Darío A. Núñez Sovero
El 1ro. de junio del presente año, en la Sala de Sesiones de la Casona de la cuatricentenaria Universidad Mayor de San Marcos, se presentó el Libro Memoria del Primer Encuentro Cultural “Revalorando la Tunantada”, publicación que responde a la invalorable inquietud del Centro Cultural de Promoción y Revaloración de la Tunantada “Los Tunantes”. La presentación estuvo a cargo del Dr. José Carlos Vilcapoma Ignacio, Presidente del CIOFF Internacional –el mismo que el año 2011 fuera el que entregó a Jauja la Resolución que declaró a la tunantada como Patrimonio Cultural de la Nación, en su condición de Viceministro de Cultura- y una de las voces más autorizadas en temas de tradiciones y costumbres en el país. Ante un auditorio expectante, empezó su disertación diciendo algo –para mí- desconcertante: con una serenidad elocuente, instó a la concurrencia a no distraer su tiempo en disquisiciones banales –mencionó, entre ellas, a las largas discrepancias que existen para explicar, casi chauvinistamente, sobre el lugar donde se originó la tunantada y, por el contrario, focalizar el estudio y debate tunantero en aspectos sustanciales como, por ejemplo, explicar la presencia del personaje denominado “anti” –comúnmente llamado chuncho- en las numerosas cuadrillas que se presentan en el recinto de la plaza de Yauyos, en las fiestas del 20 de Enero. Al margen de que si la discusión por la presencia del anti en la tunantada es banal o no, lo cierto es que en su conjunto ella (la tunantada) es una de las expresiones más elevadas de nuestra nacionalidad que –a los jaujinos- nos vale para reafirmar su ancestralidad así como también reforzar nuestro sentimiento identitario.
La tunantada es un baile resultado de un largo proceso de sincretización, de la fusión cultural de dos mundos: la cultura andina y la europea. Desde este punto de vista la tunantada es un elevado producto cultural con peculiaridades propias en los ámbitos dancístico, musical e histórico.
Esta introducción me sirve, además, para mencionar algunos puntos centrales que, especialmente al lector, le permitan ubicarse en las distintas dimensiones de nuestra tunantada. A saber:
- Históricamente, la tunantada, es el resultado de un largo proceso evolutivo. No es que ella apareció súbitamente. En este largo proceso, los cultores y sus intérpretes han ido, progresivamente, apareciendo en el escenario festivo. Estudios recientes, como el que nos muestra el historiador Carlos Hurtado Ames, nos dice que la tunantada auroral -en sus inicios- tuvo lugar con personajes cuyo disfraz, entre otros elementos, usaba máscaras de animales como el zorro y/o el venado y que, lentamente, fue transformándose en máscaras y caretas de figura humana y que la tunantada actual es una realidad que tomó forma casi recientemente. Otros aportes, como el de Antonio Palacios Rivera, nos indican que fueron los curanderos procedentes del norte boliviano que se nombran como jamilles –en aymara Kallawallas, “el que lleva medicinas”- los que frecuentaban el valle en tiempos de la influencia de la cultura Wari en nuestro medio y que la reminiscencia de ellos justifica su presencia una vez que la tunantada fue cobrando forma. Nos dice, igualmente, que el caso del ingreso de los tucumanos –arriero argentino- fue posterior a esta incorporación, especialmente cuando, en tiempos de la colonia, la explotación minera fue dominante en las actividades económicas de la región y la provisión de las vigorosas mulas se hizo necesaria para el traslado del mineral desde los centros de explotación hacia los puertos. La última incorporación al elenco dancístico fue de “la jaujina”; danzante cuya inclusión data hacia los años 60 del siglo pasado. Del mismo modo como fue cobrando forma el conjunto tunantero, a la aparición de nuevos cultores correspondió otros que fueron desapareciendo, más que nada por su falta de sentido de pertenencia con nuestra identidad (el charro, el payaso, el chino, entre ellos). Este largo proceso fue cimentando la tunantada de este tiempo hasta verla como ahora la conocemos.
- Cuando la tunantada cobró forma, sus cultores fueron progresivamente agrupándose en entidades que fueron denominándose, primero, cuadrillas de tunantes y, desde no hace más de dos décadas, instituciones tunanteras. De estas, las más antiguas, se ubican en Jauja. En una publicación citada por Hurtado Ames en su obra “La tunantada de Jauja-Yauyos” se dice que hacia 1887 don Pablo Suárez Núñez conocido entre sus coetáneos como “Chino”, ya tenía una agrupación tunantera –la misma que, a su muerte, tuvo como continuadores a sus hijos Erasmo y Guillermo y que en tiempos recientes se conoce como “Centro Jauja”-, posteriormente aparecieron el “Hatun Xauxa” y otra institución más que nucleaba a cultores residentes en el hoy distrito de Yauyos-Jauja.
“Además, independientemente, contribuyen tres cuadrillas de “tunantes” (bailarines enmascarados) que son financiados de diferentes maneras. Estas son: La Cuadrilla de “los Suárez. Que por tradición mantienen los hermanos Erasmo y Guillermo. Cuyo padre, Don Pablo”. Fue un entusiasta de la “tunantada”. En los tiempos en que el famoso Manuel G. Quintana era un mozo gallardo a quien nadie aventajaba en el baile y disfraz de la “chupaquina”. El “chino” Suárez. Como se le decía por cariño a Don Pablo. Tuvo a su cargo una cuadrilla de bailarines, desde 1897 hacia 1919, la misma que después de algunos años de interrupción continuaron presentándose los hijos.
La segunda cuadrilla es la del barrio de Yauyos. Que tiene tradición de familia, cuyo sostenimiento recae cada año en diferentes personas que se comprometen voluntariamente. La tercera pertenece al Club Hatun Xauxa…”(1)
La cita anterior –publicada hacia 1952- tiene algunos errores de apreciación, pues, es evidente que la llamada cuadrilla de Yauyos es la que se denomina “Cultural 20 de Enero” y la denominada Hatun Xauxa no era del club que por aquellos años existía, sino de algunos cultores que, por discrepancias con la cuadrilla de los hermanos Suárez, decidieron fundar otra institución a la que denominaron como tal y entre cuyos promotores se encontraban don Francisco Montalvo, Saturnino Salas y otros. Estas instituciones, por las evidencias fundacionales que tienen, disputan su antigüedad con otras de los distritos de Muquiyauyo y Huaripampa, quienes reclaman para sí ser las más antiguas; ello no quita que sean las de la provincia de Jauja las que tienen los primeros registros en la memoria histórica de los lugareños.
Si hacia 1952, las instituciones tunanteras eran en número de tres, ellas fueron incrementándose progresivamente, tanto que hacia 1977 llegaron a ser siete. Esta situación hizo que el recinto de la fiesta del “20 de Enero” -la placita denominada Jerga Kumu- quede con una estrechez mayúscula, sumado a que la concurrencia asistente, los bailantes y los comercios que inevitablemente se instalan, atiborren la capacidad del recinto, situación lamentable que obligó al Alcalde de entonces –Magno Rojas Peralta- a implementar la necesidad de trasladar la fiesta a otro escenario: la actual plaza “Juan Bolívar Crespo” (2).
Esta “mudanza” festiva, fue determinante para que ocurran algunos fenómenos inusuales hasta entonces:
- El número de instituciones tunanteras fue incrementándose ante la realidad de un recinto con amplio espacio.
- Las orquestas típicas tuvieron que incrementar el número de sus integrantes (en la primera placita eran en número promedio de ocho a diez integrantes, suficientes para hacerse escuchar) pues la amplitud del nuevo escenario hacía que, para escuchar la música y ésta no se diluya, era necesario más músicos intérpretes (hubo un tiempo brevísimo que, incluso, algún despistado conjunto bailó animado por orquesta con dos arpas). Fue entonces que las orquestas llegaron a tener hasta 23 integrantes, siendo mayoría saxofonistas (3).
- El incremento de los llamados “toldos” en torno de la plaza fue sorprendente y, sus conductores, se agruparon en una entidad –denominada asociación de tolderos- que ha tomado la responsabilidad de hacer una festividad especial el último día las fiestas con singular programa de actividades.
- Fue en el año 2011 que la denominada Asociación de Instituciones Tunanteras del 20 de Enero de Jauja-Yauyos –bajo la presidencia de Neri Orihuela Miguel- logró que la Tunantada fuera reconocida como Patrimonio Cultural de la Nación. Esta situación, que consolidó la valía de esta tradición como una actividad que cautiva ingentes cultores y animadores lo que ha trascendido las fronteras locales para rebasarla a niveles nacionales y extranjeros, fue determinante para que se popularizara e incrementen mayor número de instituciones que la cultiven, habiendo, solo en el caso de Jauja, llegado a tener 35 en Yauyos-Jauja (que sumados los 10 que bailan en las festividades del Señor Agonías Limpias del barrio San Lorenzo y las 5 que hay en la fiesta patronal del barrio San Antonio llegan a 50). Esto sin contar las entidades que bailan en las fiestas de casi todos los distritos y algunos anexos que hay en la provincia de Jauja, con lo cual podría afirmarse que la Tunantada se ha popularizado y convertido en una tradición emblemática que refuerza la identidad de los jaujinos. Este contingente de admiradores y cultores tunanteros (sumados a los que bailan fuera de las fronteras nacionales y que son oriundos de estas tierras, más las organizaciones y autoridades jaujinas) se aprestan a realizar acciones e iniciativas para que las festividades de la tunantada logren ser reconocidas por la UNESCO como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, tarea que demandará mucho esfuerzo pero que, por cierto, con mucha voluntad es lograble.
- Desde que la tunantada empezó a ser cultivada por centenas de cultores, los actores fueron inicialmente del género masculino. Los bailantes se disfrazaban en lugares no revelados y disfrutaban de saberse anónimos ante los espectadores. Así ocurrió durante décadas de años. Hacia los años 60 de la centuria pasada, esta situación cambió con el incremento de danzantes del género femenino, especialmente cuando –como repito- la jaujina se incorpora al conjunto de las cuadrillas hasta tener hoy en día casi mayoría de participantes. Un antiguo cultor de la tunantada –Antonio Fabián Chale- nos explica que fueron doña Paulina Calderón, vecina de Yauyos, y doña Marina Muñoz, vecina de El Mantaro, las primeras y osadas damas que se atrevieron a romper el convencionalismo de la hegemonía varonil en el conjunto de danzantes (para lo cual -según el relator- tuvieron que fajarse el pecho para ocultar sus senos), la primera en el “Centro Cultural 20 de Enero” y la segunda en el “Centro Jauja”. La audacia de estas damas fue contundente para iniciar una onda cada vez creciente de participación femenina tanto que, en la voz autorizada de Hurtado Ames, hoy se ha tornado determinante en las distintas facetas de la fiesta. Desde entonces, la gracia, el donaire y la elegancia que le pone la mujer al conjunto de recios y soberbios danzantes varones, le ha puesto a esta tradición el toque de sutileza y hermosura del que carecía.
- Hay varios aspectos que necesitan ser desentrañados -a manera de mensajes históricos o códigos encubiertos- en la danza de la tunantada. A saber: en el repertorio de la literatura local, algunos entendidos, no se ponen de acuerdo en definir si el personaje denominado “chuto”, realmente es el que nombran como “indio” o el que denominan “Huatrila”, siendo que el primero es el que usa birrete y “shucuy” –pellejo- en los pies, para hacerlo más auténtico con nuestra tradición andina y, el segundo, es el que usa “tongo” y botas para parecerlo elegante y con una andinidad decente. También, es necesario desentrañar, en el caso del bailante “Chapetón”, si la personalidad arrogante y soberbia que despliega se condice con el movimiento armonioso del bastón –que tiene como antecedente el uso del bastón europeo y/o el varayoc incaico que insuflaba autoridad a quién lo usaba-, tanto como saber si es que en el zapateo que remata las interpretaciones cíclicas de la danza tunantera del bailante hay antecedentes del zapateo español de la región de Andalucía-España, lo que configuraría visible influencia del canté jondo español que es una mezcla de la fusión festiva gitana, árabe y judía, que termina con el vistoso movimiento de brazos como es el que se ve –en el chapetón- acompañando al zapateo. Este último danzante, en mi modesto parecer, de entre los más de doce tipos de bailantes que hay en la tunantada, es el que más traduce el sincretismo cultural de la danza, pues evidencia una clara síntesis de la integración de las culturas andina y europea.
- La temporalidad de las festividades de la tunantada guarda estrecha relación con los fenómenos climatológicos que afronta la región. Según Antonio Palacios Rivera, el hecho de que la mayor cantidad de festividades de los pueblos del valle del Mantaro se realicen en tiempos de lluvia –Diciembre, Enero y Febrero- significa que, en sus inicios, existió la necesidad de devolver a la pachamama la generosidad que nos brinda en los campos de cultivo. Una creencia ancestral de los lugareños es que los meses de enero y febrero son de alta descarga pluvial y, en el caso de la fecha del 20 de enero, según Palacios Rivera, había el temor que se anuncie con la ferocidad de rayos, truenos, tormentas, heladas, granizadas, etc. que generaba temor de perder los sembríos; por ello es que los naturales solían esperar aquella fecha con provisiones de pilas de malezas y otros elementos inflamables, que al ser encendidos, generaban calor para neutralizar los efectos devastadores de la furia de la naturaleza y, en el caso que no haya ocurrido nada, en gratitud al buen trato de ella, se armaba el Kutichiy que era una celebración de júbilo –este sería el antecedente más remoto de los orígenes de la fiesta del 20 de enero- por haber salvado los sembríos de la furia de los dioses. Esta referencia me lleva a pensar que existen razones valederas para sostenerlos. Una ciudadana de Jauja, Nilda Rojas, recordaba que hace más de 50 años atrás, su señor padre –sicaíno- la víspera del 20 de enero solía juntar, conjuntamente con sus hermanos, todos los rastrojos posibles para quemarlos ante la amenaza de una posible helada; Palacios Rivera cita más ejemplos (4): en esta quema de rastrojos para ahuyentar las heladas y tempestades no participaban las mujeres, pues a ellas se las asociaba con la fecundidad de la tierra y la esperanza de un provisión beneficiosa de alimentos provenientes de esta época de siembras. Con el tiempo, es este kutichiy el que fue madurando para generar un espíritu festivo en los pobladores y es el que ha llegado a nosotros en la forma de tunantada, justamente en los meses de diciembre, enero y febrero (los pueblos de El Mantaro, Muquiyauyo, Masma, Paca, Huamalí, algunos del valle de Yanamarca y Huaripampa y Yauyos, en ese orden, tienen sus festividades tunanteras más célebres en esta temporada).
- Musicalmente, también existe una realidad histórica y actual que es preciso comentar: la tunantada, en ciernes, vio amenizar el baile con instrumentos nativos y de cuerda. El violín, el arpa y otros fueron los que tuvieron inicial rol principal cuando se interpretaban las melodías tunanteras. Esto cambió radicalmente cuando, hacia la década pasada del 30, aparecen los instrumentos de viento, especialmente el clarinete y el saxofón.
Mígdol Mucha Ninahuanca, es un respetable músico vivo local de reconocida autoridad en el mundo tunantero, no solo por ser un añejo actor musical de la fiesta de la tunantada sino además por su versación académica en este campo. Se inició como músico a los 7 años de edad y en la fiesta de Yauyos-Jauja tocó desde el año 1950, al lado de renombrados músicos como Tiburcio Mallaupoma, Zenobio Daga, Feliciano Mucha (su padre), Esteban Palacios, Silvestre Limaylla, Vicente Saquicoray. Ha sido, además Director del Instituto Superior de Música de Acolla y es Director de la “Orquesta Hermanos Mucha” y con la experiencia que posee, nos dice que, hacia 1936, la orquesta tunantera era de apenas 4 músicos: un arpista, un violinista y dos clarinetistas. Hoy esa cifra exigua se ha desbordado y ha llegado a ser hasta de 23 “números” de los cuales la gran mayoría son saxofonistas (en el argot musical se entiende que número es un músico). Esto se debió entre otras cosas a que luego apareció el saxofón (el primero fue el saxo en Do) y que la gente interpreta que cuanto más “números” tiene una orquesta ésta es mejor porque suena más, lo cual no es así porque con ello se sacrifica la calidad de la interpretación y porque se fomenta el ocio de algunos músicos que se relajan porque saben que en la exageración de músicos su “viveza” no se va a notar. Nos dice, además, que la tunantada auténtica es la jaujina y ella, orquestadamente, se interpreta en La menor, siempre con temas inéditos pues ellos son creados adrede para la fiesta que debe empezar; que el ritmo tunantero es sincopado que utiliza figuras de semicorcheas-corcheas y semicorcheas y que en la ejecución del movimiento deben darse de 65 a 70 negras por minuto (5).
Alarmado porque la tunantada original viene siendo sobredimensionada por la que utiliza “instrumentos tecnológicos modernos”, Mígdol Mucha, no niega la vigencia cada vez mas creciente de estas interpretaciones y él, prefiere darles la categoría de música latinoamericana pues utiliza la batería, la guitarra electrónica, parlantes de alta sonoridad, etc. Lo cierto es que la tunantada jaujina es la que se vale de orquestas en su interpretación musical y aquella que no es interpretada así es un “remedo” de tunantada, porque es interpretada de manera más lenta o rápida que la original.
Se distorsionaría este comentario si digo que la tunantada tiene una melodía alegre, por lo general es de una naturaleza triste, muy triste, que pareciera estar reproduciendo el drama existencial humano, el trágico llanto de algo perdido o, como dijo el artista jaujino Ernesto Bonilla del Valle, “es como un llanto en el alma”. Pienso que allí radica su gran recepción en el corazón colectivo de nuestro pueblo, el de haber calado hondamente en el gusto popular. Cuando fui a Bolivia me sorprendió verificar que a ellos también les había llegado el mensaje melancólico tunantero, tanto que lo habían rubricado como un “dulce puñal al corazón”. La tunantada, desde este punto de vista, es un numen que conjunciona muchos aspectos de la vida humana: soledad, melancolía, amores en lontananza, caminos inacabables, admiración por la naturaleza y sus fuerzas ocultas, etc.
- Los que todavía tenemos continuidad en este mundo, reconocemos y agradecemos el valioso legado que nos dejaron los que nos antecedieron, por eso no podemos callar el aporte de numerosos cultores a quienes tenemos presente en el obituario tunantero de nuestra memoria, entre otros, Juan Bolívar Crespo, Antonio Bravo Minaya, “Mufle” Yupanqui, Marcelino Espinoza, Epifanio Sánchez, “Panqueque” Briceño, “Achcar” Rodolfo Cordero, “Huayhuar” Alejandro Artica, Alberto Suárez Marticorena, Francisco Cárdenas Bullón, “Chita” López, los hermanos Erasmo y Guillermo Suárez, los hermanos Alejandro y Juan Contreras, “Mocho” Suárez, Felipe Olivera, Francisco Montalvo, César Aylas y tantos otros nombres que dejaron sus sudores y fatigas yauyinas en los afanes de la fiesta tunantera dejándolas como una ofrenda llena de policromía y retorcidos pentagramas musicales que enciman nuestros recuerdos.
La fiesta del 20 de Enero de Jauja-Yauyos es una fiesta magnificente que agrupa a los mejores danzantes y músicos de la región, su trascendencia en la vida de nuestros pueblos es tangible, por ello no escatimaremos esfuerzos en realzarla siempre que se nos permita.
En estas líneas, he querido reseñar lo que es la tunantada de este tiempo y me remito especialmente a los que recién se adentran a este mundo para que la vayan conociendo en sus interioridades. Si así fuera, creo que el objetivo se ha logrado.
Jauja, 16 de noviembre del 2022
Notas
- Citado por Carlos Hurtado Ames en “La tunantada de Jauja-Yauyos” que reproduce una publicación de la revista Folklore de Octubre de 1952. p.236
- “Revalorando la Tunantada” Memoria del Primer Encuentro Cultural. Mayo, 2022. Pp.176-177.
- Total: Escuela de Música. Entrevista a Mígdol Mucha Ninahuanaca. “Hablemos de tunantada”.
- Diálogo grabado entre este escriba y Antonio Palacios R.
- Ibídem
La Tunantada es de la Ciudad de Jauja, donde se daba el encuentro de Comerciantes de muchas regiones, (Feria Agricola, Ganadera y Artesanal y Agropecuaria cadas 20 de Enero ). Terminada La Feria, se despedian celebrando con musica, danza, canto y poesia… en la Plaza de Jauja. Lo formalizaron estas ferias Regionales como siempre influenciados por la Cultura religiosa Catolica desde el Virreynato, Colonia, Republicana y hasta la fecha como la Iglesia Catolica esta en todas partes presentes.
En Barrio de Yauyos de la Ciudad de Jauja, esta contruido la Capilla de San Sebastian, y con este Santo bautizaron las celebraciones de la Tunantada, donde luego daron como Plaza de Encuentros de los Tunanteros el en Barrio de Yauyos, que esos tiempos no existia Yauyos como Distrito.
Historicamente, Politicamente y Geograficamente Jauja es la Primera Ciudad Colonial del Centtro del Peru y fue la Primera Capital del Peru, fundad por Francisco Pizarro en 1934.
Excelente información. Tunantada es belleza, encuentro de dos mundos, sentimiento y algarabía.