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Homenaje a Hugo Orellana Bonilla (1932-2007)

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…toda una vida llena de imaginación

Homenaje a Hugo Orellana Bonilla

La Casa del Poeta Peruano – Jauja y la Dirección Regional de Comercio Exterior y Turismo Junín, invitan a Ud. a la ceremonia de homenaje al prestigioso artista pintor Hugo Orellana Bonilla, conmemorando su sentido deceso acaecido en el mes de enero, y el día de su nacimiento, el 29 del presente mes.

Luis Sebastián Suárez Galarza, Presidente de la CADELPO – JAUJA, y el Mg. José Luis Álvarez Ramos, Director de la DIRCETUR – JUNIN, agradecen su gentil presencia a esta actividad cultural que enaltece a nuestra provincia.

Jauja, junio del 2010

Cadelpo Jauja

PROGRAMA

LUNES 28 DE JUNIO
LOCAL SOCIEDAD UNIÓN ARTESANOS – JAUJA
HORA: 19:30.

1. Bienvenida a cargo del Director de Actas de la CADELPO, Prof. Darío Núñez Sovero.
2. Delicia Musical: Nicolás Martínez Oviedo, Zósimo Solís y Jorge Castilla Rosas.
3. Disertación acerca de la personalidad del epónimo artista pintor HUGO ORELLANA BONILLA, por el Mg. José Luis Álvarez Ramos, Director de la DIRCETUR – JUNÍN.
4. Freddy Gutiérrez Miranda ofrece el jarawi “Cóndor Chájllay”, tema muy apreciado por nuestro homenajeado, con vertientes de espíritu vallejiano.
5. Declamación: Brad Calderón Casas, con el poema HUMANO VIVENCIARTE HUMANO.
6. Deleite Musical: Nicolás Martínez Oviedo, Zósimo Solís y Jorge Castilla Rosas.
7. Alocución a cargo de Luis Sebastián Suárez Galarza, Presidente de la CADELPO – JAUJA.
8. Agradecimiento por el Prof. Sergio Castillo Falconí.
9. Brindis de honor, cortesía de los Sres. César Dávila Véliz y Rosendo Mayor Palomino.

MARTES 29 DE JUNIO
HORA: 10:00 Concentración en el local de la DIRCETUR DE JUNÍN, Jr. Grau 528 – Jauja.
ROMERÍA AL CEMENTERIO DE ATAURA/PROGRAMA ESPECIAL

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Oro de café jaujino para Hugo Orellana Bonilla

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Por: José Francisco Astocuri
e-mail: jofrasto@hotmail.com

Hugo Orellana

Los restos mortales del extinto y notable artista plástico llegaron a la ciudad de Jauja, el día lunes 29 de enero a hrs aprox. 11:30 p.m. Entre las autoridades que estuvieron presentes en la recepción podemos mencionar al Alcalde Alejandro Barrera Arias y al Director Regional del I.N.C-Junín Sergio Castillo Falconí, esta actitud la de ambos es muy saludable y es además un deber moral y el trabajo que les corresponde. Lo sancionable es que no tuvieron ni idea de cómo gestionar desde la recepción de los restos mortales, pasando por la misa de cuerpo presente hasta el homenaje en la plaza principal. Esto no solamente demuestra el crítico estado mental en cuanto al conocimiento de nuestra historia y la cultura de nuestra ciudad, una de las más importantes y con primigenia influencia en el valle del Mantaro. Dejadez, ignorancia supina, pobreza mental, indiferencia, quién sabe; lo más importante para Jauja esta afuera y no dentro, valoramos más lo que dicen desde afuera, que lo que pensamos por nosotros mismos, es ésto lo que piensan al final nuestras actuales y medianas autoridades municipales y culturales.

Los restos debieron descansar por un tiempo prudencial al pie del altar mayor de la Iglesia Matriz, esta disposición no solamente lo engrandece sino que asume de hecho el reconocimiento de su pueblo, aquí debió recibir los honores, el cariño y las oraciones de su gente, de sus amigos y no arrinconado en un común y desalentado salón parroquial, que lo hace nadie.

La Misa de Cuerpo presente debió tener toda la solemnidad de un Acto Litúrgico en memoria de uno de los jaujinos más ilustres de todos los tiempos, concelebrada con tres sacerdotes y un coro polifónico, la bandera de Jauja debió cubrir su féretro.

En el Homenaje; en donde estuvimos presente y esto nos da una relativa autoridad para comentar lo que realmente pasó: sólo parlantes a alto volumen, algunos parlanchines y una brutal figuración, en suma una payasada política, un Sergio Castillo con una imagen desencajada, desgastada y apolillada, sin una clara visión de lo que se debió hacer en este homenaje, con un discurso alabancioso hasta la punta de su zapato el de siete suelas, consiguió llenarse la boca con Hugo Orellana. Un Pío Peña que con sus palabras de incipiente monaguillo sólo demostró inopia e improvisación en el conocimiento de la trascendental vida y figura de Orellana. Un Alcalde de fachada “chicha” Alejandro Barrera que se esforzó más en vocalizar la menuda resolución, en la cual las letras más grandes eran la de su nombre y sólo un papelillo, un miserable papelillo y que con toda pompa se la entregó a la hija de Hugo, Wayta Orellana Planchenault. Un papel que lo destrozará el tiempo, un papel que significa nada, absolutamente nada, y más si la firma es más grande que el mismo texto. De fuentes de primera mano sabemos que todo este protocolo desde la recepción hasta el homenaje la estuvieron coordinando sus dos buenos amigos:Julio Dávila Mendiola y Henoch Loayza Espejo, ellos tuvieron las mejores intenciones, luego al final las autoridades municipales decidieron. La iniciativa de distinguirlo póstumamente con la medalla de oro de la Orden de la Gran Cruz de Maquinhuayo fue a parar al tacho, aceptaron primero y luego: sumisos ante la actitud miserable del director municipal de apellidos Gutiérrez Sincultura, abandonaron la idea para luego posteriormente recoger un inmenso pesar. Ahora que Hugo Orellana cumplirá un mes, estan pensando que darle a la hija. Que les costaba, una suma irrisoria para todo un municipio provincial, una medalla de oro de tantos kilates a nombre de la ciudad de Jauja, una medalla que brillaría por tantísimas generaciones, una medalla para brillar allá en ese palacio francés, una medalla que les diría a los franceses y a los europeos: así reconocemos a nuestra gente, por todo lo que significa Hugo, ayer, hoy y siempre. No lo dio el Municipio. Ellos, sus dos amigos hicieron posible lo imposible, una “chanchita” como vulgarmente se le llama, entre los buenos amigos de Hugo, y se la dieron a Wayta a nombre de la Comunidad de Intelectuales de Jauja. Y, ahí la vieron todos a Wayta en el sepelio de su padre, orgullosa con su medalla hecha con el oro de un café que crece solamente en la tempestad folclórica del idealismo, hervido en cristales de retama y maguey y derramando fortuna de infinita amistad, así lo diría el poeta de los obreros don Victor Ladera Prieto uno de sus mejores amigos; es, el cariño de capulí de su gente jaujina. Esa medalla brilla hoy en París, en Francia, mañana brillará también, y por siempre, alrededor de su gente y de su familia.

Obviamente, el momento oportuno más una decisión inteligente, define un hecho histórico. Uno de los siguientes pasos sería denominar a una de las calles o jirón o avenida nueva con el nombre de Hugo Orellana Bonilla, tomar esta decisión esta en manos de la Municipalidad Provincial a manera reivindicatoria, no sólo declararla bajo resolución sino además dar todas las facilidades a su vecindario para tomar conciencia de tal denominación. Asi es amigos, si un hombre jaujino hace algo por su tierra no lo reconocen y si no hace algo, todos dicen ¿Y éste que hizo por su tierra?; y hacer algo por su tierra no solamente en el plano material, el trabajo de Hugo Orellana intentando elevar el nivel de conciencia de su gente y de su pueblo, es innegable, va en el plano de lo intangible, de lo sublime, de lo que se respira a cada momento, en cada instante. Que el Santísimo Dios derrame sus bendiciones en cada uno de todos los que entraron en contacto fisico-cósmico-espiritual alguna vez con Hugo, y que cada uno sea la infección andante, y a perpetuidad, de esa doble luminiscencia.de cobalto.

Nota: El presente artículo de opinión fue publicada en el foro de la web: www. jaujamiperu.com, el día: 30 de enero del año 2007, con el título: “Sobre la participación de la Municipalidad Provincial de Jauja en el Homenaje al ilustre artista plástico Hugo Orellana Bonilla, el día de su sepelio”.. El autor nos ha remitiido el original con algunas modificaciones sustanciales; por su vigencia e importancia la volvemos a publicar.

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EL SEÑOR DE MURUHUAY EN JAUJA

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Los Hugos de Jauja

Iglesia Matriz de Jauja
Vista nocturna de la Iglesia Matriz de Jauja

Por Darío A. Núñez Sovero
darionunezsovero@hotmail.com

Jauja, siempre fervorosa y devota de nuestra Virgen del Rosario no esconde su admiración y devoción a patronos de lugares circunvecinos que, anualmente, celebran sus Fiestas Patronales en toda la región central del Perú.

Anualmente, en Mayo, cientos de fieles jaujinos viajaban hasta la localidad de Acobamba en Tarma para estar presentes en las festividades del Señor de Muruhuay. Este peregrinaje estaba teñido de especiales momentos como, por ejemplo, en la ida y vuelta la comitiva solía hacer un alto en las cumbres de Lomo Largo para que, a modo de un caypincruz pudiesen los peregrinos, al estilo Jauja incluido nuestro cortamonte, expresar su desbordante alegría por tan grata visita. Fue, una actitud perentoria en tanto que luego, aquellos mismos devotos, movidos por su emoción y fe, decidieran la reproducción de una similar imagen en uno de los altares de nuestra Iglesia Matriz.

Es, de este modo, que ingresando a la imponente iglesia jaujina y ubicada al lado izquierdo en el primer altar y frente a la imagen del Señor de la Justicia, yace, crucificado, el Señor de Muruhuay, magistralmente reproducido en el maravilloso arte pictórico de Hugo Orellana Bonilla, natural de Ataura, y Hugo Espíritu Escobar, natural de Huertas. El vulgo, siempre agudo y oportuno, motejaba a estos artistas xauxas como los Hugos de Jauja.

La historia se remonta al año 1987. Comienza con la inquietud antes señalada y la escondida iniciativa de poner el arte de nuestros artistas contemporáneos a merced del sabio juicio de la ciudadanía. Es de este modo que, además de tener la imagen permanentemente en Jauja y poder orar ante ella diariamente, con la venia de la Parroquia, se decide ubicar el lugar exacto de la reproducción. En el largo proceso previo se decide traer lajas de piedra desde el mismo Acobamba. Estas lajas serían colocadas cuidadosamente en el altar ya señalado, finalmente se decide convocar a los artistas que deberán reproducir, exactamente, el original .

Por entonces, se hallaban en sus talleres nativos los dos artistas, Orellana y Espíritu, en temporada de pascana, luego de afanosos peregrinajes por variadas mecas del arte. El primero, retornaba de París, donde residió décadas luego de estudiar Pintura en México y Florencia donde había asimilado un torrente de corrientes modernistas del arte universal y, el segundo, retornaba de Costa Rica y México, embelesado por el arte de Siqueiros , Orozco, Diego Rivera y Frida Khalo. Invitados, ambos, no dudaron en aceptar tan generoso encargo.

Una vez juntos, y puesto de acuerdo sobre aspectos técnicos de la obra, concluirla les llevó un mes. La imagen llegó a despertar comentarios nada gratos como que no se trataba del Cristo rubio al que la Iglesia nos ha acostumbrado, antes ellos trataron, y se logró, de reproducir una imagen mestiza al igual que los lugareños de estos pagos, un Cristo de piel cetrina, mestiza, con facciones nuestras. Muy nuestras.

Cuando dialogué con Hugo Orellana, me refirió tres casos especialísimos que generaron asombro a los autores y, probablemente, estupor en el lector. Primero: cuando pintaban los pies, encuentran que ellos ya tenían atravesado el clavo exactamente a la altura que correspondía a la herida. Segundo: cuando pintaban la llaga que tenía nuestro Señor a la altura de la costilla, curiosamente, la piedra ya presentaba allí mismo una hendidura profunda que facilitó la obra y, tercero: la parte de la pintura que llevó más tiempo en reproducirla fue la cabeza, nunca como entonces, pareció a los artistas que podían lograrla (a este respecto me recuerda que otros artistas mencionan que lo más difícil de reproducir son las manos). Finalmente, para satisfacción personal de los autores la obra se concretó y allí podemos admirarla desde la esquina de nuestra confesión y desde la perspectiva de nuestra concepción artística. Una verdadera obra de arte que está al alcance de nuestra mirada. Un regalo que tenemos que aquilatar y agradecer, tanto a los de la feliz iniciativa cuanto a la autoridad artística de sus autores.

Este es un Cristo al que todos ven cotidianamente por su ubicación pero del que pocos conocen la historia de su presencia. Un Cristo al que todos deberíamos venerar y honrar por los innumerables milagros que a la fe jaujina prodiga. Un Cristo que nos conmueve con sólo verlo. Un aporte del arte xauxa a la cultura universal y una constatación de que nuestra tierra es sede de especial sensibilidad que, esta vez, nace del pincel de los Hugos de Jauja.

A 21 años de la concreción, nuestra gratitud siempre está presente, tanto para Hugo Orellana Bonilla que ahora reposa en su etérea morada de la inmortalidad, cuanto para Hugo Espíritu Escobar allá en el vecino Brasil donde reside desde entonces.

Homenaje a Hugo Orellana Bonilla:

Tributo Oficial

Youtube: El llamado de la tierra

Más datos de Hugo Espíritu Escobar:

Óleo sobre tela

Youtube: Tela de pintura a óleo do artista plástico peruano radicado no Brazil

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“País de Jauja”: De la novela a la realidad…

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País de Jauja, Santillana 2007
Por Darío A. Núñez Sovero
darionunezsovero@hotmail.com

Cuando concluí la lectura de esta hermosa y extraordinaria novela de Edgardo Rivera Martínez: “País de Jauja” (1), no pude menos que ensayar un envidiable orgullo por saber, íntimamente, que el autor siendo un jaujino notable, es en su diario acontecer una persona de una franciscana modestia y sencillez patética. El orgullo deviene del hecho de conocerlo, él sin saberlo, y haberlo visto, en mi niñez y adolescencia, recorrer las calles de Jauja transportando un asombroso silencio y una no menos metafísica mirada.

Cuando en el preámbulo de su obra el autor, dirigiéndose al lector, le advierte que en su novela hay “sin duda, bastantes elementos autobiográficos, pero es mucho mayor lo imaginado” (2) recuerda que su novela combina experiencias juveniles, su raigambre andina pero no por ello menos occidental, el descubrimiento del amor y el énfasis de ciertos personajes, como Abelardo y la tía Marisa, todos ellos al unísono en la consolidación de su vocación. Esta última afirmación se debe a que el autor, siempre recurriendo a su reclamada autobiografía, admite su entrañable amor por la música como su, entonces oculta y mayor, aspiración literaria, la que finalmente fue la que lo ha encumbrado como un autor de nota nacional e internacional.

País de Jauja 1993
País de Jauja, La Voz Ediciones, 1993. 515 pp.

Confieso que, sin embargo, antes de leer esta obra, pensaba encontrar en su contenido descripciones de Jauja de la década del 40 del siglo anterior, cronología en la que ubica el contexto de sus relatos tan preclaro autor, de aquella Jauja imaginaria de la que tanto nos hemos imbuido los naturales de ésta, para citar sus palabras, esplendente tierra; que iba a encontrar descripciones poéticas de nuestra Laguna de Paca, de la verdosa y deslumbrante campiña de Jauja, de sus riquezas coloniales, su comida exquisita y sin par, de sus monumentos arqueológicos o el sin fin de parajes maravillosos que indudablemente tiene nuestro terruño. Pero no, felizmente, el propio Rivera se encargó de advertirnos que mucho de su novela describe experiencias personales en la Jauja novecentista que nos dejó.

Amelia en Ataura Jauja
Sentada con vestido negro y sombrero blanco, se observa a Amelia Bonilla en Ataura – Jauja. Se aprecia la fusión cultural de lo occidental con el mundo andino. Foto Recopilada en el Concurso de Fotografías Antiguas “Jauja Recuerdos en Blanco y Negro”, participante: Trini Schutz.

Coincido con el autor a efecto de entender “País de Jauja”, como una fusión cultural entre lo occidental y lo andino, encuadrar a Jauja como una ciudad sui generis en dicho tiempo respecto a otras ciudades en los andes peruanos; la misma que se debió a la gran inmigración que hubo hacia Jauja por su clima que era vital para los que sufrían tuberculosis y asma.

Justo es, esta afirmación, la que nos empujó a atar algunos elementos autobiográficos que existen a lo largo de todo el relato. Me apresuro a expresar mis disculpas si existiera algún atrevimiento involuntario en mis afirmaciones, sin embargo quiero decir que, en todo caso, esta audacia deviene de algunas observaciones personales. Así es como dedujimos, en primer lugar, que el hermano Abelardo, del que con gravedad y respeto cita reiteradamente el autor, es nada menos que nuestro recordado Miguel Martínez Saravia, hombre cultísimo de admirada ascendencia en la formación de numerosas promociones del Colegio “San José” de Jauja. Es de sobra notorio que sin esta generosa compañía el autor no hubiera podido alimentar, en su adolescencia, una formación prolija de indispensable tendencia clásica. Era, pues, como lo admite Edgardo Rivera, su hermano, quién le seleccionaba los libros que debía ir leyendo y a quién acudía cuando quería encontrar enjundiosos comentarios tanto académicos como costumbristas. Era, en suma, una sombra tutelar, una guía paidética, al mejor estilo griego. En este acápite me atrevo a sustentar que siendo verdad la presencia decisiva de Miguel Martínez en la vida del autor de “País de Jauja” y siendo incuestionable la entrañable amistad y relación ideológica que existía, en vida, entre Miguel Martínez y Pedro Monge Córdova, indirectamente, éste último ha intervenido como parte del equipo formativo inicial de Edgardo Rivera Martínez. No quiero desmerecer la vocación autodidáctica de nuestro escritor, menos su rígida e intencionada formación académica, pero sostengo que este aserto es incuestionable, salvo, como dicen las comunicaciones escritas, error u omisión. Mi sustento se resume en la postulación de que tanto Miguel Martínez como Pedro Monge son las epónimas figuras que han aportado visiblemente en la formación del talento literario de nuestro escritor. Pero aquí surge otra pregunta: siendo Edgardo Rivera poseedor de un espíritu sensible de probada tendencia artística en el campo literario y musical, según propia versión novelesca, ¿por qué es que no descolló en la música como sí lo hizo en la novela? Aventuro la respuesta: Es que para esto último tuvo el aliento siempre atento y oportuno de Miguelito Martínez Saravia y Pedro Monge Córdova, mientras que para la música sólo tuvo una esmerada pero limitada maestra como Mercedes Chavarri, según la novela, que en verdad era doña Mercedes Dávila en la vida real, aquella amable señora esposa del conocido Carlos Ayllón, que en la obra es presentado como Carlos Baylón y que vivían en una casona de la cuadra 8 del Jirón Sucre en Jauja, además de la lega contribución que le brindaba su madre, especialmente para la recopilación y pulimento de la música andina de la que era muy afecta.

Jaujino japonés
Inmigrante japonés de los 40, maestro de karate y fotógrafo Soko Nakachi Higa, quien tuviera su estudio fotográfico frente al cine Colonial. Foto proporcionada por Rubén Casimiro Taipe en el concurso de fotografías de Jauja en blanco y negro.

Hay, en todo lo largo del relato, numerosísimas referencias que nos actualizan la memoria de lo que fue nuestra querida y nostálgica Jauja de la referida década. Debo relevar, entre otros más, que cuando el autor habla del peluquero Nakamoto y su proverbial humorismo de corte oriental, nos está mencionando a la peluquería que tenía en Jauja, el ciudadano japonés Alejandro Makino, el mismo que tenía como sede de su establecimiento, la cuadra 5 del jirón Grau y que estaba avecindado con otro hijo del país del “Sol Naciente”, don José Fukushima, también varias veces citado. La peculiaridad de estos hechos radica en el cosmopolitismo de Jauja de entonces: además de concentrar ciudadanos de distintas nacionalidades como el rumano Radulescu y otros japoneses residentes, desfilan a lo largo de las 662 páginas de esta novela personajes varios como los curas españoles del Convento de Ocopa, los curas italianos de la Parroquia de Jauja, la dama Awapara de ascendencia árabe, el usurero Kogan, etc. En contraste, ahí el lector hallará un encendido homenaje a la belleza eufónica de algunos apellidos quechuas como Pomasunco, Incamanco y Canchapoma (3). Esto me recuerda al diálogo que algún día tuvimos con ese notable pintor jaujino, ya desaparecido, Hugo Orellana Bonilla, quién no se hallaba en gracia con los apellidos que llevaba por su vacío contenido y su procedencia extranjerizante “me hubiese gustado, me dijo, apellidarme Carhuancho o Quispe o Yarihuamán ¡qué lindo!, todos con un alto contenido terrígeno”.

Jalapato en la Plaza de Jauja
Jalapato en el frontis de la Municipalidad de Jauja. A la izquierda se aprecia la elegancia de los ciudadanos jaujinos de la época y a la derecha, un conjunto de músicos liderados por el legendario acollino “Huachipso” Blancas. Foto Recopilada en el Concurso de Fotografías Antiguas “Jauja Recuerdos en Blanco y Negro”, participante: Manuel Velasco Aguilar.

Sería largo enumerar las citas de nombres imaginarios que se encuentran en el libro pero que, en verdad, se corresponden con nombres que han existido en la época en que se le ubican los relatos. Es sorprendente la descripciones mágicas del personaje Fox Caro y sus pronósticos sobre la sabiduría y la paz; indagando sobre él, he encontrado que de verdad éste existió y se trataba nada menos que del jaujino don Oscar Castro, fabricante de ataúdes de la cuadra 7 del Jr. Graú, en cuya puerta vendía panecillos y dulces de Jauja su esposa Margarita. Debo destacar, empero, dos cosas que a mi modo de entender son impostergables: el tratamiento narrativo que hallamos para nuestras fiestas costumbristas como la fiesta del “20 de Enero” y nuestras fiestas del cortamente carnavalesco. Sobre lo primero se encuentra que ya desde la época del siglo anterior era motivo de especial esmero el presentar una fiesta de gran colorido, con instituciones que hacían ensayos previos como el conjunto tunantero de los hermanos López, apellido ficticio para los hermanos Erasmo y Guillermo Suárez Zambrano, dirigentes del afamado conjunto “Centro Jauja” que hasta hoy existe gracias al entusiasmo y cariño de continuadores de la fiesta y a cuyos preámbulos gustaba de asistir el autor del libro. También, siempre con relación a la fiesta de Yauyos, encontramos una preocupación que muchos años después (hasta hoy) no puede ser superada: Los conjuntos de músicos, en general, en la música que interpretan, privilegian los saxofones y clarinetes en desmedro de las notas bellas que salen de los violines y arpas. Juzgo que este último juicio es tema palpitante que debería motivar un estudio para preservar y mejorar nuestra fiesta. El lector hallará, en este asunto, descripciones inmejorables escritas con una prosa perfecta, como “prefería caminar sólo, en silencio detrás del arpa, Cuánto me asombraban los tucumanos, con sus espuelas y sus lazos, y esa manera tan extraña de decir: !Cuidado con las siete puntas! Me hacían pensar en distancias inmensas, desoladas. Se diría que en ellos se juntan las figuras del bandolero, del pistacho, del condenado, y por eso el asombrado espanto que me inspiraban”(4).

Con relación a nuestros carnavales, es por todos conocido que ellos en el Valle de Jauja, se inician en los llamados jueves de compadres y comadres en el distrito de Paca. Allí, como hasta ahora, se acostumbra jugar con harta agua, harina y ortiga, confusión propicia para que algunos mozalbetes aprovechen de manosear indecente y morbosamente a algunas damas. Rivera reedita luego la tradicional presencia de la fiesta del cortamente de los barrios Huarancayo y La Libertad donde los cultores de la fiesta bailan, como don Manuel Irribarren (en alusión al extinto Alejandro “Chuyón” Palacios en la vida real) “con su figura alta y flaca, semejante a la de un torero y un estilo de renovada y justa fama” (5).

País de Jauja Peisa
País de Jauja. 548 pp. Segunda edición, marzo de 1996 PEISA

Leer “País de Jauja” es una experiencia de sempiterna recordación, una oportunidad de romántica regresión a nuestra adolescencia y la constatación de ameno estilo del autor. Debo decir, sin escatimar nada, que he hallado la ocasión de repasar muchas cosas y personas del terruño. Los jaujinos deberíamos de leer más de una vez esta hermosa obra, la cual, según admite el autor, fue elaborada paciente y cuidadosamente durante dieciséis años. Ahora poco, en un boletín que publica la Universidad Nacional Mayor de San Marcos se menciona a Edgardo Rivera como el jaujino universal. Y en verdad es gracias a él que Jauja da la vuelta al mundo en todos los idiomas. Gracias, Edgardo, por regalarnos esta visión de nuestra Jauja donde “Brilla el sol y el aire es límpido y clarísimo”.

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(1). RIVERA MARTINEZ, Edgardo. Pais de Jauja. Lima, Ed. Santillana. 2da. Ed. 2007. 662 pp.
(2). Ob.Cit. p.11
(3) Ob. Cit. p. 245
(4) Ob.cit. p. 243
(5) Ob.cit. p. 416

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