LAS BIBLIOTECAS DE JAUJA

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Darío A. Núñez Sovero

Esta tarde de julio, me he dado tiempo para hurgar entre viejos cajones de cartón, algunas cosas que guardamos sin que, a veces, valoremos la calidad del infinito valor que hay en el contenido de muchos papeles antiguos, revistas y libros que creemos ya no nos sirven. Hallé entre ellos restos de algunas hojas de una revista que, me parece, fue editada en la década del 80 pasado, llamada “Mirador Xauxa” que (así lo creo) dirigió el extinto periodista local Oriol Morales. Hojeando lo que sobrevive de lo hallado, encontré este artículo que escribí como colaboración de dicha edición y que lo reproduzco y actualizo.

“Libros que son depositarios de cuánta verdad científica rodea al hombre. Libros que resumen la inquietud de infinitos desvelos y de pasiones innombrables. Tantos afanes costó coleccionarlos y qué fácilmente son desarticulados por manos biblioicidas. Libros que sucumbieron por manos bibliocastas, ignorantes de los tesoros que extinguían.

Estas líneas preliminares resumen un poco la ira de saber cómo nuestras bibliotecas jaujinas fueron progresivamente desapareciendo. Las bibliotecas de Jauja que conocí casi ya no existen. Habría que indagar en detalle la forma en que fueron exterminándose sin que nadie se ocupara de ellas.

Recorro las líneas de “Jauja Antigua” de Clodoaldo Espinoza Bravo, obra que relieva el hermoso pasado de Jauja y advierto que, por ejemplo, hacia el año 1941 sólo en el distrito de Apata había dos bibliotecas de renombre: la Biblioteca Municipal “Domingo Faustino Sarmiento” y la Biblioteca Pedagógica “Moisés Sáenz”. La pregunta fluye inevitable: ¿seguirán perviviendo todavía? Que yo sepa, han desaparecido. Sus numerosos y preciosos volúmenes deben haber corrido igual suerte. No menos infortunio debe haber sufrido la biblioteca fundada por el Centro Progreso Huaripampa en 1917 denominada “Andrés Avelino Cáceres” y que era una ofrenda a la gesta conocida como Huaripampeada. Tengo memoria, todavía, de una biblioteca renombrada que funcionaba en Marco hace pocas décadas, Cuando la visité no pude constatar sus existencias porque un velo de polvo, silencio y olvido me lo impidieron. Tantos libros juntos debieron ser un precioso alimento que nutrió la inteligencia de los marqueños.

También visité la casa del malogrado poeta Algemiro Pérez Contreras y su tía -que aún vive- alcanzó a mostrarme algunas obras de su valiosa biblioteca. Estaba en vida nuestro “Maiqui” Núñez Suárez -aquel amigo de Mariátegui, María Wiese y José Sabogal- y cuando me condujo a su “atelier” -donde recreó la policromía y delicada belleza de muchos paisajes jaujinos- pude advertir la riqueza de libros que guardaba en estantes adosados a una de sus paredes. Un buen día, mientras vivía en Trujillo, familiares descendientes directos del gran jurista jaujino Víctor Modesto Villavicencio, me obsequiaron un ejemplar de su obra “Vida Sexual del indígena peruano”. Hoy desconozco qué fueron de las numerosísimas obras que conformaron su biblioteca. Otro día, hace buen tiempo, uno de esos mozalbetes que han abdicado vilmente frente al alcohol me ofreció, por unas monedas, un libro cuya autoría recae en nuestro paisano Abelardo Solís Vásquez, autor de “Monografía de Jauja”, sorprendido tuve la torpeza de no aceptarlo por temor a ser cómplice. Otro mozuelo, lastimosamente desquiciado, me ubica en el mercado y, también, me ofrece un libro con una autógrafa firmada por un tal Lizárraga y fechada en Ticlio en 1924, su contenido es invalorable y hoy lo guardo celosamente entre mis libros. No hace mucho, nuestro buen amigo Lucho Castro me invita a su casa y luego de un frugal desayuno me conduce a la nutrida biblioteca de su padre, desprende un volumen y me lo obsequia, el tiempo apremiante que me agobiaba me limitó para verificar el valioso contenido de las otras obras existentes. Visito la casa de Henoch Loayza y, furtivamente, me doy tiempo para ver los numerosos libros que sobre Jauja contiene su biblioteca, igual ocurre cuando visito la casa de Luis Cáceres, Lucio Villanes y del alcalde Luis Balvín Martínez. Sé que otro Lucho, el profesor Rafael Sánchez del “San José” tiene otra valiosa colección de obras. Igual, de alegre, me sentí cuando en la casa de Arturo Mallma constaté la enorme cantidad de libros que asesoraban sus consultas investigativas. Y, en contraste, me dio mucha pena saber cómo el profesor Olavo Delgado vendía sus libros en una tiendecilla de la calle Grau, habiendo alcanzado a adquirir algunas.

Renglón especial merece comentar la biblioteca de nuestro querido Alejandro Contreras Sosa. Cuando lo visité en su casa del Jr. Iquique en Breña-Lima, advertí entre las numerosas obras de su biblioteca, las primeras ediciones de autores jaujinos y, luego, supe que le habían solicitado en venta una colección completa que posee de la revista “Fanal”, muy apreciada en su tiempo. Cosa similar, coincidentemente, me ocurrió cuando visité la casa de su hermano Juan en Ica; ver su biblioteca me devolvió a esta olvidada Jauja en versión de sus numerosos autores. Fui a Trujillo y visitando a otro jaujino, Godofredo Bonilla, pude ver entre los libros que guardaba obras con la autógrafa de Víctor Raúl Haya de la Torre. En Manchay, he tenido la oportunidad de encontrar en la valiosa biblioteca del R.P. José Chuquillanqui Yamamoto, numerosísimas obras de autores oriundos de Jauja y, a la vez, agradecer la generosidad que le expresé por la donación de algunos ejemplares de obras cuya publicación él acertadamente promovió.

¡Cuánto gozo interno se siente al saber que nuestros comprovincianos son contumaces consumidores de lectura e incrementan sus saberes con el respaldo, solvente y probo que da ese arsenal bibliográfico que significa tener una biblioteca personal!, pero también, cuánta decepción se sufre de saber cosas ingratas como la que me comentó don Alejandro Contreras Sosa al decirme que había visto, en las aceras de la Avenida Grau en Lima, cómo se vendían volúmenes de la invalorable biblioteca de Clodoaldo Alberto Espinoza Bravo o saber la suerte que han corrido los libros de la biblioteca del finado artista Hugo Orellana Bonilla, de quien cuando lo visité en su casa “Huayta Huasi” de Ataura, constaté numerosas obras en idioma español y francés. Al igual que los citados, tengo el convencimiento que, cientos -sino miles- de jaujinos atesoran sus bibliotecas personales en sus domicilios, aquellas delicadas y fieles compañeras del reconocido bagaje intelectual de sus dueños y seguras auxiliares del desempeño que les toca asumir en cada una de sus obligaciones. ¡Esas son las bibliotecas de los jaujinos!

Justo, por lo anterior, desde estas líneas quiero destacar la fidelidad y altruismo de don Miguel Martínez, quien ha tenido el cuidado y acierto de cautelar la biblioteca más renombrada que hay en Jauja y que en vida perteneciera a Pedro Monge Córdova. Él, en su condición de albacea y cumpliendo su voluntad, la ha donado a la Municipalidad Provincial de Jauja  (así como también su casa de la primera cuadra del Jr. Manco Cápac) y permanentemente cuida de su integridad. Con seguridad afirmo que si hubiésemos tenido más personas como Gustavo Miguel Martínez Saravia el patrimonio bibliográfico de nuestra tierra sería envidiable. Como envidiable es contar con el aporte de dos surtidores colosales de cultura como son las bibliotecas de la Parroquia jaujina y la biblioteca de la Sociedad Unión Artesanos de Jauja. En la primera, en ordenados anaqueles se acomodan más de 7 mil volúmenes de libros físicos y según nos comentó el párroco del año 2017, R.P. Percy Castillo,  está pendiente el proyecto de implementar la biblioteca virtual de esta entidad para lo cual ya tienen 17 computadoras -también no deja de expresar su desazón porque el otro proyecto de la Sinfónica de la Parroquia donde se han invertido mas de 250 mil soles en instrumentos provenientes de aportes de personas benefactoras en este momento carece de iniciativa y funcionamiento, situación que si no bien no viene al caso lo comento para conocimiento de nuestra comunidad-, el tema es que en esta biblioteca los autores jaujinos tienen prioridad en sus archivos. La biblioteca de los artesanos es más pequeña pero no deja de tener importancia por la valiosa hemeroteca que posee. Lo fundamental, en ambos casos, es que estos dos centros de cultura atienden diariamente por las tardes, lo que lo digo nos colma de singular entusiasmo y alegría.

Y sostengo esto porque, en contrario y con tristeza, he verificado que la administración de la Biblioteca Municipal de Jauja ha tenido responsables que en vez de cuidar su patrimonio, la han depredado. Hacen diez años, cuando era regidor de Cultura del municipio, se adquirieron numerosos volúmenes de Ciencias Sociales y hoy constato que ya no existen. Las interrogantes son obvias. El caso es que nuestro municipio y, más todavía, el Ministerio de Cultura, deberían inventariar el patrimonio bibliográfico de nuestra provincia y declarar su intangibilidad. Esto por un lado y, por otro, sería de desear que los jaujinos sigamos el ejemplo trazado por Pedro Monge -el año 2018, el profesor Julio Abel Churampi y su hija Adriana, una distinguida intelectual que labora en Bélgica, hicieron una donación de más de 1300 libros a la biblioteca municipal-. Este inusual desprendimiento iluminará la conducta de todos quienes aspiramos a que nuestra tierra siga siendo la ciudad-provincia de connotados intelectuales, envidiada por otras”.

Sobre la Biblioteca Municipal, en un post difundido en el blog “Jauja Primera Capital del Perú”, de noviembre del 2010, el conocido historiador Carlos Hurtado Ames expresaba su desazón por el estado en que se encuentra hoy en día, la improvisación de sus conductores y la precariedad de sus existencias, reclamando un giro radical y la modernización de ella bajo la responsabilidad de bibliotecólogos. Es más, al final de este post, Hurtado Ames expresó que había escuchado de Edgardo Rivera Martínez su voluntad de donar su biblioteca personal a nuestro municipio, sugiriéndole que, por el momento y mientras siga administrándose desordenadamente, se abstenga. También está pendiente el ofrecimiento que el reputado historiador jaujino Heraclio Bonilla Mayta, autor de “Historia del Perú Colonial”, ha hecho para que parte de su biblioteca sea entregada a la comuna jaujina, habiendo designado como mediador de su voluntad a Lucho Castro Hurtado. Si se concretara la voluntad de Edgardo Rivera Martínez, más la de Heraclio Bonilla Mayta y se diera un nuevo giro a la conducción de la biblioteca municipal, estaríamos ante una formidable institución que dé vigor al cultivo de inteligencias y cultura jaujinas. Así sea.

Jauja, 03 de Julio de 2020

Puntuación: 5 / Votos: 3

3 pensamientos en “LAS BIBLIOTECAS DE JAUJA

  1. Jesús Hurtado Orellana

    Que agradable lectura..yo recuerdo por los años 70 podría pasar mis ratos libres..luego de jugar en mi barrio la samaritana…sentarme a leer al lado de mi abuelo materno..Don Rafael Orellana Minaya…pude disfrutar de una biblioteca variopinta…leia desde caricaturas hasta medicina legal y forense…en fin una buena cantidad de libros q formaron parte de mi infancia y adolescencia…

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  2. Deyvis Rivera

    Excelente artículo estimado profesor, sabe, en ocaciones me doy unas vueltas por los Jirones Quilca e inmediaciones de la Plaza Francia (Lima) a buscar algunos libros de segunda mano y fue ahí donde encontré un libro original de Hernesto Bonilla del Valle (Jauja, Estampas de Folklore).
    Me hubiera gustado conocer las bibliotecas -ya desaparecidas- que usted conoció.
    Saludos Profesor.

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  3. Adriana Churampi Ramírez

    Agradezco su referencia al desprendimiento de mi padre, don Julio Churampi, al decidir donar su biblioteca a la Municipalidad de Jauja. Siempre fue su deseo contribuir al ambiente cultural de la ciudad donde realizó sus primeros estudios y donde también pudo ejercer la docencia que tanto lo inspiró. Me queda la satisfacción de haberlo ayudado en esta tarea que con tanto afán insistió en realizar, quizás intuía que no le quedaba mucho tiempo más entre nosotros. El falleció en junio del 2020, probablemente satisfecho por haber cumplido la que consideraba su tarea educativa esencial: poner a disposición de nuevas generaciones la información que él tanto había valorado.

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