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VICTOR MODESTO VILLAVICENCIO, EJEMPLAR JURISTA JAUJINO

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Darío A. Núñez Sovero

Existe una clara y acentuada discrepancia generacional en nuestras vidas y ello no me ha posibilitado saber mucho de su quehacer existencial. Pero después de leer la vida y obra de este ilustre jaujino, me digo para mis interiores: me hubiese gustado ser coetáneo de tan insigne personaje, compartir sus extraordinarias experiencias y, sobretodo, nutrirme del enorme bagaje intelectual y vivencial que lo caracterizó en su tiempo.

Víctor Modesto Villavicencio forma parte de esa selecta galería de intelectuales que se forjaron en las centenarias aulas de la única y generosa madre nutricia que tuvo Jauja en el siglo pasado: el colegio “San José”; en esas vetustas aulas a donde decenas de oleadas juveniles llegaban desde todos los confines de la región para aplacar sus sedientos espíritus ávidos de colmarse con las fuentes de sabiduría que  recreaba la ciencia novecentista, en ellas se forjó quien, luego, sería la eminencia más notoria de la ciencia penitenciaria y criminalística del Perú. En esas indetenibles mareas juveniles estaba él, junto a otros  intelectuales en ciernes como Clodoaldo Alberto Espinoza Bravo, Pedro Monge Córdova, Manuel y Max Espinoza Galarza, Alejandro Contreras Sosa y su hermano Juan –generación de oro del saber jaujino- entre otros notables de singular recordación. Época áurea de la inteligencia regional que se enriqueció con el concurso de otros notables de ese tiempo como Adolfo Vienrich y José Gálvez en Tarma, los Parra del Riego y Serafín Delmar en Huancayo.

Quizás la diferencia más notable que hubo entre ellos fue que mientras todos los citados en el parágrafo anterior hacían su desarrollo cultural  aquí mismo, Víctor Modesto Villavicencio lo hizo fuera del terruño. En efecto, nuestro ilustre paisano nacido en la casa de su conocida familia, los Del Valle, advino al mundo justo cuando el siglo paría su nacimiento, hizo sus estudios secundarios en el colegio josefino para, inmediatamente y hacia 1918, dirigirse a Lima donde iniciaría sus estudios de Derecho en la cuatricentenaria Universidad Nacional Mayor de San Marcos de donde, con la prontitud que lo animaba, se graduaría como Abogado, especializándose luego en Criminalística. Con los apremios de apoyar económicamente a la familia, se vio obligado a trabajar, justo en el campo para el que con esmero se preparó –fue Director de la Escuela Penitenciaria de Vigilantes- y luego a asumir la defensa de casos notorios de aquel tiempo, que detallaremos más adelante que le permitieron gozar de una bonanza económica inusual. La vida que siguió nuestro ilustre intelectual fue, paradójicamente, una vida de pronunciados contrastes, marcados tanto por sus resonantes éxitos en el campo de la defensa jurídica como por los años que pasó en prisión en los que sufrió la venganza y aprobio de sus persecutores políticos.

Los 69 años de vida existencial de Víctor Modesto Vlillavicencio fueron años de muchísimas y ricas experiencias que necesitan ser cuidadosamente referidas. Para mejor entender de nuestros propósitos los encasillaremos en tres niveles: el personal, el profesional y el político.

Apadrinando la boda del matrimonio Bonilla – Bardales

Desde el punto de vista personal, procedía de una familia de abolengo –inmigrantes españoles- emparentados por su lado materno con la familia Del Valle que entonces era poseedora de extensas propiedades. Sus parientes que le han sobrevivido recuerdan con especial acento de cariño y nostalgia su temperamento siempre vivaz y lleno de aventuras insólitas como la de haberse puesto, una vez, en el confesionario de la iglesia matriz para remedar de confesor de algunos incautos y enterado de ello el párroco –el padre Francisco Carlé- pretendió ponerlo en el limbo de la expulsión confesional o cuando quiso bromear a transeúntes montando a caballo con un disfraz de calavera para asustarlos, habiendo merecido denuncia de víctimas del terror ante sus padres, lo que valió severas reprimendas. Luego de haber egresado de las aulas josefinas, con la iluminación y febrilidad de su juventud, quiso ser actor y con esa obsesión viajó a Estados Unidos para ser actor de Hollywod. Ya profesional y en la plenitud de su vida, tuvo dos matrimonios de los cuales su descendencia fue marcadamente femenina, familia a la que amó y cuidó con decisión y entereza. Luis Antonio Eguiguren, notable jurista de la centuria pasada y prologuista de su obra “Vidas frustradas” nos refiere que producto del encono que se ganó con Óscar R. Benavides, presidente de la república, una noche en que se realizó una incursión en su casa por parte de las fuerzas represivas hubo tal confusión y prepotencia para vanamente capturarlo, fue hecho triste que trajo consecuencias fatales a su familia como que su esposa –que se encontraba en estado de gestación- murió durante el parto. Después de esa trágica circunstancia, la vida de Víctor Modesto tuvo los contrastes más incomprensibles que fueron desde sus rutilantes éxitos profesionales hasta la injusta prisión que sufrió a causa de esos mismos éxitos y su relación con el partido político más perseguido de la primera mitad del siglo pasado: el partido aprista peruano.

Desde el punto de vista profesional, la vida del controvertido penalista jaujino Villavicencio, tuvo ribetes marcadamente exitosos. Hacia 1930 ya se le reputaba como el más connotado penalista y criminólogo del Perú (sus sucesores en el campo penal, como su conocido discípulo Roy Freire, pueden dar fe de ello). Fue requerido como expositor en cuanto foro nacional e internacional se realizaba y a la par fue publicando numerosas obras y artículos especializados de su campo profesional. Y, justamente, fue esta reputación que lo llevó a ser llamado para la defensa de los casos políticos más sonados de la década del treinta pasado como fueron los casos de la defensa de Víctor Raúl Haya de la Torre y –otro fundador del aprismo- Manuel Seoane, casos en los que brillantemente ganó logrando el archivamiento de sus procesos que obstinadamente patrocinaba el gobierno que lideraba el presidente Benavides, enconado enemigo del aprismo. Los biógrafos de Villavicencio explican que su notoriedad y prestigio lo llevaron a que, luego de sus injustas prisiones, el Presidente Manuel Prado Ugarteche lo tenga como su principal asesor jurídico, hecho que me recuerda que –en su segundo período presidencial entre 1956-1962- este mismo presidente tenga como médico de cabecera a otro jaujino, el Dr. Max Espinoza Galarza, reputado neumólogo de prestigio internacional.

Década del 60: Entrevistado por el legendario Pablo De Maladengoitia en canal 5

Desde la perspectiva política, ya he referido que –estando estudiando en la universidad sanmarquina- Villavicencio encontró afinidades políticas con el aprismo, partido en el que militó y del que, consecuente con sus principios, se separó luego de advertir deslealtades y contubernios con quienes lo habían perseguido. Esta militancia lo llevó a ser víctima de largos encarcelamientos en diversas prisiones del país reteniéndolo no como preso político sino como preso común al lado de los más abyectos delincuentes. Fue en estos aciagos tiempo, justamente,  que nuestro paisano Víctor Modesto escribió su célebre novela “Vidas Frustradas”, que es un testimonio escrito de las graves injusticias que asolaban el país con la instauración de dictaduras que asolaron al país durante muchos años. El doctor Eguiguren dice, a este respecto, que “Vidas frustradas” es una novela autobiográfica y, para nosotros, debe ser un obligado desafío su lectura en estos tiempos en que nuestra democracia se ve amenazada por vientos que nos alejan de nuestras más elementales libertades. La obra de nuestro autor fue nutrida y está repartida entre temas especializados del campo jurídico como en el de la literatura y el ensayo. Nadie como él tuvo un derrotero tan lleno de contrastes que van desde lo doloroso hasta los de plena felicidad. Por ello Víctor Modesto Villavicencio es acreedor de nuestra admiración y justo aplauso. En la historia de Jauja, su nombre debe ser grabado en el mármol de la inmortalidad.