PANCHO CARDENAS POST MORTEM

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Darío A. Núñez Sovero

¡Ha muerto un xauxa de aristocrática trascendencia en la vida de nuestro pueblo!

Pancho Cárdenas, la noche de ayer, cerró para siempre el raído estuche donde guardaba, celosamente, su saxofón y, sin miramiento, partió de este mundo en búsqueda de las estrellas más remotas del firmamento para errar eternamente por el cosmos al lado del viejo Erasmo, antiguo compañero de la ruta de sus cuitas y melódicas giras.

Calló, para siempre su voz, siempre serena y dulce, pero dejó (¿en olvido?) los ajados papeles donde, con las destreza de un egregio tunantero, registraba sus incontables inspiraciones en complicados pentagramas que solo él sabía traducir.

En esa ruta sideral, de la que no volverá jamás, olvidó llevarse el magisterio de su ejemplo, dejándonos incontables conductas como asistir, anualmente, a la fiesta de Yauyos con la puntualidad religiosa con la que él sabía hacerlo; recorrer el perímetro de su plaza en abierta y sobria exposición de la prosapia y elegancia del hombre xauxa. La humildad y siempre austera sencillez con la que sabía recibirnos no podrá ser ignorada, la bondad de cada uno de sus gestos serán norte fecundo de la conducta de todos quienes fueron sus seguidores.

El “Centro Jauja”, al que amó tanto, llora inconsolablemente su muerte. Con él se va su historia, sus anécdotas, siempre picantes y punzantes, las correrías que tenía con Erasmo, su entrañable mentor, las tonadas que, obligadamente, se hacían en las vísperas de la gran fiesta. En suma, con él se va parte del estridente espíritu festivo que animaba al conjunto. Es duro aceptarlo, pero Pancho ya partió. Atrás quedamos los que nos resistimos aceptar su dolorosa partida.

¡Pancho Cárdenas, descansa en paz!

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