la iglesia se ha salvado: nuestros mayores recordarán que todos los altares eran de estilo barroco con pan de oro, propios del siglo XVII, fueron reemplazados por mármol habiéndose salvado sólo la nave principal; y su magnífica arquitectura de piedra que ha sido cubierta con cemento. Y nosotros hemos visto cómo ante nuestros ojos se levantaba en una pared lateral una imagen de la Virgen del Rosario de estilo moderno, un enrejado que interrumpe la visión y, para culminar, un enorme poste de luz delante de su fachada. Detrás, la Plaza de Armas, cuya glorieta, bancas y árboles añoramos, convertida en un parque sin raíz y sin historia que los turistas cruzan sin siquiera mirar cuando van camino a la Iglesia.
Esta es la parte física de Jauja. Es importante, pero no más que las condiciones de vida de los actuales jaujinos. “No hay jaujinos”, decimos muchas veces, por eso es que la ciudad está descuidada. Olvidamos que nuestros antepasados también llegaron en algún momento. ¿O alguien de nosotros podría decir, por ejemplo, que los yauyinos no son jaujinos porque sus ancestros provienen de la etnia yauyo de la sierra de lo que ahora es Lima? ¿Alguien me podría decir que no soy jaujina porque uno mis abuelos era arequipeño, llegado a Jauja a fines del siglo pasado, uno de mis antecesores era español llegado en el siglo XVIII —justamente padre de mi tatarabuelo Alejo Martínez, prócer de la Independencia—, y otro tatarabuelo un cacique de Ancash, cuya llegada al parecer fue durante los primeros tiempos de la colonia?
¿Cuál es la frontera en el tiempo, que separa a los migrantes o no migrantes? Cualquier frontera siempre será arbitraria. En otras palabras, los migrantes de ayer y hoy serán los jaujinos de mañana. Lo que quiero decir es que la ciudad no es un conjunto de edificios más o menos antiguos, con más o menos historia, sino que está compuesta, en primer lugar, por quienes en ella habitan y sueñan; luego, por las tradiciones arquitectónicas e históricas que modelaron sus peculiares características, por sus creaciones literarias y musicales, por su riquísimo folklore, por la historia escrita a veces con sangre, y particularmente por los “héroes culturales” que día a día se empeñan en transmitir a las jóvenes generaciones todo aquello que ya se está perdiendo.
2. Nuestro patrimonio
Jauja tiene una historia peculiar, primero por el rol que ha jugado en diferentes etapas históricas, desde el período pre-hispánico, pasando por la Independencia, la Guerra del Pacífico, y ya en el siglo XX por haber sido la cuna de prácticamente todas las corrientes culturales, políticas, artísticas e intelectuales que hoy en día forman parte del ser social de la región e incluso del país.
Hay que recordar una y otra vez que la riqueza de Jauja se encuentra justamente en aquello que no se deteriora: las huellas que las diversas culturas que la habitaron, desde los tiempos pre-hispánicos, han dejado en las mentes de los hombres y mujeres de esta tierra. A diferencia de las fábricas, el petróleo, la pesca o el comercio, el patrimonio cultural existe en función de la existencia misma del ser humano, porque está guardado en su mente y en su vida cotidiana, que se transmiten de una a otra generación.
Es en torno a esta transmisión que la recuperación histórica se plantea. Y a la cual, colaboraría la existencia de un museo, entre otros elementos. Un museo “vivo” cuyo destinatario principal sean los jóvenes y niños. Por eso, en el mediano plazo pensamos no sólo en un museo sino en un centro cultural que, además de exhibir objetos de las diversas épocas de Jauja y sus distritos, albergue también, entre otros:
• Arte antiguo y contemporáneo
• Una exposición permanente de documentos, armas y vestimenta que puedan testimoniar la intervención jaujina en la historia de nuestra región y nuestro país
• Arte religioso: pinturas de la escuela cusqueña, mantos de la Virgen del Rosario, y otros.
• Exposiciones temporales que permanentemente muestren la obra de nuestros pintores contemporáneos
• Muestra permanente de los libros escritos sobre Jauja desde las crónicas del siglo XVI hasta nuestros días
• Archivo Provincial
• Archivo musical con partituras, instrumentos y discos de la provincia.
• Colección de todas las vestimentas de las ochenta danzas de la provincia, cuya base podría ser la que Imelda Blancas inició.
• Exhibición permanente de videos y fotografías sobre la historia, las costumbres, el folklore, los procesos productivos y los paisajes de la provincia.
Y, por supuesto, el espacio necesario para que nuestros niños y jóvenes aprendan a disfrutar todo este patrimonio, disfrute que la arremetida de la televisión basura de talk-shows y videopubs quieren arrebatarles.
3. Nuestra riqueza: el turismo
Todo este patrimonio y el que se sigue creando debe ser entregado a las nuevas generaciones. Pero nadie ama lo que no conoce. Y en esta primera etapa es indispensable apoyar todos los esfuerzos que se hacen en Jauja en ese sentido. Menciono tres de estos esfuerzos ejemplares que he tenido oportunidad de tener cerca:
• El Centro de Estudios Histórico-Sociales “Julio Espejo Núñez”, donde se agrupan un conjunto de intelectuales jaujinos cuya labor pueden testimoniar su museo de restos prehispánicos y sus numerosas publicaciones sobre la arqueología e historia de Jauja.
• La Sociedad Unión Artesanos, que desde hace más de cien años se ha convertido en un precioso depositario de obras literarias y pictóricas y que de una forma permanente realizan actividades culturales.
• Algunos “héroes culturales” como Nicolás Martínez Oviedo, permanente recopilador de la música y el folklore de la provincia y promotor cultural, quien además acaba de publicar una Guía Turística de Jauja.
Si la labor de ellos y las otras instituciones tuviera un efecto multiplicador, podríamos pensar en la “industria sin chimeneas”, es decir, el turismo. Edgardo Rivera Martínez, nuestro gran escritor, ha mencionado múltiples veces el ejemplo de la Villa de Leiva en Colombia, donde todos los pobladores viven exclusivamente del turismo. Se puede apreciar claramente la disposición de un lado de la Plaza de Armas, de una extraordinaria similitud con la cuadra del jirón Ayacucho de la Plaza de Armas de Jauja; como se puede ver, la Iglesia es mucho menos antigua y bonita que la de Jauja. Las calles tienen el piso de lajas, las puertas y balcones coloniales, los techos de teja, y se nota la ausencia de avisos comerciales.
No hay allí laguna de Paca ni iglesia del siglo XVII, ni restos arqueológicos, ni canto rodado, y mucho menos nuestra música y folklore. Pero la conservación ha permitido que, en todos los meses del año, la totalidad de sus pobladores tengan un ingreso considerable proveniente de hoteles, restaurantes, museos, empresas de turismo, movilidad, catálogos, folletos y postales turísticas, artesanía, etcétera.
La ciudad la hacen sus habitantes. Si se sigue destruyendo el patrimonio de Jauja, la ciudad se empobrecerá más. La cercanía a Lima la convierte en lugar privilegiado para el turismo. Para eso queremos un museo: como parte del trabajo por hacer de nuestra ciudad, en palabras de Arguedas, un lugar feliz: donde todos puedan danzar con alegría. Dirijamos allí nuestros ojos
La luz al final del túnel
Hace más de dos años recibimos los primeros ecos a nuestra propuesta. Carlos Bonilla Tataje, hijo de don Carlos Bonilla del Valle, envió dinero para una vitrina, la que actualmente se encuentra en la Municipalidad de Jauja; y también ofreció una colección de discos de música jaujina antigua; una arquitecta, que conoció Jauja a través de la familia Sanguinetti Remuzgo, ofreció sus servicios para la organización de la iluminación, disciplina que ella enseña en la Universidad de Brekeley, en Estados Unidos.
A principios de 1999, hicimos una breve gestión ante la Sociedad Unión Artesanos. Para nuestra alegría, la propuesta fue adoptada de inmediato, en menos de una semana, y acordaron destinar para este proyecto uno de los salones grandes de su local. Contando ya con el espacio, reinicié las gestiones con Alfonso Castrillón, a quien había solicitado asesoramiento para el proyecto. Para nuestra fortuna, en abril de 1999 se inició el dictado de una Maestría en Museología en la Universidad Ricardo Palma, cuyo director justamente es el Dr. Alfonso Castrillón.
En junio de 1999, Nicolás Martínez por la Sociedad de Artesanos, y la autora de esta nota, hicieron una exposición sobre período pre-hispánico y folklore, y sobre el período comprendido entre los siglos XVI y XX, respectivamente, ante los doce alumnos de la Maestría. La semana anterior les enviamos la Guía Turística y un conjunto de textos y artículos sobre Jauja y su historia, con la esperanza de que uno o dos alumnos hicieran su tesis. Grande fue nuestra sorpresa —y alegría— cuando la clase en conjunto se interesó mucho por nuestra ciudad y durante los dos años de la maestría su trabajo consistirá en la proyección y elaboración de un museo para Jauja. La Sociedad Unión Artesanos, vía convenio, tendrá la responsabilidad institucional de esta etapa. No obstante, estamos seguros de que cuando los participantes de esta maestría vayan a Jauja, lograremos comprometerlos en otros núcleos culturales, como el museo del CEHS “Julio Espejo Núñez”, y la Iglesia, entre otros.
En esta primera etapa, el núcleo estará constituido por la sala de Artesanos. Lo que nos han solicitado es una relación de los elementos que compondrán el Museo, un inventario que les permita un diseño adecuado. Estamos seguros que todo jaujino, viva en Jauja, en Lima o en el exterior, estará presto a dar en préstamo todo aquello que pueda hablar de nuestra historia. La propuesta es que este préstamo se realice vía un convenio que se renueve anualmente, y que todo objeto exhibido incluya el nombre de la persona o familia que lo ha prestado.
Por lo demás, nuestros esfuerzos recientes han estado acompañados por las gestiones de las asociaciones de excarmelinas de Jauja y Lima, cuyas dirigentes Alejandra de la Cruz y Violeta Castro, han obtenido que la Municipalidad destine un ambiente como Sala de Arte y Cultura, donde en estos momentos se debe estar exhibiendo un óleo de nuestro pintor Hugo Orellana, un manto de la Virgen del Rosario y algunos restos arqueológicos.
Nota de edición: A propósito de la idea de muchos jaujinos, que quieren recuperar la Estación Ferroviaria de Jauja para convertirla en un Museo, reproduzco en su totalidad este artículo escrito por Maruja Martínez Castilla en 1999, el mismo que diez años después, tiene pleno valor y vigencia, por cuanto parece que nuestra querida y ya desaparecida paisana lo hubiera escrito ayer. Originalmente, este artículo estuvo publicado en Andes Missouri.
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