PRESENCIA DE LA CULTURA EUROPEA EN LA TUNANTADA (*)

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Darío A. Núñez Sovero

Es indudable que la tunantada de Jauja es un producto cultural resultado de un largo proceso sincrético, que algunos autores denominan también proceso de aculturación. Ello supone que tanto la cultura europea como la cultura andina, al conjuncionarse luego de la conquista española, dieron lugar a una cultura híbrida, es decir a una nueva cultura. No se crea que esta nueva cultura hizo olvidar sus raíces originales, no; de resultas de este “choque” cultural el producto que se obtuvo fue uno nuevo que se denominó como cultura mestiza, es decir, una cultura que tomó los mejores elementos de ambas, generando nuevas formas de convivencia humana y nuevas formas culturales que enriquecieron nuestra diversidad y, en el caso de la tunantada,  forjó las bases para la aparición de un nuevo producto.

Sin embargo, es bueno decir que el impacto de la cultura europea en la nuestra fue grande, profundo y duradero. Este sincretismo cultural se dio en todos los órdenes de la vida del poblador de estas tierras de América: en la vida religiosa y las creencias, en el campo del idioma, de la arquitectura, del arte y la pintura, del vestido, de la gastronomía, el sistema político y social y en la música y la danza. No está demás mencionar que, resultado de este choque cultural, lo europeo presionó en la cultura andina con una fuerza dominante, tarea que se facilitó porque la cultura incásica no constituía una cultura homogénea en razón de que los pueblos sojuzgados por la política expansionista de los últimos incas siguieron manteniendo sus formas de vida, costumbres, lengua, creencias, etc. resistiéndose de forma alguna a adoptar las imposiciones a las que querían someterlos los incas.

El mecanismo que utilizó el español para hacer sentir su peso civilizador y cultural fue a través de la fundación de ciudades, villas, haciendas, al modo europeo. De allí que las primeras ciudades fundadas se hicieron siguiendo la tradición latina de los modelos rectangulares y sus respectivos dameros. Jauja no fue la excepción. Clodoaldo Espinoza Bravo, en su libro “Jauja Antigua”, refiere que fueron tres las primeras acciones que se observaron en la fundación de nuestra ciudad: luego de imponerse un hito dominante en lo que sería el lugar principal de la ciudad y levantada un acta, se fijó el lugar de la plaza señalándose las solares donde debían ubicarse el cabildo, el mercado, la cárcel y la iglesia; repartiéndose luego los lugares para los conquistadores presentes; luego se fijaron los linderos de la ciudad, advocándosela para la protección de una divinidad o santo cristiano. Para acentuar su dominio sobre una población sojuzgada, los españoles implementaron formas sociales basadas en la desigualdad. Es así que aparecen, primero, las encomiendas, luego los repartimientos y finalmente las intendencias.

Las encomiendas, fueron la primera forma de dominación que impuso la corona española sobre  las poblaciones indígenas. Consistió en concesiones que se hacían a los conquistadores –en este caso denominados encomenderos- para recibir tributos a cambio de la protección que debía darse al aborigen, quién además debía ser sujeto de la evangelización. Dado a que esta fue una forma de sujeción del poblador al modo feudal, derivó en una cruel forma de explotación económica. Los repartimientos, siguieron a la anterior y fue una forma de distribución de tierras y poblaciones entre los conquistadores. Es de notar que, noticiados en España de los nuevos territorios conquistados, todos los que llegaron después no tuvieron acceso a los repartimientos, conformándose con integrar el llamado pueblo. Las dos formar citadas, significaron la destrucción del sistema de organización social y económica del imperio de los incas, consolidando una estructura de dominación que tuvo como base, reitero, la desigualdad social. Finalmente, las Intendencias, son formadas hacia el siglo XVIII con las reformas borbónicas y se realizaron como una medida administrativa que debía mejorar la recaudación del virreinato y de paso, reducir el poder de los corregidores. El lector se preguntará: ¿y qué tiene que ver todo este recuento histórico con la tunantada?. Es fácil responder: la tunantada es una tradición en cuya base descansa la mofa y la ironía, la burla, la parodia, la chanza. En este cotejo de desigualdades entre el español y el aborigen, ante tanta ignominia y explotación, los oriundos de Jauja, a través del tiempo fueron embalsando una impotencia y una ira contra la clase dominante que, recién hacia la segunda mitad del siglo XIX  van a ir encontrando una válvula de escape, justamente a través de la tunantada que, por cierto, es un baile que ironiza y se mofa del  español virreinal, que fue el protagonista principal de un cruel sistema de dominación y opresión.

La independencia no significó un mejoramiento del estado de la clase campesina y pobre de la región. La agricultura doméstica siguió siendo un medio de sustento del poblador regnícola pues, por las disputas internas del poder nacional y el consabido militarismo de inicios de la república, la actividad minera había sufrido un claro proceso de estacionamiento, aun cuando tenía un desarrollo muy lento la explotación de nuestros recursos seguían con tecnología colonial. El impulso de la minería se da, nuevamente, a partir del año 1870 cuando llega a la región la empresa británica Cerro de Pasco Mining Company y, a partir de 1902, la empresa norteamericana Cerro de Pasco Copper Corporation. Para aquel tiempo,  la vida de los pueblos de la región sufrió una gran convulsión con el funcionamiento de las minas que administraban estas empresas, dado a que, para que ellas laboren,  se necesitaba buen número de trabajadores y la mano de obra disponible estaba justamente en los numerosos pueblos de nuestra región. Es entonces que aparecen los famosos “enganchadores” que eran contratistas que reclutaban a trabajadores en las comunidades campesinas ofreciendo adelantos de haberes que eran difíciles de pagar, quedando los campesinos “enganchados” y obligados a trabajar en las minas; en casos muy aislados, existieron contratos temporales que les permitía a los trabajadores alternar sus labores en las minas con las parcelas de terreno agrícola que tenían en sus lugares de origen. El caso fue que, en la gran mayoría de pueblos del interior de los departamentos del centro, su economía varió sustantivamente. En este rubro de la economía comunal, veamos que nos dice Manuel J. del Valle en su libro “Relatos serranos”:

“…Muchas obras públicas de nuestros pueblos serranos tales como iglesias, parques, municipalidades, colegios, han sido hechos con el dinero proporcionado por los hijos del lugar, residente en los asientos mineros” (p.80).

Johann Jakob von Tschudy, un naturalista y viajero suizo, al recorrer el Perú, visitó Jauja dos veces, los años 1839 y 1840. Entonces observó que los naturales de estas tierras bailaban solo dos danzas: la huayligía y el corcovado (versión de Edgardo Rivera Martínez en “Imagen de Jauja”, pp.146-147), estando implícito que, para entonces, no existía la tunantada. Para este autor, el establecimiento de yacimientos mineros en la región fue capital para la aparición de la tunantada, porque, siguiendo la línea de explicación que nos da Manuel J. del Valle, ocurren varios procesos de los que nos interesa lo siguiente:

  1. Habiendo iniciado sus labores de explotación en Cerro de Pasco hacia 1870, la empresa inglesa, Cerro de Pasco Mining Company, luego de las jornadas laborales, los trabajadores mineros se reunían para consumir su ocio con acciones de frivolidad y, otras, como eran de evaluar y mejorar las dificultades que tenían sus comunidades de origen;
  2. Que, entre las mejoras que se acordaban, se incluía alegrar a sus compoblanos en las fiestas comunales facilitándoseles algo que escasamente se hacía: pagar conjuntos de música para dichas festividades, lo cual les era dificultoso pues los costos que ello demandaba estaban lejos de las posibilidades de la economía local, pero sí dentro de las posibilidades de los que eran asalariados y percibían pagos en planillas (esto explica por qué en algunos pueblos persisten instituciones tunanteras que nos permiten evocar épocas de labores en minas como las de don Pablo Suárez Núñez, promotor primario del actual “Centro Jauja”, comerciante aposentado en Morococha que anualmente retornaba a Jauja para bailar la incipiente tunantada en grupo de sus amigos o los trabajadores de Francois, Huayllay que conformaron la entidad “Flor popular Huarón” en Huamalí liderados por Juan de la Cruz, o a los fundadores de la “Asociación Cultural 20 de Enero” de Yauyos fundada por don Antonio Bravo y amigos, que también procedían de los centros mineros de Atacocha y Cerro de Pasco (año 1947), entre otros pues casi en todos los pueblos del valle del Mantaro, con hijos trabajadores en centros mineros ocurría algo similar).
  3. Añádase a esto que, tanto en los centro mineros como en Jauja misma –por la enfermedad de la tuberculosis- empezó a intercambiarse pareceres con personas procedentes de muchos lugares del mundo, dándose inicio a un gran cosmopolitismo por la presencia de alemanes, franceses, rumanos, chinos, japoneses y, en el caso de las minas, austriacos, italianos, suizos y de otras nacionalidades (versión de Manuel J. del Valle, p. 81), sobre quienes empezó solapadamente algo que ahora se conoce como bulling y que en aquel tiempo significaba burlarse del foráneo, algo típico en la conducta de varios danzantes de la tunantada (a los blancos de las minas, los obreros de la región solían llamarles “jalacuncas”)
  4. Paralelo a los antecedentes que mencionamos, no se puede ocultar otros pareceres similares como el del portador tunantero Humbelino Peña Camarena, quien en una interesante narración resalta que la tunantada es un baile de nacionalidades, enfatizando que, luego de las luchas por la independencia americana en Junín y Ayacucho, muchos de la soldadesca foránea, integrada por argentinos, bolivianos y de otras nacionalidades quedaron en nuestro medio atraídos por las bondades del clima y la fertilidad de la tierra y ellos fueron reuniéndose evocando costumbres de sus lares con vestuarios que les hacían recordar su procedencia, sin presagiar que, con el tiempo, eso se perennizaría en una tradición tan hermosa como la tunantada. Todo lo anteriormente expresado, significa que el gran cosmopolitismo de nuestra región facilitó el surgimiento de una tradición ad hoc que hoy se ha dado a conocer como “la armonía de las diferencias”.

He querido hacer esta larga introducción para encontrar algunos fundamentos que expliquen, entre otras respetables versiones, los orígenes de la tunantada, fenómeno tradicional que  se dio, incipientemente, a fines del siglo XIX pero que tomó cuerpo en la primera mitad del siglo XX, hasta llegar a tal cual la conocemos hoy en día. Dicho esto, pasemos a explicar por qué la tunantada fue encontrando el perfil de su composición de nuestros días y cómo es que los elementos culturales de Europa empezaron a prestar su concurso para darle su configuración.

  1. En la música tunantera, la cultura europea se ha hecho presente siempre. De forma especial con el aporte de los instrumentos musicales que hoy, armoniosamente, acompañan a la tunantada. Carlos Hurtado, en su libro “La tunantada de Jauja.Yauyos”, nos dice que en sus inicios, la música que la acompañaba estaba interpretada por arpa y violín. Esto, naturalmente, ya indica la presencia de elementos culturales europeos en las diversas interpretaciones. No olvidemos que, el violín es un instrumento creado en Italia y, perfeccionado por Antonio Stradivari llegó a los virreinatos españoles en América para alegrar, especialmente a las clases nobles que se iban estableciendo. También es necesario decir, que el arpa es uno de los instrumentos más antiguos de la humanidad, de origen mesopotámico, que llegó al Perú en el siglo XVI luego de haber tenido vigencia en culturas de Asia y Egipto.

El desplazamiento de los instrumentos nativos y su remplazo por instrumentos de Europa, hizo que –siempre en la versión de Hurtado Ames- en pleno siglo XX llegue al Perú el clarinete (1910) y posteriormente (1940) el saxofón. El primero de invención alemana,  debe a Mózart haber sido habilitada para escribir música para orquestas sinfónicas; mientras que el saxofón es de origen belga, pero patentado en París en 1846 llegó al Perú luego de haber tenido una adaptación maravillosa en las interpretaciones del Jazz.

La naturaleza melancólica de la música de la tunantada, también, se debería a que en el fondo subyacen rasgos culturales europeos provenientes de la  música gitana denominada “cante jondo” cuyo significado es “canto profundo” interpretado normalmente en nota La, similar al de la tunantada que, además de esta característica musical,  añade la nostalgia de la añoranza del esplendor de un pasado prehispánico perdido y la  dificultad geográfica que desafía al poblador local en su lucha permanente contra la naturaleza.

  1. En el vestuario tunantero, la cultura europea también tiene una fuerte presencia, es así que, entre otros que veremos más adelante, la pollera, el monillo y la lliclla, constityen prendas que usa la danzante jaujina y la chupaquina, huanca y sicaína, todos de procedencia europea. En el Museo del vestido de Madrid, las prendas que se exhiben son similares a las que usan nuestras bailantes y a este respecto, en el libro “Las venas abiertas de América Latina”, Eduardo Galeano nos recuerda que “los trajes femeninos que los españoles obligaron a usar a las indígenas eran calcados de los vestidos regionales de las labradoras extremeñas, andaluzas y vascas… impuesta por Carlos III a fines del siglo XVIII.” (p. 68), naturalmente, estas prendas tienen ahora variaciones locales como los bordados y colores propios de cada zona de la región, con el añadido que la finura de los materiales de estas prendas incorporaban incrementaban el estatus social de quien las usaba y, en España se traducía como símbolos de poder.

Interesante es saber que, en el caso del chuto, el sombrero bombín que usa es de origen inglés (que llegó a Jauja vía los arrieros que la traían desde Bolivia donde se crearon fábricas para popularizarla, a su vez allí llegó desde Buenos Aires, para comercializarla); las caretas barbadas son similares a las que se usan en festividades del ayuntamiento de El Piornal en la región de Extremadura (versión del historiador español José Antonio Ramos Rubio) y el bastón, las caretas, el chaleco y las botas son elementos del vestuario europeo (en el caso de las máscaras, Hurtado Ames, le atribuye procedencia veneciana usada en sus carnavales). También es necesario aclarar que el uso de los pañuelos, especialmente el de color rojo, en el caso de los arrieros, chapetones y otros danzantes tunanteros, ello obedece a que un tiempo fue famosísimo un “bandido” español llamado José María el Tempranillo, una especie de “Robin Hood” español, que robaba y asaltaba para repartir sus botines entre los pobres de Lucena en la provincia de Córdoba, Andalucía, que cubría su cabeza con el antedicho pañuelo con nudo al costado y cuya fama llegó a América en la primera mitad del siglo XIX. La avalancha de prendas de origen europeo que usan los danzantes de la tunantada se ve matizada con el exquisito gusto jaujino por usarlos, con la riqueza de los colores terrígenos que los hacen no solo pintorescos sino que, además, bellos y preciosos. Y en este acápite, quiero subrayar lo siguiente: para el español, usar ropa de color negro es una manera de mostrar distinción y prestancia, para él nada es ser más distinguido que ir con prendas de color negro, por eso resalto que, el color negro, debería ser el dominante en el vestuario del danzante chapetón o español.

  1. En el caso del baile de la tunantada, la presencia de la cultura europea es visibles en muchos aspectos. Antes, diremos que cuando llegan los españoles a lo que es ahora el Perú, ellos eran portadores de un crisol de culturas como la judía, la árabe, la cristiana y la gitana. A este respecto, la historiadora trujillana Maria Luisa López Rol me dice que los españoles que llegaron al Perú eran, también, mestizos, producto del entrecruzamiento de estas culturas. El danzante tunantero que mejor traduce estas influencias culturales europeas, indudablemente, es el español, también llamado chapetón; una atenta observación de sus movimientos y desplazamientos nos hacen imaginar los bailes de los salones cortesanos de Europa, con su manifiesta soberbia y altivez y allí es donde aflora, además, la influencia gitana y su flamenco con su ritmo peculiar, su intensidad emocional y la técnica del zapateo. También es notorio, en el caso de la jaujina, la wanca, la sicaína y la chupaquina, la existencia de elementos de influencia árabe por la belleza de sus desplazamientos ondulantes y sensuales. En la tunantada y en el cante jondo gitanos existen una evidente evocación de tiempos de opresión y de ahí su melancolía y tristeza.

En suma, puedo afirmar sin equivocarme, la tunantada es una rica expresión y un altísimo producto del sincretismo cultural europeo y andino, mientras que la danza española que llegó a América y el país muestra las diversas culturas que habitaron la península ibérica a través del tiempo y que de forma alguna han influido en la construcción de la tunantada de Jauja.

Bibliografía.-

  1. ESPINOZA BRAVO, Clodoaldo Alberto. Jauja Antigua. Lima, T. Villanueva, 1964. 584 pp.
  2. SILVA SANTISTEBAN, Fernando. Historia del Perú, t. II. Lima, T. Litocolor, 1983. 189 pp.
  3. DEL VALLE, J. Manuel. Relatos serranos. Lima, Ed. Torres Aguirre, 1958. 173 pp.
  4. RIVERA MARTINEZ, Edgardo. Imagen de Jauja,
  5. HURTADO AMES, Carlos. La tunantada de Jauja.Yauyos. Historia, tradición y memoria. Huancayo, T. de soluciones gráficas, 2022. 257 pp.
  6. GALEANO, Eduardo. Las venas abiertas de América Latina. México, Imp. Gráfica Hernández, 2008. 379 pp.

Jauja, octubre del 2024

(*) Este documento fue elaborado para el I Congreso Mundial de la Tunantada a celebrarse en Madrid, organizada por el Centro Cultural Tunantes de Jauja,  entre el 16 y 27 de Octubre del año 2024.

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