Darío A. Núñez Sovero
Es una interesante, amena y didáctica obra que se encamina, con un lenguaje claro, sencillo y directo, a alertar a la humanidad, a través de enjundiosos y persistentes diálogos, sobre los peligros que acarreará la carencia de agua en el futuro, por la grave irresponsabilidad de personas y países cuyos perniciosos hábitos y costumbres, así como brutales formas de producción vienen ocasionando problemas a nuestra ecología que se traducen en el llamado calentamiento global y el efecto invernadero.
El autor, R.P. Jaime Quispe Palomino quien es actualmente Párroco de Acolla, consciente de las consecuencias que ocasionaría en adelante la ausencia del líquido vital (“el agua es vida” dice él, concediéndole voz al imponente nevado) no encuentra mejor manera de explicarle al lector y al mundo que, valiéndose de la técnica del diálogo, es posible sembrar conciencia, especialmente en los infantes, para forjar una actitud responsable de la acción humana frente a la desprovista naturaleza. Por ello, resulta aleccionador, el intercambio de preocupaciones fluidas entre la sirenita (personaje mítico que es una síntesis de la inocencia de la niñez mundial) y el apu tutelar investido de formas níveas como lo es el majestuoso Huaytapallana (de las voces quechuas: huayta, flor y pallana, recoger).
Encuentro que, en el desarrollo de la temática de este enriquecedor diálogo, existe una constante preocupación, de la sirenita, por ir descubriendo las formas más complicadas de este mundo. Es de este modo cómo surgen interrogantes existenciales que hacen de su contenido maneras filosóficas y metafísicas sobre el mundo y la vida: ¿qué es la vida?, es una de ellas; ¿se puede ser feliz? es otra, etc.. Estas preguntas aparecen con una fluidez intermitente. Y es aquí, justamente, en que la sabiduría milenaria del apu y la probidez de su contingencia, surge con una asombrosa naturalidad cargada de experiencia y magisterio para colmar la ingenuidad de la requiriente. Este fluido intercambio de inquietudes y respuestas constituye el más alto valor de este interesante trabajo que está dirigido al lector de todas las edades y confirma que últimamente varios de nuestros autores han vuelto sus ojos a la naturaleza, a ese hermoso e incomparable paisaje por el que discurre nuestras vidas, abandonando los parámetros en que nos viene absorbiendo la tecnología, cada vez más robotizante y deshumanizadora, por cuyo sendero peligrosamente podríamos deslizarnos de no existir trabajos como el que estamos comentando. Es de este modo que debemos resaltar, a manera de ejemplo, aquel acápite que encontramos en la pág. 90 de la novela “País de Jauja” del laureado jaujino Edgardo Rivera Martínez, en el que el personaje Claudio como un pertinaz enamorado de la bella y andina Leonor escribe:
“Y esa flor que llaman sullawayta unos dicen que es de la lluvia y de la escarcha, y otros del rocío y de la nieve. La cosa es que se trata de una flor maravillosa, y de ella dependen la lluvia y el ganado y las cosechas. Es fresca y hermosa como la luz de las mañanas, como el agua de los puquios. Y blanca, muy blanca y también muy delicada. Y por esa belleza, y por el poder que tiene, la buscan los amarus. Pero la flor los esquiva, y sólo brota en lo más tupido del ichu, disimulada por la lima-lima y la escorzonera. Quien la encuentra será feliz, y hará feliz a su pueblo”.
Cuánta belleza existe en nuestro alrededor y nosotros discurrimos alegremente sin descubrirlo. Todas las cosas que nos rodean tienen algo de misterioso y de encanto.La palabra, serena y fresca de nuestros autores tiene esa cualidad: la de acercarnos a esa belleza intrínseca de las cosas que nos rodean. Ese es el mérito de esta obra “El nevado del Huaytapallana”, un trabajo destinado a motivar que es perentorio cuidar lo nuestro, preservar las inagotables fuentes de vida existentes y, finalmente, a motivar en nuestros niños (especialmente) una cultura de amor permanente por la naturaleza.
No puedo dejar de mencionar y felicitar, para concluir, la excelentes dotes artísticas de Rosmery Quispe Anchiraico, una artista jaujina cuya vena es reconocida por propios y extraños y que, esta vez, nos regala con preciosas 9 ilustraciones que hacen de esta obra algo sumamente valioso que debe engalanar nuestras bibliotecas como un grato aporte de escritores de la altura de Jaime Quispe Palomino.