A un año de tu sensible fallecimiento

Hubiera tenido las alas más grandes para volar y
no permitir que tu sueño se pierda entre las aguas
El cielo gris
El cielo con lágrimas
El cielo es testigo que quise tener las alas más grandes para salvarte

No le reprocho a marzo
a 21
a la lluvia
a tu tristeza
a tu dolor
a nuestro dolor

Comprendo que tu tristeza no frenara la brisa de marzo
Hálito de vida
Deseo que los amigos recuperen su murmullo

No le guardo rencor
al amor ni al desamor
a las risas y a las lágrimas

Imagino que nosotros y los otros estamos
rodeándote ante tu sueño derribado
Odiando
si eres vida a la muerte
si eres muerte a la vida
Odiando
los senderos por los que no caminarás
Odiando
la melodía del tiempo
Odiando
la brisa de marzo

Ya no le exijo a las aguas tu sonrisa
A las olas tu alegría
Aguas amables y nunca obedientes
Aguas
a veces esmeralda
a veces negras

Ahora eres verdor y arcoíris
Que guías con amor al fruto del amor
y lo proteges con brazos llenos de vida

No renuncio al privilegio de tu presencia
Me causa dolor no haber tenido las alas más grandes para salvarte
Pero respeto tu derecho a quedarte feliz en silencio.

Camilo Espinoza Beas
Granada a marzo a 21

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A un año de tu muerte, te recuerdo con la estampa catatónica de tu sonrisa sellada en alegrías y esperanzas diluidas en el firmamento azul de esta Jauja escenario de tus incansables afanes y giros saltimbanquis.

Te fuiste raudamente y contigo se apagó el candil de luz brillante que iluminaba nuestras vidas. Se secó la fuente prístina que manaba abundante líquido vital de la que borbotonaba una impensada alegría que abrazaba nuestras humanidades. Te fuiste y de pronto calló la música que penetraba por todos nuestros poros y se arrejuntaba en todos los rincones de nuestra hoy vacía casa.

¡Cuánto silencio llenaste con tu huida!, ¡cuánto amor se fue en tu partida! Y cuánto dolor empezó a rodearnos por doquier. Esta incomprensible muerte es algo que no podemos digerir. La muerte taladra la verdad y esquiva la razón. Qué difícil aceptar lo que fue y lo que ya no está.

Darío Vladimiro, numen existencial que se evaporó en el éter. Vida que estelariza nuestra memoria y le devuelve recuerdos dulces que se acunan desde tu niñez hasta tu muerte. El llanto se ha congelado en mis ojos y exilió mis sueños a espacios siderales que no podré habitar jamás.

Hoy que la palabra se ha trasladado al territorio de la mudez y el silencio y mi memoria se encogen para no dejar escapar los recuerdos, te digo que tu nombre, aún desde el más allá, se aferra al más acá. Si acá cerquita de mi corazón y mi cariño del que no podrás salir nunca, en la cabaña que he construido a fuerza de dolor y amor.

Hijo mío, no has muerto, estás vivo en el tiempo y la eternidad. A doce largos meses de abandonar este mundo terreno, recibe la silente ofrenda de nuestra gratitud por todo lo que pudiste darnos.

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