La honestidad de nuestras composiciones

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Darío Núñez Sovero

Los valores, en general, son principios que orientan el comportamiento humano. Todos solemos cultivar valores en nuestras vidas. No sólo porque, con el tiempo, nuestras conductas terminan siendo paradigmáticas para los nuestros sino, además, porque necesitamos rescatar un conjunto de hechos que se han venido estereotipando como dignos de admiración y que terminan siendo vacuos. En el asunto de nuestras composiciones y sus autorías existen muchas conjeturas. Se habla de valederas y de “pirateos” y ello no se condice con la tradición que tenemos de ser tierra de compositores y autores.  Por  ello es que quiero resaltar, en un caso, un claro ejemplo de transparencia y honestidad y, en el otro, una actitud que, personalmente, me resulta cuestionable. Hablo  del campo de la composición musical de nuestra Jauja y quiero adelantar que, para hacerlo, dudé al principio; pero luego de un fructífero diálogo con un viejo y admirado maestro josefino concluimos que era mejor escribirlo en claro e irrestricto respeto por la verdad, la verdad histórica en este caso, aún a riesgo de lesionar  alguna susceptibilidad de nuestros lectores.

Cuando niño y en el lejano Trujillo en la década del 50 del siglo anterior, un grupo de buenos y  jóvenes universitarios jaujinos solía reunirse en la casa de don Godofredo Bonilla, un jaujino aposentado allende por razones laborales. En dicha vivienda,  la tertulia sobre el acontecer del terruño, sumado a la lectura obligatoria de “El Porvenir”,  que era el diario jaujino que llegaba por suscripción, eran ingredientes más que suficientes para hacer atractivas las citas. Recuerdo, entre otros, ver reunidos a Luis Bonilla García, el tragadereño Tolomeo Camarena Solís, Lauro Delgado Llallico, Pablo Bravo Cárdenas, los hermanos Luis y Rebeca Bonilla Mungi. Jaime Yuli Linares, la hermana de éste:  Enma;  Alejandra de la Cruz, etc.

Para que las reuniones  alcancen su clímax, se daba inicio al más grato momento: recordar las canciones de la tierra. Entonces tunantadas, huaynos, mulizas y valses,  con sus notas quejumbrosas y llenas de reminiscencias,  colmaban el lejano aire trujillano y el recuerdo condensaba más la nostalgia por la patria chica amada, por nuestra Jauja natal. Los responsables de ello eran Juan Loayza Castro con su voz timbrada y bohemia y las guitarras de Eduardo Ponce Ramírez y Lucho Bonilla Mungi.  Entonces, por vez primera, escuché las notas de ese pegajoso huaynito llamado “La vida es carnaval”. Los versos:

Paradito en las esquinas

publicando mi querer

como si fuera un delito

el amar a una mujer.

Todita la noche me tienes

paradito en tu puerta

besando ya la chapita

como si fuera tu boquita.

Dichas composiciones empezaron a sonarme muy familiares, la melodía xauxa se convertía en el cincel implacable que modelaba mi cariño telúrico. Años después este batallón de jaujinos, de probada  solvencia profesional,  sería responsable de muchas acciones en bien de nuestra juventud y el desarrollo de la región. Tiempo después, fue en la década del 70 que Juan Loayza, conocido como el “Chino”, me conducía en su vehículo de Jauja a Lima. Él debía llegar a Trujillo donde había sido nombrado como Director Regional de Educación y apurado como iba me dio tiempo para hacerle una pregunta. Le inquirí por el nombre de la damita que había inspirado tan delicados versos. Su respuesta fue inmediata y asombrosa. Me dijo que él no era el autor. Que dicha canción era anónima y en su juventud la había recogido del cantar popular. La alusión que había en el disco grabado y en el que figuraba su nombre no era verdad. Respuesta que pasmó y, aleccionadoramente, me enseñó que el valor de la honestidad debe ser un norte permanente de nuestras actitudes. Fácil le hubiera sido decir que la autoría recaía en él pues así lo decían los discos grabados.  ¡Enorme este xauxa cuya memoria debiera ser honrada por sus grandes logros profesionales y personales!

Mis mayores me educaron sobre la base de aforismos y de ellos rescato éste: “de todo hay en la viña del Señor”. Y efectivamente, ello cae de perilla cuando constato un hecho adverso al anteriormente comentado. Resulta que en nuestro diario trajinar, ha caído en mis manos un magazine popular argentino editado el 2 de Mayo de 1945 de nombre LEOPLAN que aparecía en el país gaucho quincenalmente. En el interior de la edición Nro. 263 aparece un artículo firmado por José Luis Lanuza que titula “El acento criollo” y en titulillo añade: “al margen del cancionero criollo”. El artículo reproduce un conjunto de coplas criollas de aquel tiempo que “debían ser devueltas al caudal común de la poesía popular castellana”. Cito textualmente al autor: “… ¿Qué pensar de una copla en quichua que se canta por el norte mas o menos con este sonido?

Yuyariy churaskaiquita

Makiysniyman makiykita

Huakaspaa nihuaskaikita

Mana maiccaj konkanahuayquita.

Pues bien, Juan Alfonso Carrizo nos advierte (en el discurso preliminar de su Cancionero Popular de Jujuy)  que, “puesta literalmente en castellano, nos da la siguiente copla española que figura en el Cancionero de Lafuente y Alcántara de 1865:

¿Te acuerdas cuando pusiste

Tus manos sobre la mía,

Y llorando me dijiste

Que nunca me olvidarías?…”

El acucioso lector debe recordar esta última estrofa y debe saber (a “pie juntillas”) que se canta en el famoso Huarancayo. Hasta ahora tenía información que esta composición que se entona  en Jauja era de “autoría” de un paisano extinto. Indagando, me he informado que el mencionado “autor””,  en su juventud, estuvo enamorado de una dama de indudable respetabilidad y cuya viudez trató de ser doblegada por el entercado galán con la “canción” aludida, situación que finalmente logró habiendo pasado con ella  dos cortamontes. Por esos azahares del destino ellos no pudieron unir sus vidas, pero la canción quedó allí como un “presente” para las generaciones venideras.

Ello no quita que se aventure una hipótesis: la copla gaucha llegó con los tucumanos (gente del norte de argentina), arrieros muleros que, al decir de Pedro Monge,  relajaban sus afanes viajeros en el barrio La Samaritana de Jauja. Allí, en las noches, se entonaban estos cantos que han quedado entre nosotros para la posteridad, entre los que se cuenta esta estrofa de la canción jaujina que comentamos.

 

 

 

 

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‘Raíces’ de mi Jauja

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2001 – 2014

Raíces de Jauja

Darío A. Núñez Sovero

El vértigo del motor me va indicando cómo el viejo vehículo en que me transporto va desatando intrépidamente los andes por imbricadas curvas de la ruta, cada una con mayor peligro que la anterior, y mientras un leve sopor va penetrándome los sentidos, advierto que estamos por llegar a San Mateo, pueblo que cobija, desde que tengo memoria, a cientos de mineros migrados desde los confines de dónde vengo.

Cuando la luz roja de un semáforo, instalado en la población, detiene nuestra marcha, la pegatina de una vieja pared llama mi atención. “RAICES DE JAUJA”, reza su contenido principal registrado en multicolores formas y anunciando la presentación de este original conjunto de mi tierra. Al leerlo una discreta arrogancia me ha invadido, conozco a los integrantes de este novel conjunto y me alegra que vayan regalando por do quier la magia de su arte y, aun cuando la rapidez de nuestro retomado viaje  me llevó a buscar nuevos anuncios, los recuerdos fueron agolpándose raudamente en nuestra memoria para devolvernos a un tiempo auroral de este conjunto.

Raíces de Jauja

Entonces, es inevitable decir que estos jóvenes, cuando eran púberes, ya tenían registrados en sus genes ese comején que corroe sus espíritus y que todos llamamos arte. Ellos, el 21 de Agosto del 2001, decidieron agruparse para constituir un soporte artístico que ya tiene 13 años de vigencia, 13 años de caminos impensados recorriendo  palmo a palmo nuestro extenso país y llevando el mensaje de nuestra espiritualidad. Pero es muy fácil decir “ellos”; decirlo nos podría empujar a caer en una generalidad anónima que quisiera evitar. ¿Quiénes eran entonces los fundadores?: Daniel Huaytalla Pomasunco, Moisés Gutiérrez Guerrero, Miguel y Vanessa Arzapalo Pomasunco. Este prospecto inicial se engrosaría inmediatamente con la incorporación de dos “púberes” más: Óscar Arzapalo Pomasunco, quién tenía 10 años, y Emerson Rodriguez Pérez.

Al término de nuestro cansado viaje y ya en la plomiza Lima, una inquietud perturba nuestra curiosidad, por ello es que, ya aposentados en nuestro domicilio, presuroso acudo a la computadora que en un abrir y cerrar de ojos me dicta que este conjunto jaujino tiene registrados millones de visitas en Youtube con sus diversos temas -resaltando la Tunantada, nacida en Jauja-, siendo que solo el tema “La Orquesta” tiene más de un cuarto de millón de visitas. ¡Asombroso récord de un conjunto, nacido en Jauja, integrado por jaujinos y portaestandarte de nuestra idiosincrasia xauxa!

Raíces de Jauja

“Raíces” ha calado hondamente en la alegría y el sentimiento de las colectividades donde se presenta llevando, en su característico tono de tunantada, las vivencias del hombre de Jauja. Quién crea que constituyen un grupo de los llamados de música latinoamericana se equivoca. Es más que eso. Con una natural sabiduría, ha podido  combinar las vivencias del poblador de nuestra tierra con el compás gimebundo y lastimero que existe en el interior de cada tunantada y que le otorga calidad intensa y total al eros plural de nuestros pueblos. Ello explica la fértil cosecha de sus logros, pues además de su multitudinaria audiencia, en ciudades como Concepción, Ambo, Huánuco, Arequipa, Puno, Huancayo y Lima los reconocimiento han ido fluyendo con natural justificación: “mejor conjunto de música latinoamericana”, “grupo revelación”, “mejor agrupación”, son, entre otros rótulos, justos reconocimientos para una entidad que nació y creció en la humildad y ahora se recrea, igual de humilde, en la conciencia múltiple de sus ávidas audiencias.

El hoy respetable Grupo “Raíces”, es un valioso referente de los xauxas. Se han constituido en auténticos embajadores nuestros y saberlos programados en eventos de todo el país colma el orgullo de quienes somos sus paisanos. Demás está decir que la sociedad en general y las entidades que representan a nuestra provincia están llamadas a otorgarles el reconocimiento  de rigor que, con justicia, se han ganado. Por lo demás, ellos ya tienen un lugar en el altar de nuestros espíritus, allí donde sólo nosotros sabemos por quién oramos quedamente.

 

 

 

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El Chano de “Palito” Suárez Galarza

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Huatrila

 

Darío A. Núñez Sovero

El domingo 19 de Enero último, bajo el techo acogedor del local de la Sociedad Unión Artesanos de Jauja que rebotaba la sonoridad de una persistente lluvia, Luis Sebastián Suárez Galarza, nuestro poeta de gitana figura, presentó al concierto de asistentes su reciente creación “Chano”, que es un compendio de relatos y poemas sobre un pintoresco personaje de Jauja de la segunda mitad del siglo anterior, de quien fuera su entrañable y admirado amigo.

“Chano” era un conocido personaje de la ciudad que solía recorrer los pueblos de la región portando y ofreciendo a los viandantes la conocida mercancía de las cucharas al que alude, poéticamente, como “cucharero vital/de interminables bocas/de ambulantes hambres./Cucharero del pueblo”. Este mismo personaje solía tranformarse cuando llegado la fiesta costumbrista de nuestro “20 de Enero” cerraba el compás de la cuadrilla de tunantes como un “watrila” de elegantes y delicados compases. Cuando, luego de una fatal enfermedad, falleció, la fiesta quedó con la infausta oquedad de su recuerdo.

Es, en honor a ese doloroso recuerdo, que nuevamente Luis Sebastán Suárez Galarza regresa al escenario de nuestra atención para regalarnos esta entrega cargada de perfume, inciensos y nostalgias. Nuevamente vuelve este autor jaujino que, en el decir de José Guillermo Vargas Rodríguez Presidente de la Casa del Poeta Peruano, es “alucinado y quijotesco. Este hombre incendiado, que arde en lo que cree, capta el verdadero sentido de lo maravilloso, la paz, el sentimiento”. Y qué mejor que en este tiempo, justo para devolvernos el recuerdo del amigo, de aquel personaje multifacético que deslumbraba multitudes agolpadas en la plaza de los Yauyos para admirar la exquisitez de su arte tunantero y, en la vida diaria, se convertía en el itinerante que cargado de punzante humor recorría cuanta feria pueblerina había lugar vocinglerando su metálica mercadería. El “Chano” no era un hombre común. Por encima de eso, era un gran dispensador de voluntades, un amigo que solía hacer de la camaradería una praxis viva, y que (llegada la fiesta del 20) desbordaba garbo y donaire con sus menudos pasos que acompasaban músicas lastimeras que lasceraban sentimientos, justo detrás de esos músicos insomnes. Por ello es que la obra de Luis Sebastián Suárez recoge magistralmente esta evocaciones nostálgicas y convierte a nuestro personaje, el “Chano”, en un fiel intérprete de la cosmogonía del hombre xauxa.

En el interior de la obra hay, además, y con un verbo directo y contundente sentidos homenajes a la “María Pichana”, mujer del pueblo que acompaña al “watrila” en el recorrido sonoro por la plaza de la fiesta. Una evocación, también, a un tunantero de los grandes como lo fuera en vida don Lorenzo Mucha cuyas composicioes todavía entonan antiguos danzantes de cuadrillas.

La variedad de relatos y poemas presentes en “Chano” nos recuerdan a Javier Heraud de quien, parafraseándolo, quisiéramos repetir que gracias a Suárez Galarza los jaujinos recordamos que nos pertenecen para siempre la María Pichana, el “Chano”, la tunantada y Jauja.

Foto: Martín Valenzuela Gave

 

 

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“CENTRO JAUJA”: ¡ESTOS SON!, ¡AQUÍ ESTAMOS!

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Centro Jauja rumbo a la Plaza de Yauyos

Darío Núñez Sovero

Como una esperada y acendrada fecha jubilar, llegó nuevamente nuestra colosal fiesta del “20 de Enero” en Yauyos-Jauja. Los renovados espíritus tunanteros se han puesto de pie para hacer de este acontecimiento una oportunidad de alegría, música, reencuentro y desbordante color.

Es que nadie mejor que los que integran el “Centro Jauja” para saber que nuestra fiesta tiene la significancia de una tradición que hemos recogido, como un valioso legado, de nuestros mayores. Más de una centuria de años de historia tunantera son un aval largamente suficiente para reafirmar nuestras palabras. Los indicadores históricos lo señalan:  la tunantada nació en Jauja, sus cultores aurorales fueron jaujinos y, por razones de ubicuidad, llevaron las fiesta al hoy distrito de Yauyos, que antaño era uno de los barrios más populosos de nuestra querida ciudad. Entre los responsables de estas variaciones de escenarios estaban justamente los hermanos Suárez Zambrano, patricios forjadores de la institución de mayor arraigo en Jauja: El “Centro-Jauja”.

 

Centro Jauja

Desde entonces,  como oleadas promocionales,  nuestra institución ha ido forjando centenas de cultores que, para bien, han creado nuevas entidades tunanteras hasta llegar a constituir el frondoso número que actualmente existe. Por ello es que, como institución decana y rectora, nuestro empeño se centra  en mantener la originalidad y autenticidad de nuestra costumbre, llámese musical con verdaderas tunantadas, el atuendo típico del bailante y el peculiar lenguaje que se escucha en los días festivos que son una proyección jocosa de nuestro dialecto shausha.

En el presente año, es nuestro propósito rendir nuestro reconocimiento a tres distinguidos miembros que ya no podrán acompañarnos más como siempre solían hacerlo. Ellos, con el ejemplo de sus desvelos, nos han enseñado a amar entrañablemente a nuestra institución y a nuestra legendaria Jauja. Melecio Munguía, Miguel Bonilla y Hedith Cáceres han incorporado sus nombres a nuestro obituario tunantero y, desde el más allá, sabrán dispensarnos su generosa sombra para que nuestra fiesta siga teniendo la lozanía y prestancia que siempre sabían expresar. Melecio era uno de los escasos músicos auténticamente jaujinos  que sabía arrancarle a su legendaria arpa las notas lastimeras de nuestros huaynos y tunantadas; Miguel nos había acostumbrado a esperarlo anualmente de sus peregrinajes tunanteros desde Lima hacia la plaza delos  Yauyos cargando la alegría de sus afanes festivos y Hedith  era aquella reposada dama que, tratando de interpretar el sentir de nuestra fiesta, nos regalaba, con su preciosa voz, sentidas canciones que inundaban de regocijo nuestros castigados espíritus. Ellos serán, este y los siguientes años, los grandes ausentes cuyo sentido vacío nos obliga al recuerdo y homenaje justo.

Centro Jauja

Pero como el vértigo de nuestros días nos obliga a mirar el horizonte aprendiendo lo mejor de las experiencias del pasado, a todos nuestros socios, simpatizantes , pueblo tunantero en general  y dignísimos visitantes los saludamos y les decimos desde aquí: ¡felices fiestas del 20 de Enero!, gocemos de estas fiestas siempre bajo la guía magistral del “Centro-Jauja  Erasmo Suárez Zambrano” a cuyos integrantes les decimos al unísono ¡estos son!,  ¡aquí estamos!

¡Bienvenido “20 de Enero”!

Fotos: Martín Valenzuela Gave

 

 

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La creatividad de Edgardo Rivera Martínez: Premio Nacional de Cultura 2013

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Edgardo Rivera Martínez

Edgardo Rivera Martínez (Jauja, 1933) Premio Nacional de Cultura 2013 en la categoría Creatividad, por el Ministerio de Cultura, vive ahora en Lima pero retorna con frecuencia a Jauja, su ciudad natal, donde vivió su familia materna, y donde se manifestó su vocación por la literatura. Jauja, o en el hermoso valle donde se encuentra, es el escenario, y centro medular de su hermosa producción narrativa.

Hace un mes estuvo en ella. Le hicieron un cálido homenaje en el que participaron agrupaciones culturales y sociales de su ciudad. Piensa volver a Jauja siempre que le sea posible porque ahí están sus raíces, su casa familiar, y porque una de sus hijas aún vive allí.

Edgardo Rivera Martínez considera que los premios en el área de cultura cumplen una función de suma importancia. Afirma que por una parte son un estímulo para la creación; y por otra parte son expresión del reconocimiento de nuestro país al trabajo creativo de escritores, artistas, músicos, y a la labor de instituciones culturales.

Lo visitamos en su apacible departamento de Miraflores, cerca al mar. Se muestra afable, de buen humor, dispuesto a la conversación. A través de la forma que utiliza para expresar sus pensamientos y emociones se trasunta la sencillez del maestro, y de aquel adolescente que en una ocasión decidió escribir un cuento y recibió las palabras de estímulo de uno de sus profesores. Las palabras de aliento que él ha ofrecido a más de un novel escritor.

Le preguntamos, ¿en qué momento decidió ser escritor?
Fue una experiencia temprana. Mucho influyó mi familia materna, y en especial mi hermano mayor, Miguel, gran amante de la lectura. Después, ya en el quinto año de secundaria, mi profesor de lenguaje, una persona muy culta, Pedro S. Monge, leyó un cuento que yo había escrito y lo publicó en la revista del Colegio Nacional de San José de Jauja, en el que estudié. Ya me sentía en ese entonces llamado para la creación literaria, también para la música, pero más profundamente para aquella.

Pedro S. Monge, escribió, en la revista de ese Colegio una nota de presentación al primer cuento que se publicó en ella, La cruz de piedra, en la cual dice: “Lector impenitente, ha barajado a todos los representativos de la literatura universal en su afán encomiable de acopiar concepciones estéticas y modelos de estilo para iniciar su propia elaboración literaria. Temperamentos y méritos como los de Edgardo Rivera Martínez justifican holgadamente que un profesor rompa sus normas de rígida imparcialidad para SALUDAR AL DISCÍPULO DISTINGUIDO, CON LA SEGURIDAD DE SALUDAR EN ÉL A UNO DE LOS FUTUROS ESCRITORES DEL PERÚ”.

¿Considera usted que el escritor nace, o puede también formarse?
Son las dos cosas. Son dotes naturales que los seres humanos traemos para la ciencia, para el arte, para la literatura, para la acción, para el deporte. Y al mismo tiempo, el estímulo que significa el ambiente familiar, el ambiente de los estudios de primaria, de secundaria, el medio en el que ha nacido el futuro escritor o escritora, la importancia de la cultura en nuestras ciudades, en nuestros pueblos.

¿Reconoce la influencia de otros autores en su narrativa?
Es difícil responder a esa pregunta. Pero diré en todo caso que hay escritores en prosa que me han fascinado: García Márquez, Borges, Azorín, en lengua castellana; Proust, en francés. Y de los clásicos he sido un temprano lector del Quijote, gracias a que nuestro abuelo materno nos dejó una hermosa edición ilustrada por Gustavo Doré. También el hecho de que mi hermano mayor fuese un gran lector, todo lo cual se ve reflejado en mi novela País de Jauja. Ese adolescente, su protagonista, es en muchos aspectos lo que yo fui o me sentí en esa etapa de la vida.

¿Cómo surgen sus historias?
Es difícil que pueda resumir cómo es que me viene la idea de un cuento. He escrito cuentos en diferentes etapas de mi vida, y a partir de  muy diferentes vivencias y experiencias..

¿Nos puede confiar su método de trabajo?
Cuando inicié mi trabajo literario lo hice con una máquina de escribir. Pero como tenía el afán de expresar o representar del mejor modo lo que tenía en mente, mi trabajo creativo era entonces un poco lento. Pero eso cambió radicalmente con la computadora. Gracias a las facilidades que ofrece para rehacer, cambiar, corregir, escribí País de Jauja en algo más de un año. Con la máquina de escribir era más complicado. ¡Cómo sería cuando los escritores escribían a mano y con pluma! ¡Cómo sería en la época de Cervantes!

¿Disfruta usted al corregir sus propios textos?
Sí. Es un trabajo que a veces es un poco arduo, pero se disfruta de los resultados. Es grato volver al mismo texto después de un tiempo, y ver qué puede mejorarse, qué se puede agregar.

¿Qué papel cumplen las ideas, la reflexión, en cada texto narrativo?
Un enorme papel. En mucho planos, y de diversas maneras. En la obra literaria, como en la obra de arte, hay una convergencia de pensamientos, de convicciones, de sentimientos, de aspiraciones, y de otros factores.

Nota: Edgardo Rivera Martínez es autor de una extensa obra narrativa. Su primer conjunto de cuentos, El Unicornio, se publicó en 1963. En 1982 se hizo acreedor de la primera versión al cuento de las 1000 palabras  de la revista caretas con Ángel de Ocongate. Su celebrada novela, País de Jauja, llegaría en 1993 (fue finalista en el prestigioso Rómulo Gallegos dos años después y se le consideró la mejor novela de la década). Rivera Martínez destaca además por sus importantes aportes en el estudio de los Viajeros del siglo XIX.

Fuente: Ministerio de Cultura

 

 

 

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CUANDO ENVEJECER ES UNA DELICIA

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Darío A. Núñez Sovero

No sabía cómo encabezar, a manera de título, este post. Quería denominarlo “Cuando es imposible admitir la vejez” o este otro  “Es difícil decir que somos viejos”, finalmente me decidí por el que aparece en esta nota en razón  que he verificado hechos que, con especial agrado, paso a relatar.

Fue el lunes 23 de Diciembre último que acudí a la localidad de Manchay-Lima, invitado por los organizadores, para participar de las actividades de inauguración del Coliseo Multifuncional “Juan Luis Cipriani Thorne” de reciente construcción por parte de la Parroquia que lidera el R.P. José Chuquillanqui. Al llegar y luego de caminar un buen trecho de rutas todavía rústicas, me topé con una imponente infraestructura moderna que dibujaba su armonía arquitectónica que contrastaba con las pardas arenas del lugar. Al ingresar, un gigantesco trajín de personas denotaban los últimos arreglos para la inauguración. Ante la magnificencia de la obra me sentí como un insignificante presente. Realmente la obra era grandiosa.

Ricardo Duarte

El jaujino Ricardo Duarte Mungi antes de realizar demostraciones basketbolísticas

Me ubiqué adecuadamente para no perderme ningún detalle y desde mi rincón pude advertir, luego, el ingreso de personajes que sólo había confrontado a través de los diarios o noticieros televisivos. De pronto, en medio del alboroto,  confronto el ingreso de César Cueto el otrora encantador de serpientes disfrazadas de balones de fútbol, seguido de Guillermo La Rosa, ambos responsables de las grandes alegrías peruanas causadas en nuestra participación del mundial de Argentina 78 y España 82. Más tarde, una multitud de chiquillos sigue a un personaje de luenga figura que ingresa con un caminar dificultoso en razón de sus largas piernas: es Ricardo Duarte Mungi, jaujino de pura cepa. Entonces asiste a mi memoria el recuerdo de mis épocas escolares cuando hacia 1958, en Trujillo, vi jugar a un incipiente chiquillo de esmirriada talla por los colores del colegio “Ricardo Bentín” sin pensar que después él mismo, con la camiseta peruana, sería el mejor encestador de las Olimpiadas de Tokio de 1964 con 212 puntos.

La ceremonia demoraba en empezar por cuanto debía ser inaugurada por su Eminencia, Excelentísimo Juan Luis Cipriani, Cardenal del Perú. Cuando ingresa, una aturdida ovación lo recibe. Me digo que debe ser por la familiaridad de su persona con esa grey rugiente de la que  es muy cercano y habitúe. Luego de las formalidades de toda inauguración (que además son rutinarias e inevitables) los presentes a voz en cuello reclamaban demostraciones vivas de los connotados ex deportistas antes citados; petición que fue acogida con agrado por los solicitados. Entonces empezó un show de verdadero deleite para los asistentes. Cueto no sólo escribe versos y rimas con los pies, tiene una magia que somete a su capricho al balón hasta convertirlo en un medroso objeto. La Rosa no ha perdido la fuerza que acompaña a cada uno de sus “cabezazos”. Y, en el plato de fondo, no podían faltar las demostraciones de nuestro gran Ricardo Duarte. Cuando ingresa a la cancha de básquet, con una natural confianza, hace señas para que lo secunde su compañero de aquel equipo de Tokio 64, es entonces que sin despojarse de su investidura, ingresa Monseñor Cipriani (un ex deportista seleccionado que frisa los 70 años) y, juntos, empiezan a hacer los malabares de antaño, mientras la voz sensual  y cautivadora de María Jesús Rodríguez, la Mishky Tayky, desde los micrófonos va recordando viejas glorias de los protagonistas.

Duarte y Cipriani

Ricardo Duarte y Cardenal Cipriani recordando su época en las Olimpiadas de Tokio

¿Habráse visto mejor espectáculo?, lo dudo. Lo cierto es que aquella mañana prenavideña sentí que me habían hecho el mejor presente: retornarme a aquellos tiempos en que embebido por las grandes jornadas del deporte nacional admiraba el desempeño de nuestros  gladiadores. Y (¡qué bien!) cómo no sentir la emoción de compartir los momentos de uno de los grandes de Jauja, quién a sus 73 años me dicta implícitamente que cuando se mira la vida con optimismo es imposible envejecer. Y cómo no advertir que, cuando se está cercano a los niños y al pueblo católico el mensaje de Cristo cala con hondura tangible. Muchas gracias a quienes me permitieron un mediodía inolvidable.

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