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Jauja y sus productos bandera I

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Escrito por Dario A Núñez Sovero
darionunezsovero@hotmail.com

Siempre será motivo de incendiar nuestros pechos cuando exaltamos nuestro peruanismo al recordar que el Perú es un país de ingentes recursos y valioso patrimonio: el Pisco, la marinera, Machu Picchu, etc. son, entre otros productos, bandera de nuestra nacionalidad. De todos ellos los peruanos nos sentimos orgullosos y al mundo admira absorto estas grandezas que se cobijan en esa gran patria llamada Perú.

El enunciado anterior es inspirador para pensar cuáles son, entre otros, los productos bandera de la patria chica. Sí, de nuestra Jauja. Ella también atesora un vasto patrimonio cultural – histórico e ingentes recursos naturales que terminan atrayendo la atención y admiración de cuántos la van conociendo. No puedo presumir que conozco todos los confines de nuestra provincia, pero si estoy persuadido de conocer algunos de los sitios más admirables de nuestra Jauja. A continuación iré mencionándolos uno a uno. Ojalá que el acucioso lector coincida con mis modestas apreciaciones.

El primer producto bandera de nuestra Jauja es indudablemente nuestra renombrada Laguna de Paca. Los jaujinos debemos sentirnos orgullosos de ella y quién no haya, alguna vez, sumergido su humanidad en sus cálidas aguas no merece auto llamarse como tal. Nuestra laguna de Paca es el lugar más paradisiaco de la provincia, al ver la diafanidad de sus aguas uno siente que nuestros espíritus van aquietando sus alborotos. Lugar ideal para doblegar las sensibilidades más pétreas de nuestras damas, la Laguna de Paca es la cómplice terrígena de los más apasionados romances de jaujinos posesionados por Eros. Cuando uno está en las riberas de sus aguas no puede ocultar la reflexión del supremo esfuerzo que Dios dio para que los jaujinos podamos mostrar con orgullo esta invalorable prenda. Por ello, hoy que su majestad está amenazada por los intríngulis del comercio y el mal promocionado turismo del que nadie sino los foráneos se benefician, nuestra obligación telúrica está en generar todas las iniciativas que permitan su supervivencia.

Grupo de rock Corbeta Blanca en Paca

El segundo producto bandera de nuestra nacionalidad Xauxa es la Tunantada. Cuando hablamos de ella necesariamente tenemos que traer a nuestros recuerdos a Ernesto Bonilla del Valle, jaujino de notable estirpe, quién en su obra Tierra Chola nos dice, refiriéndose al momento en que las cuadrillas suben a la Plaza de Yauyos, que “a esa hora la música cae como un llanto en el alma”. Es que la Tunantada hoy por hoy ya no es sólo una estampa folclórica o si quieren una danza, ahora es para Jauja una institución. Ella resume el espíritu festivo del Xauxa y haber calado en el sentimiento y la conducta de miles y miles de personas le otorga un carácter de indudable popularidad. Los mejores danzantes de la región, las mejores orquestas, oleadas de visitantes que llegan para compartir los siete días de fiesta, Xauxas que retornan brevemente para embriagarse con la profundidad del mensaje tunantero, hacen que anualmente la fiesta del “20 de Enero” sea cada vez mejor, con el añadido de que es la oportunidad para reeditar viejos amores a la par de saborear la estupenda culinaria jaujina. La Tunantada se ha vuelto parte de la consustancialidad de la nación Xauxa y su trascendencia debe tangibilizarse cuando se le declare patrimonio cultural del país. Sólo así se estaría preservando su perdurabilidad generacional.

tunantada

Personajes de la Tunantada (Huatrila, argentino y chuto)

He ido reservando el tercer producto bandera de Jauja para el final de esta breve reseña, con el añadido de que quisiera pedir permiso al lector para relatar dos anécdotas. El año 1994, la Municipalidad Provincial de Jauja expresó reconocimiento publico para tres notables jaujinos: Juan Bolívar Crespo, Hugo Orellana Bonilla y Jorge Teófilo Aliaga Osorio. Luego de la ceremonia de estilo hubo una tertulia más íntima y este último (Dr. Aliaga Osorio) me refirió dos cosas que han quedado gravitando en mi cabeza. Me dijo que él no era católico, apostólico y romano sino que era católico, apostólico y jaujino. También me expresó que cuando iba a un lugar donde comúnmente se calma la sed, el no tomaba Coca Cola ni Crush ni Sprite, él pedía “agua de Jauja” (refiriéndose a la “Inca Cola”). Le escuchaba atento y de esas expresiones pude colegir el profundo amor que uno puede acrecentar cuando se refiere a la tierra que nos vio nacer. La segunda anécdota está referida a una amiga europea que visitó Jauja para “regenerar sus energías en Puyhuan” (Molinos), ella atraída por el renombre que Jauja tiene en el viejo continente no pudo resistir la tentación de visitar nuestra tierra y en un descanso me refirió, con un castellano masticado pero entendible, que conocía muchos lugares del planeta pues había estado en Tailandia, Japón, México, Brasil, etc., pero en ningún sitio había probado un pan tan delicioso como es el pan de Jauja. Nosotros, habituados como estamos a comer diariamente pan, preferimos comprar pan francés u otro pan, antes de preferir nuestro bollo o nuestro pan de huevo. Por eso el pan de Jauja es, para mí, el tercer producto bandera de nuestra nacionalidad. Reflexionando, pensé que en todas partes del mundo la elaboración y cocción de panes se va modernizando, se hacen en hornos a gas o de repente en microondas; nuestro riquísimo pan sigue los cánones de los hornos de leña y ello le confiere un sabor que deleita los paladares más refinados. Loor al pan de Jauja, los jaujinos debemos sentirnos satisfechos de la labor de nuestras panificadoras gracias a cuyo esfuerzo el pan y el nombre de Jauja trasciende fronteras.

bollos jaujinos

Quedan en el tintero numerosos otros productos bandera de la provincia, en una nueva entrega, con la anuencia de los responsables de este blog jaujino, los iremos mencionando. La intención es concederles el valor que el olvido no ha permitido hacerlo, sólo los citaré para luego irlos ampliando: la represa de Chimay en Monobamba, las orquídeas de Uchubamba, los caballos salvajes y las cataratas que hay en Curimarca, los restos arqueológicos de Tunanmarca, las Puyas de Raymondi de Canchayllo, las aguas termales de Acaya y Llocllapampa, son entre otras tesoros, banderas de las que los jaujinos debemos agradecer a Dios por habernos dado tanta generosidad.

Centro Jauja

Alegrémonos, entonces, de haber nacido en una tierra maravillosa y enseñemos a nuestros hijos a mantener incólume esa espiritualidad Xauxa que engrandeció nuestro pasado. Digámoslo con orgullo y a voz alzada: ¡soy jaujino, y qué!.

Más datos:

Jauja y sus Productos Bandera II
Jauja y sus productos bandera III
ESTO SI ES JAUJA!

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¿Estamos aquí, o en Jauja?

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Capilla Cristo Pobre de Jauja

ORLANDO MAZEYRA GUILLÉN

A País de Jauja,
y a todos los jaujinos que habitan en mí.


I

“Todos vuelven a Jauja… menos yo”, solía decir mi papá mientras descansaba alegremente en una de las dos mecedoras gemelas que había en esa desangelada ramada que era, para ambos —aunque más para él—, el bastión del letargo y la añoranza.

Me hablaba siempre, mezclando ansia y deseo, de un paraje, ahora remoto, de invencible belleza, magia y colorido en el que él había crecido: “Allí aprendí todo lo malo, todo lo bueno y todo lo feo… lo agradable y, también, lo insoportable, lo tonto y lo ridículo”.

—¿Tú sabes que fue la primera capital del Perú? —preguntaba dejando rezumar un secreto orgullo que modulaba con discreción su semblante.

—Me lo has repetido tanto que prefiero olvidarlo.

—Es que, en realidad, muy pocos lo saben, hijo; casi nadie. Y los que lo saben lo ignoran, o prefieren olvidarlo, como lo haces tú.

—Estamos en Lima, papá, la única capital. Lima es el Perú. Yo nací aquí, aquí viviremos; y aquí también moriremos: Jauja es tu pasado. ¡Mira para adelante, ahora ésta es nuestra casa!

Todos vuelven a Jauja… menos yo.

—¿Quiénes son Todos?

—Nadie —respondía sin ganas y cerraba los ojos, como para que nadie, que no sea él, se asome en lo que parecía ser algo estrictamente privado: su tierra y sus recuerdos más nítidos.

¿Quiénes eran Todos? ¿Sus familiares? ¿Sus amigos? No lo sabía, a veces me dejaba llevar por la intriga y, con persistencia, reformulaba la misma pregunta con alguna que otra variante. La respuesta no admitía nuevos esbozos y siempre era terminante (con los ojos cerrados): Nadie.

II

Cuando papá desfallecía, yo estaba poderosamente convencido de que él me pediría una sola cosa: que lo entierren en Jauja. Pero me equivoqué: no fue un, sino dos pedidos; y fueron más simples de lo que yo vaticinaba:

—Te pido dos cosas, nada más, toma nota si puedes, porque tú y tu madre no tienen buena memoria.

—Te escucho atento, papá.

—Quiero una estampilla de la Mamanchic Rosario.

—¿De quién? —pregunté azuzado por mi ignorancia.

—¡Mamanchic Rosario! La patrona de Jauja —levantó la voz y, por un instante, pareció recuperarse—. Me la pones en el bolsillo de mi camisa, mirando hacia el cielo… hacia la eternidad…

—¿Qué más, papá? —le preguntaba tomando una de sus temblorosas manos y tratando de contener el llanto—. Pide lo que quieras.

—Quiero huaynos en el sepelio. Tu madre sabe cuáles son los que me gustan. Es todo: siempre fui un hombre simple y déjame decirlo con vanidad.

—Si quieres nos vamos mañana mismo para Jauja, tal vez ahí te recuperas. No conozco tu tierra. Vamos, papá, ¡quiero conocer Jauja!

—No, hijo, a ti nunca te interesó mi Jauja… y quizá estuvo bien. Moriré en Lima y así debe ser: todos vuelven a Jauja… menos yo.

III

Dicen que nuestros padres muertos viven en nosotros y que, igualmente, nosotros, al morir, viviremos en nuestros hijos. Debe ser cierto, porque desde que murió mi padre siento como, no sé, una especie de nostalgia de Jauja. Ahora tengo una voluminosa colección de huaynos jaujinos que iluminan mis tardes dominicales (el primer par de discos lo compré para el sepelio de mi padre, tal como él me lo encargó), me enamoré del picante de cuy y del ajiaco de papa. He decorado mi cuarto con una enorme foto de la Plaza de Armas de Jauja que contemplo arrobado al levantarme, y sobre la cabecera de mi cama se erige la imagen de la Mamanchic Rosario.

Eso no es todo: acabo de terminar de leer una hermosa novela. Se llama País de Jauja y, gracias a esta extensa lectura, ahora hago lo que debí hacer hace mucho: viajar a Jauja en busca de mis raíces.

“Ya falta poco”, afirma la señora del asiento delantero y siento que la emoción y la pena se confunden con la altura y me desestabilizan. En menos de una hora llegaré y todo habrá terminado (o, quizá, recién ahora comenzará). Siento como si ya hubiera venido antes, tal vez es papá que está dentro de mí… o tal vez todo esto sea sólo una mentira que trato de sostener como sea para soportar su muerte. No lo sé. Pero ahora ya sé quiénes eran Todos, esos Todos a los que se refería mi viejo:

Todos vuelven a Jauja… menos yo.

Esos Todos eran sus Recuerdos. Todos volvían a Jauja menos él: porque esa cárcel que era su cuerpo no lo dejaba escapar de esa Lima en la que siempre se sintió un foráneo, un convidado de piedra.

Ahora ya nada le impide volver, porque ese cuerpo —esa prisión— se extinguió para siempre: él ya volvió (y volverá conmigo), él ya está en Jauja (y arribará conmigo).

Papá: estás ausente y, a la vez, presente. Eres nada y, a la vez, todo. Ahora eres eternidad y Jauja el punto de encuentro, el epicentro de tu universo espiritual donde, inagotables, estallan los recuerdos que alimentan tu —mi— alma.

—¿Estamos aquí, o en Jauja? —me pregunta mi mamá al despertar. Me quedo callado. Le acomodo el chal y le alcanzo una revista para entretenerla y, así, evitar una respuesta desafortunada que disipe su perplejidad.

Sobre Orlando Mazeyra Guillén:
Nació en Arequipa (1980). Estudió en el colegio De La Salle y, posteriormente, en la Universidad Católica de Santa María (UCSM), de Arequipa. Ganador del primer Concurso Nacional Universitario Nicanor de la Fuente (Nixa) 2003, organizado por la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo (UNPRG), de Lambayeque, con su novela corta Todo comenzó en la Universidad. Artículos suyos han aparecido en el diario El Pueblo, de Arequipa, en la revista de política y cultura Espergesia, en el diario Liberación, de Lima, la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, de España, y las revistas El Hablador (Lima, Perú), Voces (Madrid, España) y El Parnaso (Granada, España), así como en el Proyecto Quipu: Literatura descentralizada, que promueve Gustavo Faverón Patriau y en el Proyecto Sherezade.

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