Dos geografías para un autor

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Entrevista. EDGARDO RIVERA MARTÍNEZ

Edgardo Rivera

LOS CUENTOS DEL AUTOR DE “PAÍS DE JAUJA” ABORDAN LA RELACIÓN DE IDA Y VUELTA ENTRE LO AUTÓCTONO Y LO UNIVERSAL. EN SU LIBRO “CUENTOS DEL ANDE Y LA NEBLINA”, EL ESCRITOR REÚNE 44 AÑOS DE HISTORIAS

Por Enrique Planas


¿Cuál es la Jauja real, la ciudad actual o la que supo inventar en sus novelas un escritor como Edgardo Rivera Martínez? Si bien la pregunta es retórica, nos deja pensando en cuál es el mejor lugar para instalar nuestra vida: en la mediocre realidad o en el brillante sueño de la ficción. A Rivera Martínez le apena que su ciudad natal resulte tan distante de aquella urbe eterna encapsulada en su novela “País de Jauja”. “Se ha desmejorado muchísimo la Jauja que yo conocí en mi infancia –lamenta–. Entonces prevalecían los tejados, los muros blancos, los zaguanes. El afán por ‘modernizar’ perjudica no solo a Jauja sino a todas las ciudades de provincia”, comenta el escritor, quien cada vez que regresa busca los pocos refugios a salvo de la destrucción: calles como Alfonso Ugarte o La Samaritana, que aún conservan su perfil, o la casa que su abuelo materno mandó levantar a comienzos del siglo pasado en la calle San Martín. “¿Qué habría pasado si Jauja no hubiera dejado perder su pasado de esa forma?”, se pregunta el escritor, quien aclara que si bien la vieja Jauja no puede compararse con el esplendor del Cusco o la rústica belleza de Huamanga, reconoce en su modestia su encanto especial. Atracción que se conservará mucho más tiempo en las páginas de sus cuentos, escritos entre 1964 y el 2008, reunidos ahora en el volumen “Cuentos del Ande y la neblina” (Punto de Lectura).

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Jirón San Martín – Jauja

Por primera vez hace evidente cómo en su obra no solo convergen las tradiciones, el imaginario o la mitología andina sino también el mundo urbano, limeño, desdibujado por su característica neblina.

Sí, de alguna manera esa ha sido la atención, colocando los Andes en primer lugar, pues soy fiel a mis raíces andinas. La mayor parte de mis cuentos están ambientados en los Andes, y varios de ellos no en Jauja sino en Huamanga, Ocongate, o Cusco. Pero también está presente la Lima de la neblina, la de los Barrios Altos, un poco decaída, casi en ruinas. En el caso de las novelas cortas, está la neblina de los malecones, de la cercanía al mar.

Uno siempre asocia el ande con la claridad, con un prístino cielo azul. La ciudad, por el contrario, es tan neblinosa como inasible. ¿Es así su forma de entender ambas geografías?

Son los temas que más atraen mi sensibilidad. En mis cuentos está presente un factor lírico. No en vano en muchos cuentos es muy importante la música y la danza. Es una manera de contraponer esos dos universos: en el andino prevalece el sol pero también la lluvia, a veces la nieve, es un mundo con raíces míticas, paisajes luminosos, verdes y dorados. Lima, de alguna manera, me es más distante, a pesar de que por cosas de la vida vivo en ella, a pesar de que dos años de mi infancia los pasé en Barranco, en la Bajada de los Baños. Mi visión es esa, centrada en los Andes pero con una apertura a Lima.

Usted es un escritor no muy interesado en la técnica sino especialmente en el trabajo con el lenguaje. Viniendo de una generación de escritores muy interesados en el laboratorio técnico, ¿cómo equilibra el estilo con la técnica?

Para mí es sumamente importante el lenguaje en función del lirismo de mis relatos. Me permitiría hablar incluso de efectos musicales del lenguaje. Son textos muy trabajados. Pero también me interesa la técnica…

La técnica como la construcción de diferentes narradores en sus historias…

Claro, la yuxtaposición de puntos de vista. Pero no soy un innovador. No me gusta la técnica por sí misma. Prefiero atenerme a lo que respecta al lenguaje, a su musicalidad, para que esta sea acorde al espíritu del personaje, a la atmósfera, al mundo interior que quiero transmitir al lector.

¿En sus primeros años de escritor, no sentía la presión de seguir las experimentaciones de moda en los tiempos del ‘boom’ latinoamericano?

No. En mis novelas, como “País de Jauja”, sí hay una cierta experimentación, como son los cambios de perspectiva del narrador. El Claudio adolescente, que escribe y cuenta la historia, y el Claudio ya en la madurez, que recuerda. Es como una composición musical a dos voces. Y en algunos momentos, resurge la voz de la tierra, del mito. En mi segunda novela, que no tuvo tanta difusión, trabajé de la misma manera. Pero en mis tiempos de estudiante de literatura y antes, en mis años de escuela tuve la suerte de encontrarme con personas que incentivaron mis lecturas y mi vocación. Gracias a que me iniciaron en el francés, los curas franceses que estaban en Jauja por razones de salud (aún Jauja era un centro para la recuperación de la tuberculosis) me hicieron descubrir a Marcel Proust, por quien tengo la más elevada estima, y que era toda una novedad en aquella época.

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¿Proust le ayudó a encontrar su personal construcción del mundo andino?

Así son las paradojas…

El libro trae dos excelentes relatos inéditos “Ileana Espíritu” y “El Tucumano”. En el primer cuento, es impresionante cómo una historia de desaparecidos por la violencia puede convertirse en un relato fantástico, en el que una madre que busca a su hijo adquiere una dimensión mítica…

Me rondaba el recuerdo de la violencia producto tanto del accionar del terrorismo como de algunos sectores de las Fuerzas Armadas. Y este personaje de la madre, que llega a adquirir una dimensión cuasi mítica (incluso se apellida Espíritu, un apellido que existe en la sierra), posee esta idea de espíritu que busca y busca el cuerpo de su hijo o tal vez lo que quedó de el. Poco a poco, en ese andar inacabable por las riberas del río Mantaro, ella se convierte en una suerte de espíritu al cual, incluso, se le hacen ofrendas. Digamos que el realismo que en un primer momento pudo haberme tentado a presentar la violencia con rudeza, por la vocación lírica que creo tener, se convierte en otra cosa, en la historia de un ser cuasi fantasmal que encarna la maternidad en toda su dimensión mítica.

“El Tucumano” es igualmente un cuento de corte fantástico pero totalmente festivo…

Así es. Es un cuento de alegría sobre un personaje misterioso que parece resurgir de los siglos de la Colonia. De hecho, existe esa danza que cuento en la historia. Se le llama la Tunantada, y es del centro del Perú. Nace del recuerdo de los mineros que venían de la lejana Argentina con sus recuas y caballos. Son danzas que a mí me impresionaron mucho de pequeño.

Gran parte de sus cuentos son de finales abiertos. Muchas veces en ellos irrumpe lo fantástico, lo imposible de comprender con la lógica humana. ¿Es consciente de que este tipo de final es una firma suya?

Soy consciente de ello, aunque no es deliberado. Literariamente me satisface, y es el carácter de mi narrativa. Es diferente a mi novela “País de Jauja”, una novela de la felicidad, que en muchos aspectos es de género realista. Es una propuesta literaria en la que yo insisto: fidelidad con las raíces andinas pero con una apertura a la universalidad y a la modernidad. Pero no una apertura que nos haga perder la identidad, como lamentablemente está sucediendo en gran parte del mundo con la globalización económica.

¿Usted cree que la globalización cultural influye en la literatura peruana?

Creo que sí, con lo cual no quiero decir que la desvalorice. Creo que siempre hay en el Perú una literatura de centro, Lima fundamentalmente y una literatura de periferias que se escribe en las provincias costeñas y de la sierra. Veo ahora mucha inquietud, hay muchos clubes literarios en provincias. Está también la literatura de las fronteras, la literatura oral de los pueblos amazónicos. Lo decía ya Mariátegui: lo andino es el factor determinante de nuestra identidad. No en vano los arqueólogos nos recuerdan que el calificativo de andino se extiende a manifestaciones culturales tanto de la costa como de la sierra.

¿Pero qué es lo andino ahora? ¿Lima es una nueva forma de entenderlo?

Lima se ha andinizado mucho con las migraciones. Y a partir de eso se producen manifestaciones que ahora pueden parecernos híbridas, pero que no sabemos cómo será más adelante. Igualmente, cuando llegaron los conquistadores, las culturas andinas asimilaron mucho de las danzas y los personajes venidos de la Colonia. ¿Cómo acabará eso? No lo sé. La pérdida de identidad es algo que veo con alarma. ¿Cómo conciliar la globalización cultural con nuestra identidad? La aparición del rock andino, por ejemplo, es algo que llama mi atención…

Usted que es un incansable traductor de relatos de viajeros europeos al Perú. ¿Cuánto encuentra de esa fascinación en su literatura?

Creo que no la hay. Pero escribir una novela es también emprender un viaje, cuyo destino podemos presentir pero que puede cambiar. Mi tesis doctoral en San Marcos fue: “El Perú en la literatura de viajes de los siglos XVI, XVII y XVIII”. He tenido la oportunidad de traducir a viajeros y de hacer antologías de sus testimonios, algunos de ellos novelescos, como el de Paul Marjuán, que vivió en la sierra y la selva, confundiéndose con los campesinos, o el de un pirata apresado por los españoles que se escapó de las manos de la inquisición y se quedó una larga temporada en el Perú. Él habla flores de Lima y de las limeñas, con quienes llevó una vida galante y muy satisfactoria…

¿Nunca esos personajes se han deslizado a un proyecto de cuento o novela?

Son personajes ajenos. No he querido adoptar la mirada de esos viajeros porque he preferido atenerme a mi propia imaginación. Sin embargo, igual me ha complacido la labor de estudioso y traductor de viajeros.

Sé que tiene bastante avanzada una próxima novela…

Soy supersticioso en solo una cosa: hablar sobre las cosas que publicaré. Prefiero no hacerlo. Solo puedo mencionarte que el título será: “Diario de Santa María”.

PERFIL

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NOMBRE: Edgardo Rivera Martínez (Jauja, 1933).
TRAYECTORIA: A pesar de tener textos publicados desde los años 60 (su libro de cuentos “El unicornio” es de 1964), solo a finales de los 70 será reconocido como uno de los narradores más originales de nuestra literatura peruana. Su novela “País de Jauja” (1993) es su obra más importante y fue finalista en el prestigioso Premio Rómulo Gallegos, además de haber sido elegida, según una encuesta entre críticos y escritores del grupo Apoyo, la obra narrativa peruana más importante de la última década del siglo XX.

Fuente: Diario El Comercio
http://www.elcomercio.com.pe/edicionimpresa/Html/2008-05-04/dos-geografias-autor.html

Puntuación: 4.8 / Votos: 10

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