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Comunidad japonesa de Jauja: del esplendor al olvido

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Darío A. Núñez Sovero

Ingresando a nuestro Cementerio General de Jauja y al lado izquierdo, raído y en franco deterioro, existe el mausoleo cuya fotografía acompaño y en cuyo epitafio se lee: “En memoria de los inmigrantes fallecidos en esta tierra”. Comisión Conmemorativa del 80 aniversario de la inmigración japonesa al Perú. Agosto de 1979. El tema no merecería mayor atención sino es por el especial recuerdo que dicho colectivo dejó en la vida social y económica de Jauja. Creo que después de las muertes de Toichi Taira y José Kato Tangui, casi no quedan miembros descendientes de japoneses en nuestra tierra (todavía recuerdo que en la misa de cuerpo presente de este último, el párroco oficiante, lamentaba que nuestra Virgen del Rosario había perdido al hombre que solía renovarle sabatinamente las flores de su altar, expresión del proceso de aculturación de los inmigrantes para con nuestras creencias). Y comento, desordenadamente, estas incidencias por cuanto me han dado oportunidad de revisar alguna bibliografía sobre el proceso de inmigración de japoneses a nuestro país, en especial a Jauja.

Según el investigador Víctor Solier Ochoa, en una publicación del Archivo Regional de Junín (Boletín Nro. 4. ARJ) se menciona que el año 1931 se identifican a 213 isseis cabezas de familia y que se fueron a radicar a diversas provincias de nuestro departamento, siendo que la mayoría fueron a Huancayo. Lo curioso y extraño es que, de las ciudades que se mencionan, ninguna dice Jauja (Huancayo, Concepción, Morococha, Oroya, San Ramón, La Merced y Cerro de Pasco). Pero luego añade (p. 125) “…esta cifra es referencial, porque no agrupa al total de japoneses debido a que se han extraído estas cifras de un solo libro, tenemos indicios que para este año se registraron a los inmigrantes extranjeros en dos libros. Haciendo los cálculos y considerando que para el departamento de Junín, para este año existió un promedio de 300 cabezas de familia, tenemos un promedio de 900 japoneses entre niños y adultos de ambos sexos”. ¿Es la diferencia de 87 cabezas de familia japonesas las que llegaron a Jauja y se encuentran registradas en el segundo libro que ha desaparecido y no se encuentra en el Archivo Regional de Junín?. Puede ser.

Baso la última parte de mi afirmación anterior en lo que añade el mismo Solier: “Entre los japoneses de esta primera generación avecindados en el departamento de Junín están Tojiro Watanabe de ocupación cocinero ingresó al Perú el año 1899 y en 1931 residía en la ciudad de Huancayo, Vicente Ogata de ocupación peluquero ingresa al Perú el año de 1902 en 1931 reside en la ciudad de Concepción, M. Hiratsuka dedicado al comercio llega al Perú el año de 1903 y en 1931 vive en la ciudad de San Ramón en la provincia de Chanchamayo, Yajiro Shiraishi también dedicado al comercio ingresa al Perú el de 1906, en 1931 radica en la ciudad de Cerro de Pasco”. Por otras parte, Nicolás Matayoshi, conocido intelectual nisei huancaíno en su libro “La incontrastable ciudad de Huancayo. Dioses huancas y otros ensayos” afirma (p. 148) lo siguiente: “…En las primeras décadas del siglo XX, se consigna la existencia de un numerosa colonia japonesa en la ciudad de Huancayo, destacándose el señor Antonio Susuki, dueño de una fábrica de fideos; José Shiomi, dueño de un restaurante; Ricardo Umeno, dedicado a la pastelería; José Okasaki, relojero; Y. Okugawa, tienda de regalos y locería; Y. Fukunaga, fábrica de caramelos; Orestes Sakamoto, fábrica de embutidos, …”. Los que hemos compartido vivencias con compañeros escolares de aquel tiempo sabemos que en Jauja estaban afincados los Higuchi, los Kanashiro, los Yamamoto, los Katos, los Iseki, los Nakamura, Miura, Ito, Taira, Tabuchi, Taniguchi, Araki, Fukushima, etc. y ninguno de los autores mencionados los cita. Reitero mi pregunta: ¿estaban registradas estas familias en el libro de ingresos a Junín que se perdió o está inubicable?.

Este grupo poblacional que arribó a Jauja era compacto. Solier afirma que “…La mayoría de los nissei, se agruparon en un círculo cerrado, no permitiendo la unión con personas que no fueran de su raza…”. Por su lado Matayoshi afirma que “…Vivían secretamente el orgullo de los antepasados, la colonia japonesa se convirtió en algo más que una comunidad con vínculos étnicos, era –y es-, una comunidad  espiritual. Incluso hoy se restablecen los lazos invisibles con los antepasados que descansan en el trasfondo de su identidad comunitaria…”. Sin embargo, como ocurre con todo grupo social, la solidez social y cultural que los unía se rompió con el fin de la segunda guerra mundial, después que Japón, por obra del Emperador Hiroito, firmara su rendición. Matayoshi afirma que “…El paso traumático de la derrota originó dos posturas distintas, los Mategumi que aceptaban la rendición y los Kachigumi que se  resistían…”. Este mismo malestar lo he escuchado de labios de conocidos niseis jaujinos, quienes abogaban por ser “imperiales” y la pregunta fluye nuevamente de modo casi perverso: ¿eran los japoneses residentes en Jauja partidarios de la línea mategumi y ello explicaría que el libro que registraba su ingreso al departamento de Junín ha desaparecido adrede?. Dejo señalada la tarea para investigadores de la talla de Amelia Marimoto, especialista en el estudio de la inmigración japonesa al Perú, mientras tanto hago un llamado para los niseis que en algún momento residieron y nacieron en Jauja para que el viejo mausoleo que recuerda el paso de sus ancestros sea restaurado en el Cementerio General de Jauja.