Darío A. Núñez Sovero
Recientemente, se viene cuestionando, desde algunas voces “puristas”, el uso del sombrero de copa alta de los chutos danzantes del “Centro Jauja-Erasmo Suárez Zambrano”, tratando de negarles su validez costumbrista, toda vez que la mayoría de danzantes usan el sombrero bombín conocido popularmente como “tongo”. Esta actitud trata de desmerecer nuestra participación en un intento de anularla indebidamente. A este respecto, es necesario precisar algunos argumentos justificatorios del por qué de su uso en los chutos danzantes de nuestra institución:
FUNDAMENTACIÓN HISTÓRICA.
- El viajero suizo J. J. Tschudi visitó nuestra ciudad reiteradamente, los años 1839-1840. Sus impresiones las publicó en Europa el año 1846 y allí, al hablar de las costumbres de Jauja, refiere que vio “danzantes de huayligía y corcovado”. Esta aseveración puede corroborarse en la obra de Edgardo Rivera Martínez “Imagen de Jauja”, pp. 146-147. De resultas que, hacia ese tiempo, no existía la tunantada como expresión de la alegría popular.
- Careciendo la tunantada de fecha de creación y siendo ella producto de un proceso de larga maduración entre las capas populares de Jauja, es probable que haya ido condensándose en la segunda mitad del siglo XIX, tiempo en que el país veía cómo los destinos de nuestra patria estaban en manos del caudillismo militar y la plutocracia peruana. Es conocido que esta última, para las ceremonias oficiales utilizaba en su indumentaria el sombrero de copa alta que el populacho ha denominado, después, como “tarro” a imitación del famoso sombrero del “Tio Sam”, símbolo del poder político y económico en el continente americano de aquel tiempo. Esta situación estaba muy lejos de ser alcanzada por los integrantes de la gran masa popular; es más: la detestaba y rehuía.
- Nosotros, sostenemos que, la Guerra con Chile de 1879 a 1883, motivó que el país y la economía peruana se vieran arrasados por el invasor lo que dio lugar a que las actividades de aquel tiempo se trastocaran drásticamente, siendo que en el caso de Jauja, por ejemplo, hubo de dejar de funcionar el Colegio “San José” por cuanto algunos de sus integrantes marcharon al campo de batalla y sus docentes a donar el íntegro de sus haberes para rearmar al país, su local fue cuartel primero de chilenos y luego de las huestes de Cáceres, etc. Era natural que la incipiente tunantada sufriera también, una paralización en su desarrollo. Para este tiempo, el padre de Erasmo Suárez Zambrano, don Pablo Suárez Núñez, era un niño que vio partir a su padre (abuelo de Erasmo) al campo de batalla para no volver a verlo más. Pasado el tiempo de guerra, con los años don Pablo Suárez Núñez, como muchos jaujinos de ese tiempo (1910), se trasladó a Morococha (otros lo hacían hacia La Oroya y Cerro de Pasco) pero no para laborar como minero, sino trabajar como comerciante. Su bazar, se constituyó en un obligado lugar de concentración de jaujinos y, es justamente allí donde se ponían de acuerdo para viajar a Jauja en tiempos de los santos Sebastián y Fabián para participar en las festividades en su honor.
- A este respecto es interesante citar lo que uno de los actores de ese tiempo, don Manuel J. del Valle, cita en su libro “Relatos Serranos”:
“… Conocidas son las grandes cualidades y también muchos defectos que distinguen al hombre minero…De esta suerte casi siempre vive el presente, y es botarate, jaranista, bebedor y, a veces, filántropo. Muchas obras públicas de nuestros pueblos serranos tales como Iglesias, parques, municipalidades, colegios, han sido hechos con el dinero proporcionado por los hijos del lugar, residentes en los asientos mineros.
Durante el día enterrado en la mina, realizando una labor bestial, de noche en el salón de diversiones en el que se juega, se liba licor, se baila, se forma pendencia…” (p. 80).
- En el mismo libro, el autor cita un relato que se aproxima más a las características del actuar de nuestros chutos y huatrilas:
“Nuestra vida continuaba lo mismo. Tiznados con el hálito maldito de la mina, concurríamos, terminadas nuestras labores, al único salón en el que se podía a la vez, jugar y beber. Al calor del juego pasábamos allí momentos de inolvidable recuerdo. Dentro del cosmopolitismo de los concurrentes, habían austriacos, suizos, italianos y otros extranjeros de diferentes nacionalidades, aunque la mayoría la constituimos los peruanos. Primaba, por supuesto el chiste barato, la pulla picante, siendo los más festejados aquellos que mitad en quechua y mitad en castellano, dirigíamos preferentemente a los extranjeros a los que conocíamos genéricamente con el nombre de “jalacuncas” (p. 81).
En buen romance y de lo anteriormente expuesto, hacia 1910 en que el autor escribe esto, la crueldad de la explotación en las minas estaba asociada a la presencia del “gringo” explotador, al que había que ridiculizar, mofarse y hacerle chanza a través de la máscara y utilizando un lenguaje “mitad quechua y mitad en castellano”, incomprensible para la audiencia del extranjero. ¡qué mejor que las festividades de San Sebastián y San Fabián para hacerlo! Por otro lado, en el primer libro de Manuel Espinoza Galarza “Relatos referentes a Jauja”, publicado el año 1958 en Lima, hablando de nuestra fiesta del 20 de Enero, el autor dice:
“Clásica, cuyas raíces se pierden en la oscuridad del pasado, es la fiesta de San Sebastián, que tiene por escenario el barrio de Yauyos…Antaño el “Quiche Guerreros, después el “Chino Pablo”, junto con otros a los que no conozco, así como los Barrios de Yauyos, La Libertad, la Salud, etc., organizaron y organizan las famosas cuadrillas de tunantes… El día veinte, a eso del mediodía, las orquestas, que antaño integraban cuatro músicos, y que ahora alcanzan a seis…” (pp. 29-31).
De lo transcrito, es fácil deducir que cuando el autor hace alusión al “Chino Pablo” se está refiriendo a Pablo Suárez Núñez (padre de nuestro fundador Erasmo Suárez Zambrano), quien venía desde el asiento minero de Morococha junto a sus amigos con quienes armaba su cuadrilla de tunantes, precursora de la vigente institución “Centro Jauja” que su hijo Erasmo (al que después se añadirían sus hermanos Guillermo y Vicenta) fundara el 29 de Julio de 1939. También es fácil inferir que, desde su lugar laboral, traían la conducta zahiriente y jocosa que ridiculizaba la presencia del patrón y blanco, dueño de las minas de la empresa “Cerro de Pasco Corporation”, a la que asociaban con el famoso “Tio Sam”, usufructuario del sombrero llamado coloquialmente “tarro” y símbolo del naciente imperio norteamericano. Esta afirmación pretende explicar, por qué, desde sus inicios, en nuestra antigua entidad tiene vigencia el Chuto con el sombrero de copa alta.
En este rubro de esclarecimiento histórico, finalmente, debo citar a don Alejandro Contreras Sosa, quien en su libro “Xauxa, Relatos en Tono Mayor” (1972) ubica a don Pablo Suárez y a su hijo Erasmo como los primeros cultores de la tunantada:
“…en un tris llegó al lado de los “tunantes” y dialogó íntimamente con el “Chino Pablo” Suárez…” (p.28).
“…Esta danza colectiva, del Cercado de Jauja, tiene cultores impenitentes que se ocupan de presentarla anualmente, entre los que destacan los hermanos Suárez Zambrano, Montalvo, Ramírez, Véliz, Pizarro y tantos otros que gastan sus ahorros, procurando superación a los organizadores de los diversos barrios jaujinos” (p. 35).
La vigencia del “Centro Jauja-Erasmo Suárez Zambrano” en el escenario de nuestra fiesta y en el concierto del folclore nacional es hartamente reconocida y en este aspecto es bueno recordar que en la más famosa novela latinoamericana de la década del 90, “País de Jauja”, su autor, el jaujino Edgardo Rivera Martínez, utilizando lenguaje figurativo y metafórico se refiere en los términos siguientes:
“Los López… se esmeran mucho con su conjunto, y dicen que hasta hacen ensayar a sus bailantes…El 20 de Enero es a no dudar una fiesta hermosa, mas no por el jalapato, sino por los disfrazados y la música…Lo que a mi me fascina es el arpa, por la manera con que marca la cadencia… Un pasacalle sería inconcebible sin el arpa…” (pp. 156-157).
“otra vez va a tocar la Lira de Jauja en la cuadrilla de los hermanos López…por entonces muy en boga y realmente buena…” (p. 155).
Estas citas nos explican varias cosas: primero que la mención de los hermanos López están aludiendo a los hermanos Suárez Zambrano (Erasmo, Guillermo y Vicenta) del “Centro Jauja” y, segundo, que hacia ese año ya este conjunto ponía especial interés en la danza de sus bailantes, por lo que era inconcebible que la presencia del chuto con “tarro” no haya sido cuidadosamente tamizada y presentada. Estamos hablando del año 1947, en el que el autor ubica sus relatos.
CONCLUSIONES
- Erasmo Suárez Zambrano, fundador del “Centro Jauja”, es continuador del legado tunantero de su padre, don Pablo Suárez Núñez , comerciante jaujino afincado en el asiento minero de Morococha y uno de los cultores iniciales de nuestra tradición.
- Cuando se funda el “Centro Jauja”, uno de los participantes es el chuto con sombrero de copa alta, en alusión burlesca al abusivo “gringo” de las minas, a quien había que satirizar y ridiculizar mediante el uso del “tarro” con un lenguaje “mitad castellano y mitad quechua” inalcanzable para la comprensión del foráneo.
- Desde antaño a la fundación de nuestra entidad, el chuto de sombrero de copa alta, ha existido en la cuadrilla de tunantes. Existen testimonios gráficos que corroboran esta afirmación (el más antiguo data de Enero de 1950)
Es conveniente respetar, en el caso del “Centro Jauja”, el uso de esta indumentaria del vestuario, a riesgo de que no está generalizado y sus costos son mayores. Ningún acuerdo podrá borrar lo que nuestros ancestros no han legado.
Jauja, 06 de Enero del 2020